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🙋‍♂️⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención

Nuestra gente, nuestra mirada, nuestra ciudad.

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A los 21 años, Sebastián Candia estudia Abogacía en la Universidad Nacional del Sur, hace changas y cadetería, y sobre todo preside el Club Social y Deportivo Miramar De Pie.

En esta institución barrial de Charcas al 2.000, dedicada a los pibes, Seba estuvo siempre: jugó al fútbol con su hermano menor Iván (que hoy es el vice) y luego se puso a dar una mano como dirigente.

―Es un lugar donde todos disfrutamos estar y donde verdaderamente nos sentimos identificados ―le dice a 8000―. Nos trae un sentido de pertenencia muy grande, muy arraigado. Nos gusta estar acá y también nos transforma.

―¿En qué te transforma Miramar de Pie?

―Esto es un potrero, es la salida. Cuando los chicos de barrio no pueden pagar un club, y los clubes de la Liga del Sur no cumplen esa vocación, es cuando nacen estos clubes barriales. Nosotros competimos en una Liga Municipal, pero más allá de todo se trata de inculcar valores y encontrar la vocación, para qué estamos.

―¿Creés que acá está tu vocación?

―La trato de encontrar día a día… la verdad, no sé. Nació la necesidad de establecer una comisión y ahora estamos a cargo de la parte dirigencial. Nos morimos de ganas de estar compartiendo con los chicos un entrenamiento, pero también entendemos que debemos formarnos para poder dar mejores herramientas. Este es un lugar de contención, no sólo para los chicos sino también para nosotros. Es un cable a tierra y puede ser que eso sea la vocación.

En la cancha de tierra, ubicada a 10 cuadras del shopping, al toque del cementerio y de los parques Independencia y Campaña del Desierto, hoy patean pibes y pibas de 4 a 15 años. Pero alguna vez fue un basural.

Un viejo recorte de diario refleja que en 1995 los vecinos se establecieron ahí, y así arrancó todo.

Recién en octubre de 2017 se produjo la gran transformación: una nueva comisión directiva refundó el club y lo llamó Miramar de Pie.

Sebastián dice que su papá Walter fue clave, ocupando los cargos de técnico, vocal y presidente interino.

―Las personas de esa comisión nos dieron escudo, camisetas, pantalones, medias… Nos dieron una identidad, un lugar donde sentirnos pertenecidos. Eso fue fundamental, porque cambió de una manera radical la mirada de los pibes.

―¿Qué cambios ves hoy en comparación con tu infancia? 

―Más allá de las mejoras en infraestructura, lo principal fue el grupo que se armó. Cuando era chico, a mi viejo lo hicimos sufrir, pobre, estaba como dividido: vos de acá, yo de allá, tu papá esto, vos aquello, siempre denigrando, mucha violencia. Pero hubo un cambio generacional muy grande: supimos que estábamos para otra cosa

Seba prefiere gambetear detalles de aquellos tiempos violentos y celebra que hoy son todos amigos:

―Viajamos juntos, salimos juntos, nos juntamos a comer un asado, vienen a colaborar… ¡Salió buena la camada!

Actualmente, van al club alrededor de 80 nenes y nenas que integran las 4 categorías formativas y mixtas que ofrece la Liga Municipal, y juegan los fines de semana. También van chicos de 4 o 5 años que no pueden competir pero quieren ser parte

―Más allá del entrenamiento, tenemos un espacio que se llama “copa de leche”. Es una merienda que también es muy importante para hacer al equipo. Es el momento donde los chicos pueden jugar a las cartas, compartir, hacerse amigos.

Ahí se divierten, dice. Y aunque no a todos les gusta patear la pelota, sí sobran ganas de ir y colaborar.

―Siempre que hay alguna actividad, los chicos están: venimos a limpiar la cancha o a marcarla, los chicos están. Y sabés que por más cansado que estés, vas a tener que venir porque te van a estar esperando. Cuando vengo caminando, a lo lejos me ven los chicos y van corriendo a abrazarme. Eso me llena, me levanta.

A su lado, asiente Iván: a los 19 también siente la necesidad de darle algo al barrio:

―Acá es todo ad honorem, pero los chicos te lo devuelven ―nos cuenta―. Como dice Seba, que te abracen cuando llegás o entrenar y reírte con ellos… Venís con 1.000 quilombos de afuera y acá te despejás, charlás con los chicos: para mí, es la paga más linda. Estoy recontento de poder estar acá.

Iván, el hermano menor.

Según Seba, el objetivo principal del club es sacar a los chicos de la calle y contener. Y en lo personal, supone un desafío: transmitir lo que a él le transmitieron.

―También se aprende. Hay valores que te inculca un deporte en cuanto a la responsabilidad, la constancia, el sacrificio, esas cosas que después las pasás a la vida y les sirve a todos, porque nunca vas a ganar nada sin esfuerzo

Hoy valora muchísimo aquella Copa de Caballerosidad Deportiva que ganaron en 2018: en su momento no la querían, porque era como “un premio por no hacer nada”… 

―Ahora que estamos acá, ese “no hacer nada” involucra decir “hola”, “buenas tardes”, “gracias”; juntar el papelito que se cae; no insultar ni pelearse… La caballerosidad deportiva es el objetivo principal en los clubes de barrio

Cree que el deporte es una herramienta de trabajo social y destaca que hay otras instituciones que cumplen la misma función, con las que trabajan codo a codo. 

La sociedad está muy violenta, ese es uno de los problemas principales y se traslada mucho al fútbol. Nosotros bajamos línea de que venimos a jugar, a divertirnos, de que el compañero es amigo, de que hay que cuidar al otro.

Y en toda esta movida es muy importante el apoyo de la comunidad. Los gastos se solventan con la cantina cuando hay partido y tareas grupales como venta de empanadas, rifas, bonos contribución, té bingo…

  • 📝 También integran la comisión directiva Manuela Rabino (secretaria), Ángela Chávez (tesorera), Eleazar Candia (revisor de cuenta), Renata Biscaychipy (revisora suplente), Bianca CandiaLuis Candia y Valentín Bañares (vocales). 
  • 🤝 Colaboran los profesores Germán Ledesma, Santiago Pérez y Alejandro Jiménez. Y acompañan el exfutbolista Martín “Gula” Aguirre, Félix Zamora, Bautista Ríos y Rocío Pellegrino, junto al grupo de madres y padres.

La necesidad y el trabajo son constantes:

―Hacemos un llamado a la sociedad en su conjunto para colaborar con los chicos —nos dice Seba—. Cuando hacemos la copa de leche, por ahí no hay nada para compartir y bueno, un poquito cada uno, 1 kilo de pan, mermelada, rodajitas… la idea es compartir.

  • 🙋‍♀️ Para colaborar, contactate por FacebookInstagram o al 2915277240.
  • 🔎 También buscan patrocinios para poner en el alambrado de la cancha.

Sebastián vive en Miramar con su familia, que se termina de componer por su mamá Paola y su hermana Bianca (la vocal). Ese sector alto de la ciudad, con calles de tierra y cloacas postergadas, es su lugar en el mundo. Y lo defiende, sobre todo de ciertos prejuicios:

―Me jode demasiado cómo miran a los pibes de barrio, al nene que usa visera, porque ignoran los códigos que hay acá: son chicos inteligentes, el futuro de todo. Cambiar la mirada acá fue muy importante: Miramar era peligroso, Villa Perro, “los negritos de allá arriba”, y hoy todos los chicos de nuestra camada son trabajadores o estudiantes

Está convencido de que formarse es el camino:

Esto se salva con educación. No hay otra manera. No es ni con más policías ni con más armas; es con educación, es con trabajo, es alimentando esa cultura, es defendiendo a los chicos, es dándoles un lugar para que se sientan identificados. Eso es lo principal.

En Miramar, Sebastián conoció mucha gente que marcó su vida. Por ejemplo, el profe Gustavo Olea, que cuando era chico le decía que lo principal pasaba por la persona, porque total “en la cancha sólo estás 2 horas” y  “de 1.000 pibes llega 1”…

Hoy Seba baja ese mensaje:

―¿Llega 1 de 1.000? Bueno, todos los demás lo aplaudimos y seguimos con nuestro proyecto: no nos vamos a desviar.

En el club trabajan mucho en esa línea, por eso molesta tanto “la mirada por arriba del hombro”:

―No porque esto sea una villa está lleno de droga. La droga está en los barrios más pudientes de Bahía y la manejan los poderosos. Soy de acá, me gusta estar acá, hacer. Ojalá que los chicos el día de mañana, más allá de ser futbolistas, puedan tener un oficio, una profesión, decir: “Soy de Miramar y soy abogado”. Ningún pibe nace chorro. La seguridad es incluir a los pibes: si los excluís, van a estar marginados, llenos de violencia, y es como si a un perro lo criás con violencia: va a morder.

―¿Cuáles son tus proyectos con el club? 

―Ahora nos pusimos en la cabeza hacer camisetas nuevas. Y para más adelante, terminar de cercar las canchas, hacer los baños y tener una escuelita de fútbol más formativa, con personas que tengan presente que estamos para un fin más social que deportivo. La idea es que el club pueda agregar más deportes, apoyo escolar. También tener un SUM donde los chicos puedan merendar, articular con instituciones locales y acercar talleres o cursos de capacitación profesional, para que los pibes de mi barrio puedan salir con un oficio y un proyecto de vida.

―¿Y a nivel personal?

―Progresar en la vida, como todo pibe; recibirme de la carrera de Abogacía o de alguna que me llene de herramientas para avanzar personalmente y ayudar a otros.

Sebastián considera que Bahía Blanca tiene mucho potencial y sueña con ser parte de un proyecto que integre a las barriadas y acompañe el crecimiento de la ciudad.

Y no imagina un futuro lejos del club: quiere seguir perteneciendo.

―Mirando hacia atrás, ¿qué le dirías a tu yo de los comienzos?

―Que disfrute al máximo su infancia, porque no vuelve. Y que aprenda todo lo que pueda, que se cuide y se eduque.


Producción, videos y edición audiovisual: Tato Vallejos

Producción y texto: Belén Uriarte

Fotos: Eugenio V.

Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec


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