Producción y texto: Belén Uriarte | Editora de 8000
Fotos, videos y edición audiovisual: Fran Appignanesi
—Algunos valores, la justicia, los derechos humanos, son los que me movieron para decir: “Esta es mi carrera” —cuenta Ana Carolina Benavente, que tiene 41 años, es trabajadora social y desde diciembre de 2009 trabaja en el Juzgado de Familia N°1.
👩⚖️ Su tarea como perito consiste en intervenir a demanda de la jueza María Celia Salaberry para evaluar diferentes situaciones familiares: violencia, postulaciones para el registro de adoptantes, cuota de alimentos, régimen de comunicación, cuidado personal, salud mental…
El objetivo: restituir u otorgar derechos.
Tras el trágico temporal que nos aguó hasta el alma, Carolina retomó sus tareas en el edificio de la primera cuadra de avenida Colón. Pese a todo, está bien: en su casa de Villa del Parque el agua llegó hasta el zócalo, y no entró en lo de su papá Daniel, que vive en San Cayetano.
—La función en mi trabajo sigue siendo la misma —le aclara a 8000—. Por supuesto, va a cambiar un poco en cuanto a la logística y algunas cosas en las que podamos profundizar después de los efectos de la inundación en la población.
—¿Cómo viviste esta trágica situación?
—Incertidumbre, miedo, después vino el alivio, pero la tristeza por las pérdidas de familia y amigos… imposible no empatizar. Incluso hasta un poco de enojo por la seguidilla de eventos climáticos desafortunados que hemos estado padeciendo.
—¿Cuál es tu mirada para lo que viene?
—Las sociedades se recuperan, pero la huella que se imprime en la subjetividad de cada uno es particular. Ya lo vimos reflejado con el temporal de diciembre de 2023. Apuesto a que las comunidades crecen o salen fortalecidas, depende cómo se lo mire, afloran aspectos muy positivos que bien gestionados pueden ser aprovechados. La recuperación es colectiva, con un necesario acompañamiento de políticas públicas.
Carolina lleva lo social a flor de piel desde muy chica. Siendo adolescente participó en actividades de apoyo escolar y comedor en Spurr, y luego continuó haciendo servicio social en Acción Católica y grupos misioneros.
—Podría haber estudiado cualquier cosa, pero tenía una inclinación hacia lo social. En el trabajo social pude reunir todo lo que a mí me gustaba.
En esa elección también tuvo que ver su mamá Margarita, a quien recuerda ayudando a los demás. Fue ella quien la alentó a tirar su currículum en el juzgado.
—Tenía 22, 23 años, y le dije: “Ay, no, mamá, va a quedar cajoneado”… Y a los meses recibo el llamado del juez Jorge Longas diciéndome que quería tener una entrevista. Eso fue en el 2008 y en diciembre de 2009 ya estaba efectiva laburando.
Carolina se define como una apasionada de las aventuras, de los riesgos, con una gran capacidad de acción: no sabe quedarse quieta.
Cada mañana hace ejercicios de elongación y meditación, agradece por un nuevo día y se ocupa de su gata “Miya”. Agarra la bicicleta para ir a trabajar (el auto, sólo alguna vez); después de la jornada laboral hay lugar para alguna lectura, pero luego vuelve al movimiento: andar en bici, visitar familiares o amigos…
—Es raro que esté en casa, pero también me gustan los momentos de descanso y por la noche dormir bien. Me acuesto temprano.
Otro aspecto importante de su vida lo marcan las instituciones sociales y culturales. Por ejemplo: llegó a ser presidenta de El Nido, una ONG que trabaja en la prevención y asistencia de la violencia familiar. Fueron 15 años, ad honorem.
—Encontré un grupo humano y de trabajo excelente. Me gustaba la temática y se fue convirtiendo en mi segundo hogar —nos dice—. No era un trabajo, sino algo más bien vocacional, altruista, entonces no tenía el peso de un laburo.
Desde 2020 Carolina hace su aporte en la Biblioteca Rivadavia, también ad honorem: integra la comisión directiva y trabaja en la gestión de proyectos sociales junto a la directora Laura Faineraij.
📚 Laura protagonizó este ciclo #SeresBahienses hace 1 año: Un montón de páginas inolvidables.
—El Nido era violencia, mujeres golpeadas, hombres golpeados, niños… era… ufff, como la parte oscura. Pero la biblioteca es luz —dice Carolina—. Tiene una impronta en mi vida que es toda hermosa. Y lo que se puede lograr desde una biblioteca como centro cultural, que es la idea que tenemos desde el equipo directivo, es hermoso.
—¿Creés que el bahiense le da el lugar que merece a esta institución centenaria?
—No. Pero bueno, también a veces tiene que ver con cómo se posiciona la institución. Uno tiene que hacer un mea culpa, decir: “¿Qué estamos haciendo hoy como biblioteca para insertarnos en este nuevo mundo?”. Desde lo digital, desde el acercamiento a la comunidad… Hay que buscarle la forma. Después, también hay personas que han dejado de ser socios y hoy tienen lugares importantes en la ciudad y a veces es la incoherencia, ¿no? Porque es algo de pertenencia: no puedo amar lo que no siento como propio.
En sus inicios, Carolina estuvo cerca de una organización política (cuyo nombre prefiere no dar). Enseguida supo que no era por ahí:
—Muy sabiamente, me alejé… Sentía que era una dádiva lo que yo daba, y no era eso lo que quería. No se restituyen derechos dando; es importante, pero no alcanza. Encontrarme desde este lugar social es más interesante.
—¿Creés en la política?
—Sí, tengo colegas que hoy están laburando en política y confío plenamente en ellas, porque sé que la intervención que tienen también es con una mirada desde el trabajo social, donde el eje es la restitución de derechos humanos. Sé hacia dónde se encaminan. Más arriba, no lo sé. Pero no puedo decir que no creo en la política porque mi trabajo también es político. Mal usada o bien usada es otra cosa, pero política hacemos todos.
―¿Qué es lo más lindo de la profesión?
―Trabajar con la gente, siempre. Y no quedar aislada de la realidad social. El Departamento Judicial de Bahía Blanca es muy grande, y estar en contacto con la realidad social a partir de lo que la gente relata y de las situaciones que viven y cómo las viven, es difícil. Porque las historias a veces son difíciles, pero también es humanizante. Te hace ver esa otra parte de la realidad que por vivir otro tipo de vida no la conocés si no te acercás.
―¿Qué es lo más complicado?
―Creo que tiene que ver con las injusticias. Siempre lo que tiene que ver con niños vulnerados es doloroso. Nosotros decimos que en el caso de un niño que está en condiciones de ser adoptado tiene que haber pasado algo, y algo no necesariamente bueno. Eso es lo más doloroso. Ver incluso familias que se lo disputan, y a veces el niño queda como botín, también es doloroso.
―¿Cómo manejás la impotencia ante las injusticias?
―Trabajo con un equipo de psicólogos colegas y una psiquiatra. Somos muy compañeros: nos apoyamos, nos ayudamos, ahí hacemos catarsis. Pero bueno, también uno entiende que interviene como profesional y cuando intervenís como profesional, sabés que hay una distancia que tenés que tener con el otro, porque si no te largás a llorar o vas a tu casa y terminás echando un insulto. Entonces, uno también se arma profesionalmente para decir: “Bueno, hasta acá. Esto no es mío”. Y por otro lado, también espacios de psicoterapia o donde uno canaliza a veces esas cosas: el arte, la lectura, la bici…
Para Carolina, tanto ella como sus compañeros son instrumentos del Estado que están al servicio de la gente.
✍️ El procedimiento suele ser así: una institución presenta un caso al servicio local, que es el órgano administrativo que trabaja en la garantía de los derechos de los niños.
📋 Cuando el servicio local considera necesaria una intervención judicial, se hace una presentación e interviene la jueza, que a su vez puede pedirle al equipo técnico que evalúe mejor la situación del niño.
―Es un trabajo mancomunado. Generalmente, el servicio de justicia es el que valida las acciones de los otros, pero en este caso, cuando hay niños vulnerados, el órgano ejecutivo y las otras organizaciones tienen mucho peso en la decisión de lo que pase con ese niño o niña.
―¿Hoy hay más denuncias, por ejemplo de las escuelas?
―Sí. Situaciones de niños vulnerados lamentablemente hay, y hay mucha intervención. Han aumentado bastante en medidas de abrigo.
🤗 Estas procuran brindar al niño un ámbito alternativo al grupo de convivencia cuando sus derechos están amenazados o vulnerados.
―¿Y hay capacidad para dar respuesta o está colapsado el sistema?
―Nunca alcanza cuando se trata de niños vulnerados, ¿no? Uno quisiera actuar con más rapidez, con mayor celeridad, tener otros recursos… El recurso es humano y nuestro recurso es el otorgamiento de derechos; no trabajamos desde lo asistencial en el sentido de recursos económicos, no tenemos programas o proyectos que puedan incluir a niños. Entonces, es importante que otros órganos puedan trabajar con eso.
―En los procesos de adopción, ¿hay mayor celeridad?
―Sí. Somos un equipo que empezó a laburar hace unos 15 años. Un equipo joven. Cada intervención nos da la experiencia y eso también agiliza el proceso. No significa que lo apuremos porque haya una necesidad imperiosa de que un niño crezca en una familia: tenemos nuestros tiempos y nuestra cautela, pero la experiencia nos da la posibilidad de actuar de una manera u otra, y jurídicamente el proceso de adopción se ha acelerado.
La mayor satisfacción se da cuando se concreta la vinculación, la adopción…
―Todo ese proceso es hermoso. Evaluar a los postulantes, la sonrisa que tienen o el llanto de emoción cuando se les dice que sí a iniciar una vinculación, que los niños puedan crecer en un ámbito familiar… Y verlos después de años, cuando te los encontrás en la calle, lo grandes que están… es hermoso.
🧐 8000 pidió datos a nivel local, pero no hay información disponible. A nivel provincial, el año pasado había 788 chicos en condiciones de ser adoptados y se concretaron 394 adopciones.
👩👧 Acá Carolina Recalde (presidenta del Movimiento de Ayuda a Matrimonios Adoptantes) contó su perspectiva sobre el camino de la adopción.
Actualmente, los chicos en condiciones de ser adoptados suelen ser grupos de hermanos de primera infancia (hasta los 6 años) y de segunda infancia (de 6 a 12), por lo que necesitan que los postulantes se adapten:
―Si se quedan esperando al bebé, será difícil que se agilice la búsqueda de familias.
Carolina define su profesión como aquella que promueve el desarrollo social sin hacer asistencialismo. Dice que trabajan con un método, con un marco teórico, pero sobre todo en el fortalecimiento, el desarrollo, el empoderamiento y la liberación del otro.
―No decimos cómo tiene que vivir el otro, pero sí generamos el espacio y habilitamos los recursos para que esa persona, comunidad o grupo pueda valerse por sí mismo y hacer valer sus derechos. Es hermosa la profesión cuando camina codo a codo y no asiste al otro: no está el asistente social que entrega recursos, que da la bolsa de alimentos. No. Eso es un trabajo, es parte de la tarea, pero no es LA tarea. Al contrario: tiene que ver con los derechos humanos, con la justicia social, con la humanización del otro y con generar espacios para que pueda hacer valer sus derechos.
―¿Y dónde está la clave para que esa otra persona pueda alcanzar ese poder?
―Escuchar, leer, saber interpretar las necesidades, los momentos, no avasallar y generar las condiciones. Es una profesión que exige un posicionamiento ético-político; toda acción es política, todo lo que hacemos tiene un impacto. Mi intervención es a partir de un informe: yo le presento a la jueza mi opinión, y en el informe a veces digo o no digo, pongo o no pongo. Todas esas decisiones que tomo son políticas, tienen que ver con un hacer. Entonces, en la medida en que también mi lectura y mi interpretación esté relacionada con los derechos humanos, el éxito se puede dar. Mi decisión no es la última: mi intervención llega hasta ahí. ¿Me gustaría que a veces algunas cosas fueran distintas? Sí, pero no depende de mí exclusivamente, yo soy uno más en el proceso.
Trabajando en el juzgado vio cosas terribles y más de una vez salió llorando:
—Desde situaciones de condiciones habitacionales que no podés creer, muy precarias, hasta situaciones familiares desbordadas.
Aún recuerda con angustia una intervención que hizo con un compañero, en una casa donde un padre había sido autorizado por la jueza para llevarse a sus hijos:
—Fue una situación muy violenta, no violenta físicamente, sino llanto, esa madre a la que le sacaban los hijos, los peques que lloraban… ¡Fue tremendo!
―¿Te sentiste en peligro alguna vez?
―En algunos casos sí, como cuando te cierran la puerta con llave, cuando vas sola y hay solo hombres… es una cuestión de género también. Pero no son las más, ya te digo: como soy tan arriesgada, también voy con mucha seguridad.
―Yendo a lo positivo, ¿recordás alguna devolución conmovedora tras un buen desenlace?
―En los casos de adopción. Hace 4 o 5 años dimos en adopción a 2 hermanitos y es el día de hoy que la pareja nos agradece. Ella, Cynthia Golluscio, escribió un libro y nos consideró en los agradecimientos. Cada vez que puede, nos agradece la intervención, el tiempo que le dedicamos, el acompañamiento, el seguimiento. Eso es muy grato. Uno no lo espera, porque hace el trabajo que tiene que hacer, pero a veces lo encontrás del otro lado.
Nacida en Bahía Blanca, vivió un tiempo en el barrio Universitario, luego en el macrocentro y ahora, en Villa del Parque junto a su gata “Miya”, un nombre de origen japonés que significa “sagrada casa”. Carolina siempre fue más de los perros, pero cuando llegó esta gatita, en plena pandemia, supo que le daría ese marco sacro a su hogar. Y así fue.
🐱 Se dio gracias a un grupo de WhatsApp donde ofrecían gatitos en adopción. Ella dijo: “¿Por qué no? Así llegan los grandes amores, sin mucho preaviso”.
Hoy Carolina disfruta tanto su tiempo ahí dentro como fuera. Después de su jornada laboral, de 8 a 14, la cual sólo se extiende si hay alguna urgencia, desconecta con la lectura, la vida social, el deporte y los partidos de River, algún viaje, la bici…
―Hace unos 5 años que me volví a subir a una bici y descubrí que es una de mis pasiones. Uso las ciclovías, me parecen reútiles. En 2023 tuve un accidente muy grave, estoy viva de milagro, y si bien no fue en la vía pública, porque yo estaba corriendo una carrera, hoy la bicisenda me da mucha más seguridad.
🚲 No recuerda detalles producto de una amnesia postraumática pero, según pudo reconstruir, iba en bajada, se le trabó la rueda y en el impacto se le “estalló el hígado”. Le salvaron la vida en Pigüé, con una cirugía de 30 puntos.
🚑 Pasó 40 días internada y estuvo en coma: “Creo que si me acordara, no habría vuelto a subir. Por suerte no me acuerdo y disfruto”.
―¿Tenés algún miedo?
―Que le pase algo a mi familia. Después no, soy bastante aventurera, arriesgada.
La familia es su sostén, sobre todo en situaciones límite: sin ellos, asegura, no hubiera podido atravesar el tiempo de internación y el impacto que fue despertarse tras 8 días en coma.
👨👩👧👦 A su lado estuvieron su mamá Margarita, que meses después falleció, su papá Daniel y sus hermanos Franco (25) y Micaela (39), que vive en Tandil y es mamá de Jazmín (1).
―¿Recordás algo del momento en que estuviste en coma?
―Recuerdo que pensé: “Qué raro que no me despierte, que no venga ‘Miya’ a despertarme”. Después dije: “No fui a trabajar”. Y: “No fui a votar.” Justo era noviembre, época de elecciones. La otra pregunta fue: “¿Y si estoy muerta? Capaz que me morí y es esto estar muerta”. Después empecé a escuchar que venían los kinesiólogos, los médicos… y abrí los ojos y ahí empezaron a entrar mis amigas, mis amigos, mi familia… Yo no entendía nada.
―¿Te cambió en algo el accidente?
―Sí. Dije: “No puedo volver a ser la misma, porque por algo me pasó, para algo me pasó”. Al menos no quiero volver a ser la misma, porque una segunda oportunidad no se te da siempre. O sea: podría no estar hoy, y sin embargo mi alma dijo: “Un poquito más”.
―¿Encontraste la respuesta al “para qué”?
―No. Pero bueno, supongo que tiene que ver algo con el amor, con aprender a amar incondicionalmente a los que tengo cerca, sobre todo cuando despotricás sobre tu familia: “Ay, ¿por qué este padre, por qué esta madre?”. Después de que pasan muchas cosas, entendés todo. Yo salgo en diciembre, en marzo mi viejo tiene un accidente de tránsito, en abril mi mamá muere de una enfermedad horrible, y lamentablemente es como que la muerte te muestra muchas cosas, entre ellas, que el amor que sentías por los vivos crece aún más. Perdonás y amás aún más.
Orgullosa de sus raíces, asegura que Bahía es un buen lugar para desarrollar su actividad. En otras ciudades, la gente viaja 1 hora o más para llegar a su lugar de trabajo, no tiene espacios verdes alrededor o está lejos de su familia, pero Carolina acá tiene todo y puede decir: “Guau, qué privilegiada, todos los días salgo de mi casa con una sonrisa, me subo a mi bici y vengo. La puedo estacionar, ¡eso es un montón!”.
🧐 Sí marca la necesidad de más espacio laboral: hace 8 años salió una resolución para crear el cuarto Juzgado de Familia, pero todavía no está en funcionamiento: “Nos aliviaría muchísimo”.
Si bien lo social es una parte importante de su vida, a futuro no descarta hacer otras tareas: le encanta viajar (“cualquier lugar puede ser un buen lugar”) y está terminando la diplomatura para ser guía de museo, por lo que se imagina vinculada a instituciones culturales y a la comunicación.
―Todo lo que es comunicar, difundir, me apasiona.
―¿Te queda algún sueño por cumplir?
―Hacer una visita guiada: es un sueño muy cercano, porque sé que lo voy a hacer. Y seguir viajando, disfrutando de las cosas simples y encontrarle un sentido a la vida que vaya más allá de lo material. Al final, nos llevamos momentos y nada más.
Cree en Dios, en el universo, en la fuerza: cree en algo. Y encuentra el éxito en la felicidad. Por eso se considera exitosa: se siente “superfeliz y agradecida”.
―¿Qué le dirías a la Carolina que eligió seguir trabajo social?
―Que lo hizo muy bien, y que el trabajo es mejor cuando es acompañado. El equipo que te acompañe en el lugar donde estés es valiosísimo. Hoy crezco al lado de mis compañeros. Tengo 2 colegas que son brillantes, Juan Pablo Imperial y Santiago Lucarelli, que no sólo son mis compañeros, sino que son mis amigos. Saber que yo descanso en ellos, que cuento con ellos, les comparto situaciones y que la lectura que van a tener es la que va a ser la mejor, me hace sumamente feliz. Más allá de los casos en los que tengo que intervenir, saber que todas las mañanas me encuentro con ellos es superenriquecedor y enriquece mucho más la profesión.
―¿Ese es tu mayor aprendizaje?
―Sí: no se llega lejos si se trabaja solo. También con el tiempo empezás a saber en qué cosas poner más ímpetu y a soltar un poco el control cuando sabés que los procesos judiciales no dependen exclusivamente de vos. No te olvidás que estás “al servicio de”, pero también sabés que, aunque podés hacer mucho, tu intervención tiene un límite. Igual, creo que el aprendizaje más interesante es ese: se llega más lejos cuando se trabaja con otros.
🤗 En 8000 ofrecemos un periodismo bahiense, independiente y relevante.
Y vos sos clave para que podamos brindar este servicio gratuito a todos.
Con algún cafecito nos ayudás un montón. También podés hacer un aporte mensual, vía PayPal o por Mercado Pago:
¡Gracias por bancarnos!
👉 En esta página te suscribís gratuitamente.
💁 Quiénes somos, qué hacemos y por qué.
👀 #SeresBahienses es una propuesta de 8000 para contar a nuestra gente a través de una serie de retratos e historias en formatos especiales.
La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
👩🌾 Delia Lissarrague, productora rural: aquel amor a la tierra
👩🍳 Margarita Marzocca, cocinera y jubilada: un gran gusto portuario
🧐 Walter Tuckart, tecnólogo y docente de la UNS: aplicar con clase
🚛 Evelyn Sánchez, recolectora y chofer: al volante del reciclado
🏀 Maia Richotti, docente y basquetbolera de ley: una clase de pasión local
🧠 Fernando Luciani, psicólogo, músico y docente: al son de los deseos
⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención
🚢 Andrés Castagnola, práctico de nuestra ría: guía a buen puerto
✊ Paola Quiroga, activista trans: ser quien sos es una lucha
🤗 Maximiliano Mazza, operario, exvendedor, cocinero: la inclusión se trabaja
🥁 Sebastián Lamoth, baterista, sonidista y papá: tocar con todo
🐝 Luciano Morales Pontet, apicultor y cooperativista: el enjambre productivo
👩🏫 Myriam Cony, maestra rural: sembrar futuro para cambiar el mundo
👩👧👦 Paola Vergara, voluntaria de la vida: hacer algo por muchos
🏋️♀️ Marina Danei, entrenadora y deportista fitness: hambre de luchar y superarse
📚 Laura Faineraij, bibliotecaria: un montón de páginas inolvidables
🥊 Johana Giuroukis, emprendedora y boxeadora amateur: va como piña
🏅 Gerardo Mancisidor, veterano de Malvinas: volver a ser visible
🚴♂️ Kevin Jerassi, encargado de la escuela de BMX: ahí va, pedaleándola
🎊 Guillermo “Beto” Carranza, organizador de eventos: hay que animarse
👩🏼🎓 María Emma Santos, economista, investigadora y docente: riqueza académica
🧙🏼♀️ María Teresa Caporicci, alma de Ayuda-Le: el hada de los peladitos
🩰 Manuel Martínez, bailarín clásico: mucha libertad de expresión
🏃♀️ Natalia Fechino, profesora de Educación Física y runner: alegría kilométrica
👨🦯 Sergio Hernández, profesor y músico ciego: lo esencial está ahí
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec