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👨‍🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio

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Vicente Cosimay nació en la localidad de General Daniel Cerri, tiene 45 años y es bombero voluntario. Entró al cuartel cerrense en 1999 y 1 año más tarde empezó a trabajar en el cuerpo activo: es decir, a hacer salidas en el autobomba.

Es un estilo de vida. Vos estás 24 horas de servicio y tu vida está reglamentada: sí, te anotás por propia voluntad, pero una vez que estás en este sistema tenés que organizarte en las líneas y todas las cosas que hay acá —le cuenta a 8000.

Ser parte de bomberos voluntarios implica cumplir con guardias de handy en casa, estar preparado para salir si suena la sirena, saber que por ahí vas a tener que interrumpir una juntada, una fiesta o cualquier otra actividad.

También supone estar listo para pasar varias horas en el cuartel. Vicente cuenta que, por ejemplo, cuando hay tormentas grandes con inundaciones por ahí les toca hacer hasta 30 salidas. Entonces se quedan ahí, comen ahí…

Y en medio de toda esa vorágine es importante no perder el equilibrio.

—Todos tenemos nuestro trabajo, porque de algo tenemos que vivir. Yo, por ejemplo, trabajo en una casa de repuestos. Y tenemos que equilibrar ese trabajo, la familia y bomberos. Algunos no llegan a equilibrarlo y ven que no es para ellos.

—¿Y qué pasa si estás en tu trabajo y hay una emergencia?

—Podés salir. Hay una ley nacional que ampara al bombero para que no haya ninguna sanción económica y no tengamos ningún tipo de problema. 

Sin embargo, la realidad suele ser diferente: Vicente cuenta que, en general, es difícil que el empleador les permita irse cada vez que suena la sirena.

—Tampoco queremos generar eso de “no voy a tomar a un bombero porque no sé cuándo va a venir”. Por eso, nos organizamos para respetar los horarios de trabajo.

Hacen todo tipo de servicio. Van a accidentes, incendios de casas y forestales, rescates de personas y animales, y también responden a otras necesidades del pueblo cerrense.

—Cualquier cosa que no se puede hacer, “llamemos a los bomberos”. Y nosotros vamos y tratamos de resolverlo. Es una satisfacción poder ayudar

—¿Por qué elegiste ser bombero voluntario? 

—Muchos ya nacen con esa vocación, otros porque los papás han sido bomberos… Y el caso mío es totalmente distinto: yo trabajaba en los gimnasios y me llamaron para preparar una brigada de bomberos que iba a competir a Santa Fe; entonces los preparé, fuimos a la competencia, me encantó el ambiente de bombero y quise competir, pero te pedían que tengas 1 año de bombero, así que vine y me anoté.

Desde entonces es bombero voluntario: jamás se alejó. Dice que el cuartel lo llamó para trabajar y siente una enorme satisfacción por todo lo que pudo lograr.

Fue instructor, subdirector y director en la escuela de cadetes. Después pasó a ser coordinador nacional de cuarteles en representación de la Federación Centro Sur. Y en la carrera fue bombero, ayudante, subayudante, oficial y hoy es segundo jefe.

Su trabajo consiste en ocuparse de todo lo que ocurre con el personal, la instalación, los vehículos, los equipos, y a su vez organizar, delegar, reunirse, llevar la necesidad de la comisión directiva y colaborar con los eventos que haya.

También puede hacer salidas, pero en general está para coordinar la emergencia.

El bombero voluntario no tiene sueldo. Para Vicente, la paga es esa satisfacción que se siente en el corazón cuando estás volviendo y decís “wow, lo pudimos hacer, pudimos ayudar, pudimos sacar a una persona”. Aunque no siempre es así, lamentablemente…

—Hay veces que uno no llega porque fue un accidente grave y no podemos hacer nada… Lo más difícil de ser bombero es cuando uno empieza a recorrer ese lugar y puede ver todas las pertenencias tiradas, puede ver un poco la música que escuchaba, el libro que leía, la fe que tenía… Todo eso es impactante para nosotros.

En esos momentos se cuestiona por qué se detuvo el tiempo de esa persona, qué es la vida, qué es el amor, qué es la familia…

—¿Te tocó despedir a alguien? 

—No. Sí me pasó de situaciones donde tenemos que sacar a una persona y se nos complica. Nos pasó una vez cerca de Rodovía: no la podíamos sacar, tenía los pies atrapados en una combi. Fue uno de los rescates más difíciles, pero lo logramos.

Cuando el bombero tiene una emergencia, “fracciona su vida”, dice Vicente: estás comiendo con tu familia, de repente suena la sirena y salís corriendo al cuartel, te cambiás, subís al autobomba y vas, sin saber con qué te vas a encontrar.

Y el tránsito no siempre ayuda: no todos ceden el paso. De ahí la importancia del chofer, que tiene que tener un temperamento especial para manejar la situación. Tienen que llegar lo más rápido posible a asistir, pero tienen que llegar

—Además de rescatar a alguien, todos tenemos familia. Tenemos que cuidarnos para seguir adelante. Esto no es un juego: es algo que lo tomamos muy en serio.

Una vez en el lugar, todo se vuelve acción. En el caso de un accidente tienen 60 minutos, llamados “hora dorada”, para sacar a la persona de ahí. Cuanto más eficiente es el trabajo del bombero, más probabilidad de que esa persona viva.

Ya en el cuartel, limpian todo, guardan, se cambian la ropa, registran toda la actividad y después se juntan con la psicóloga, que emplea la técnica defusing, una técnica para manejar el estrés, una especie de barrido emocional para no llevarse toda la carga a casa.

—Nos sentamos y empezamos a hablar: “¿Cómo te sentiste?”, “¿cómo trabajaste?”. Se permite expresar todo tipo de emoción porque muchos venimos en shock, de ver cosas que no estamos acostumbrados. Y después tenemos que armar lo que se fracturó de nuestra vida: nos preguntamos qué estábamos haciendo, qué vamos a hacer al llegar. Es una forma de armar otra vez tu historia y que no quede ese vacío, ese trauma.

—¿Siempre te recuperás? 

—Yo nunca he tenido problemas. Nosotros sabemos que cuando empezamos a soñar todas las noches con lo mismo o se produce algo en la emoción que altera el comportamiento, ya se produjo el trauma, y lo tenemos que tratar con la psicóloga.

Vicente también encuentra sostén en la fe, que le permite ver las cosas de otra manera: son “llamados para esto” y hacen lo posible, pero no son superhéroes.

Somos personas con sentimientos, con emociones, con necesidades. A veces estamos bien, a veces estamos cansados.

—Para los chicos sí son superhéroes, ¿no?

—Sí, eso sí. Yo siempre digo que saluden a los chicos, que estén atentos a sus necesidades, porque el día de mañana ellos pueden ser bomberos.

Es tal la admiración que continuamente reciben dibujos de los más chiquitos. Y no salen de su asombro cuando van de visitas a los jardines: ahí les enseñan a no tener miedo ni al traje de bombero, ni al tubo para respirar, ni a la sirena.

—Les enseñamos que los bomberos son sus amigos. Les compartimos la ropa para que ellos se la prueben y los ponemos en una camilla para que vean cómo es. Los preparamos por si algún día tienen un accidente, que sepan que puedan confiar.

Y son cosas que a los chicos les quedan. Les ha pasado que después de algunos años aparece alguno en la escuela de cadetes con un solo deseo: ser bombero.

—Me acuerdo de un chico que venía con sus cartas, que lo teníamos que convencer para que vaya al campamento en la escuela de cadete y hoy es oficial. Es algo muy lindo, siento que el progreso de cada uno de los chicos es también mi progreso.

El cuartel de Cerri se fundó en 1987 por las necesidades del pueblo: los bomberos de Bahía no siempre llegaban a tiempo cuando había un incendio, entonces los vecinos impulsaron el cuartel.

Hoy hay 70 bomberos en el cuerpo activo y los cupos femenino y masculino están equiparados. Está a cargo Andrea Tumminello, que entró hace más de 20 años y en 2019 se convirtió en la primera jefa del cuartel.

Los gastos del cuartel se solventan con subsidios estatales, aportes de vecinos e iniciativas propias del cuerpo de bomberos para generar recursos.

—¿Creés que esta actividad debería profesionalizarse y que haya sueldos?

—Nuestro cuerpo está profesionalizado con respecto a las técnicas y todo lo que hay que hacer. Pero el bombero voluntario es el vecino que se capacitó para ayudar a otros vecinos. Ese es el concepto y mientras se pueda sostener, está bueno que sea así. Sí necesitaríamos un cuartelero las 24 horas, que por supuesto debe ser pago.

Vicente detalla que el bombero voluntario tiene que cumplir al menos 2 horas semanales de guardias y otras 2 en la sección que le corresponda, que puede ser automotores, capacitación y ayudantía, entre otras.

Pero no tienen una cantidad definida de horas: nunca se sabe qué puede ocurrir.

El cuartel se divide en 2 brigadas y cuando suena la sirena, va la que está de guardia. Si no hay emergencia, suele coordinarse por handy. Pero cuando hay un accidente grave o un incendio de casa que requiere más gente, tocan la sirena.

—El que escucha tiene que venir. Son 3 toques que indican que tenés que venir. Y una vez que llegás, tenemos un cartel que dice qué tipo de siniestro es y ahí se organiza.

Mientras se coloca el equipo, Vicente cuenta que hay 2 tipos de vestimenta: el traje estructural y otro más liviano para los incendios forestales. Y los cascos difieren de color: blanco para oficiales y jefes, rojo para suboficiales y amarillos para bomberos. 

—¿El equipo aísla el calor?

—¡Noooo! Te morís de calor… En una época sufrí un problema respiratorio por tanto incendio: estábamos expuestos a mucha temperatura mucho tiempo y me agarró como un asma crónico. Ahí aflojé un poco.

El incendio que más lo marcó fue en el pueblo, un verano con temperaturas altísimas. Según los recuerdos, todo arrancó con un vecino queriendo quemar basura y terminó con “una tormenta de fuego” producto de las fuertes ráfagas de viento.

El fuego cruzó todo el pueblo, no lo podíamos parar. Tuvimos que pedir ayuda a los cuarteles vecinos y se llenó de autobombas. Me acuerdo de haber llevado compañeros acalambrados de tanto luchar.

Esa noche se superó la capacidad de respuesta. Pero con la ayuda de varios cuarteles y los vecinos de Cerri, pudieron extinguir el fuego cerca de las 3 de la mañana.

También recuerda como si fuese hoy la noche en que despertó a una parte de Cerri.

Fue por el año 2000. Había una sirena de baja potencia y como los handies eran caros, la mayoría tenía bíper, un dispositivo que mostraba mensajes como “Personal de guardia presentarse en el cuartel”.

—Donde vivía, a veces por el viento no se sentía la sirena. Y una noche suena el bíper a las 3 de la mañana: decía que había un accidente en la ruta 3 sur. Agarré la bicicleta, me vine con todo, llegué y no había nadie. Era imposible, ¡yo vivía a 10 cuadras!

Vicente pensó que había leído mal. Volvió a mirar, pero no: el mensaje decía “Accidente en la ruta 3”. Entonces tocó la sirena, y enseguida sonó el teléfono. Del otro lado, un comisario le preguntó qué pasaba. “Tengo un accidente en la ruta”, devolvió Vicente.

—Llegó uno de los oficiales y preguntó qué pasaba. Le dije que me había sonado el bíper y me respondió: “No, están andando mal, suenan desparejo”.

Se trataba de un incidente viejo: los bomberos ya habían ido y vuelto…

—Al otro día preguntaron: “¿Quién tocó la sirena a las 3 de la mañana?”. “Vicente, vení para acá”, y me dieron unos coscorrones… ¡Naaaa, de buena manera!

En medio de las corridas, la emergencia y los contratiempos, también se disfruta. A Vicente le causa enorme placer ver crecer a los más chicos, que formen familia y que perduren en la institución. Y también, la respuesta y el amor de su pueblo.

—Cada vez que compramos un autobomba damos la vuelta tocando la sirena y todo el pueblo sale a saludarnos. El Día del Bombero se llena de jardines, de tortas, de cartas. Son cosas muy satisfactorias, que a medida que uno crece las siente más.

Y así también pasa con los actos: se vuelven más emotivos. 

—Ves gente que no está, gente que daba órdenes y ahora está en reserva… Mirás para arriba y ya no queda nada, mirás para abajo y están los chicos que veías en la escuela. Parece mentira que en estos 24 años pasó la vida así, en un abrir y cerrar de ojos.

La vida del bombero va cambiando: no es lo mismo cuando arrancás, con toda la juventud, con toda la polenta y el tiempo del mundo, que cuando ya sos más grande, tenés más compromisos, formás una familia.

—Cambia tu forma de pensar: antes eras impulsivo, te subías al autobomba, llegabas rapidísimo. Ahora los chicos llegan mucho más rápido que vos, y vos tenés más precaución, más conciencia del peligro, pensás más en que todo vaya bien.

Insiste en la importancia de volver sano y salvo a casa. Es padre de Angelina, de 9 años, y Jazmín de 14: siempre están presentes en sus pensamientos.

—Cuando tengo un tiempo me gusta estar con ellas, con mi señora (Gabriela)… A veces hay semanas enteras que casi no puedo verlas. Es tremendo. Siempre soñé con tener una familia, por eso siempre digo que hay que tratar de tener un equilibrio y no dejarles ese vacío de “papá no estaba nunca”, aunque a veces pasa… 

—¿Ser papá te ha hecho dudar de continuar? 

—No, aunque cuando uno va creciendo se va poniendo más difícil. Uno se pone en el lugar del familiar o la persona que tuvo un accidente, y dice: “Podría ser mi hijo”, “podría ser mi familia”. 

Vicente asegura que Cerri es el ambiente justo para este tipo de actividad:

Este lugar es hermoso, nuestro cuartel es hermoso. Cuando hay un proyecto, se apoya. La escuela de cadetes surgió para sacar a los chicos de la calle, y gracias a este cuartel y a este pueblo hoy tenemos un montón de chicos y nunca nos cansamos de recibir bomberos.

Al pensar en su retiro, dice que le gustaría irse a tiempo: viendo con satisfacción cómo todos siguen el camino, cómo crecen, cómo se capacitan cada vez mejor.

—Quisiera terminar mi carrera y decir: “Hasta acá llegué, hice las cosas tratando de que salgan bien”. No todo es perfecto, pero quiero que me juzguen por mis intenciones de haber querido hacer las cosas bien cada día que estuve acá.

—Y mirando hacia atrás, ¿qué le dirías a tu yo de los comienzos?

—Que hay un camino por transitar fantástico. Si volviera a nacer, haría lo mismo.


Producción, videos y edición audiovisual: Tato Vallejos

Producción y texto: Belén Uriarte

Fotos: Eugenio V.

Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec


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