#SeresBahienses
🥁🎶 Sebastián Lamoth, baterista, sonidista y papá: tocar con todo
Nuestra gente, nuestra mirada, nuestra ciudad.
―Fui verdulero, fui estudiante de la universidad, fui laburante de contratistas en el Polo, y hoy me defino como músico, sonidista y papá ―le dice a 8000 Sebastián Rodrigo Lamoth, el “Ruso”, baterista de la banda Luceros el Ojo Daltónico.
Tiene 41 años y lleva más de la mitad de su vida vibrando con los ritmos: a los 16 le regalaron su primera batería y a los 24 dejó todo para dedicarse al 100%.
―Me acuerdo de una charla en una sobremesa un 1° de enero. No quería saber más nada y mi viejo me dice: “¿Qué querés hacer?”. “Me quiero dedicar a la música”, le digo. “Bueno, a partir de mañana no vengas más al negocio, dedicate a la música”.
Antes, el “Ruso” se metió en muchas carreras… pero no terminó ninguna.
―Estudié abogacía, ingeniería electrónica, ingeniería química, geología, inglés, una ingeniería IP en la UTN…
Allá por 2005 fue cuando largó todo. Laburaba en el almacén de su familia, atendiendo el sector de verdulería; estudiaba en la UTN, trabajaba en una empresa del Polo Petroquímico y los sábados cursaba…
―En un momento entré a una de las plantas con mi casquito, con mis zapatitos punta de acero y dije: “¿Qué estoy haciendo acá?”.
Entonces llegó aquel mensaje de su papá Alberto y la música pasó a ser todo.
―¿Recordás cuál fue el primer contacto con la música?
―De muy chico: no por instrumentos, pero sí por mi viejo y mi abuelo que me hacían escuchar discos. Tengo recuerdos de llegar a la casa del papá de mi viejo, “Coco”, que esté escuchando música clásica y me lleve delante del equipo, teniendo 4 o 5 años…
―¿Y arrancaste a tocar solo?
―Sí, al principio solo. Mis amigos eran rugbiers, basquetbolistas o futbolistas como yo, no tenía amigos músicos y tampoco era muy bueno para hacer relaciones nuevas en ese momento. Empecé a tocar la bata solo y después la largué, porque estaba para el fútbol y esas cosas. Fue a los 16, 17… Y a los 23, 24, mi hermana, 6 años menor, me dijo: “Che, unos compañeros de la secundaria están armando una banda”.
- 🥁 Así empezó a tocar en el grupo Da Igual. Pero duró apenas 1 año y nunca salieron del garaje donde ensayaban: sólo hicieron un recital para familiares y amigos.
Después llegó el turno de Helaguiar: el “Ruso” fue uno de sus fundadores, también compositor y batero. Y finalmente apareció Luceros.
En 2008 sucedió el primer contacto: la banda lo convocó para hacer sonido en el boliche Supersónico, que funcionaba en la calle Fuerte Argentino.
Un par de años más tarde lo volvieron a llamar, otra vez como sonidista. Y así empezó a andar con Luceros por todos lados hasta que en 2014 se incorporó como el baterista oficial.
―¿Este sí fue un camino continuo?
―Siempre fue continuo, en crecimiento. La banda ya tiene 20 años, y yo desde los 7 u 8 años de la banda empecé a tener contacto con los músicos y un poco con su historia.
―¿Cuál es la clave para sostenerse, sobre todo desde el punto de vista de la convivencia?
―En una línea de tiempo es como una especie de zaranda. Creo que en todo pasa lo mismo: a medida que pasa el tiempo, los que están convencidos de algo son los que siguen el camino… La música (hablo por mí) no pasa por el lado de la guita ni de la fama: es estar convencido de que uno quiere vivir y estar todo el tiempo en contacto con la música. Y cuando de repente se van juntando personas que sentimos lo mismo, fluye y camina.
- 🎸 También integran la banda Ignacio Boyo (voz), Dandy Gallardo (guitarra), Juan Arcuri (bajo), Rodrigo Glaria (guitarra) y Carlos Dawson (guitarra acústica).
- 😥 Este año falleció Raúl Soto, el saxofonista.
―¿Qué es Luceros para vos?
―Un gran grupo humano. Creo que estamos todos convencidos de lo mismo, persiguiendo lo mismo y tratando de aprender todo el tiempo de todos y de todas, porque este es un camino en el que te morís sin saberlas todas.
―¿Qué persiguen?
―Perseguimos el hacer música, el estar creando, tratar de reinventarnos, conocer nuevos lugares a través de la música. La banda nos ha permitido viajar mucho, estar en muchos escenarios y festivales, conocer músicos y músicas de la hostia. Estamos todo el tiempo tratando de superarnos, creación a creación.
Para el “Ruso”, la música solía ser todo. Ahora aclara:
―Prácticamente todo: fui papá y sé que no es todo la música, pero es una gran parte. Es mi cable la tierra, mi vínculo para con todos y todas, es un canal muy importante de expresión; es conocer gente, formas de pensar, culturas. Es muy abarcativo, no sé si puedo transmitir con pocas palabras qué significa.
Está en pareja con Rocío y en 2021 tuvieron a Milo. La paternidad le trastocó el panorama, excepto lo que siente por la música, su familia, sus amigos…
―Cambia el orden de prioridades. Te corrés de tu propio eje para darle tu atención a una personita que necesita de vos todo el tiempo. A mí me cambió la vida, ¡para bien!
―Volviendo a la música, ¿recordás cuál fue el mayor papelón?
―Hay un par, pero son anécdotas lindas, cómicas… Recuerdo una con Helaguiar; recién arrancábamos y nos equivocamos en una parte de un tema, no podíamos volver. Cada vez estaba peor y a mí se me ocurrió levantar la mano y gritar: “Pará, pará, que se me rompió el pedal de bombo”. Había una banda tocando con nosotros que se llamaba Después Vemos y el batero salió corriendo a buscar su pedal. Cuando se agachó para cambiarlo, le dije: “Cambialo tranquilo: no está roto, no sabemos cómo salir de acá”.
―¿Y el mejor show?
―¡Hay muchos! Uno que me marcó mucho fue la primera cancha auxiliar de Estudiantes que hicimos en 2017, porque fue una apuesta medio sin pensar, medio descabellada, y la verdad es que no podíamos creer lo que estaba sucediendo.
Otro momento inolvidable lo protagonizó su abuela Teresa en 2019, en Cosquín.
―Se apareció de sorpresa con mi vieja, mi tía, mi primo… Con 80 y pico de años y 38 grados de calor a la sombra, y los pibes mojándole la cabeza… ¡yo no lo podía creer!
Aquel momento quedó inmortalizado en una foto que recorrió el país:
Teresa hoy tiene 87 y sigue haciendo el aguante.
―La primera vez fue en el primer Estudiantes, y pensó que siempre había tocado con ese marco de público. ¡Flasheó que éramos Los Beatles! Ahora no se pierde una.
―¿El apoyo de la familia siempre estuvo?
―Vital. En mi caso, desde siempre. Mi viejo me dijo: “¿Querés dedicarte a la música? No vengas a laburar más con nosotros”, y siempre se aparece acá cuando estamos mezclando. Mi hermana fue la que me dio el puntapié para que arranque a tocar con sus amigos y mi vieja siempre ahí, preparando un sanguchito y yendo a todos lados. Me siento un privilegiado de mi familia natal y de mi nueva familia, de mi compa y mi hijo que también me bancan todas. Es elemental: si no, no se puede.
- Su mamá se llama Liliana, su papá es “Beto” y su hermana, Natalia: la conocen como la “Rusa” y coordina todos los detalles en los shows de Luceros.
―¿Creés que Bahía es un buen lugar para ser músico?
―Cualquier lugar es bueno para ser músico. Bahía está lleno de potencial, lo están demostrando todas las bandas y todos los artistas nuevos que están empezando; hay como una nueva movida después de la pandemia. Los que dicen que Bahía es una ciudad difícil… cuando vas para otros lados, te das cuenta de que más o menos es todo igual, salvo en lugares como Córdoba, Capital Federal, La Plata, Rosario, que tienen mucha movida cultural. Creo que acá estamos muy bien, sólo faltan más lugares.
―¿Se vive de la música?
―De tocar no, de todos sus complementos sí. O sea: yo hago sonido cada tanto, opero alguna banda, tengo el estudio de grabación y tocamos. De esa manera, hace un par de años vivo de la música, pero no exclusivamente de tocar la batería.
—¿Cómo es ser sonidista?
―Un sonidista no hace milagros, hace sonido. Es en el que depositás todo tu laburo como banda o artista: vos estás un montón de horas ensayando, invirtiendo guita, aprendiendo, etcétera, y cuando llegás al escenario dependés de él, salvo que hagas un estilo de música que no requiera de amplificación. El sonidista colorea la banda también. Y tiene que tener una conexión muy cercana con el músico.
En los primeros años tocando con Luceros, no le fue fácil desvincularse de ese rol para ocuparse solamente de la batería…
―Cuando son shows producidos por nosotros, estás tranquilo porque la gente que está laburando es la de uno. Cuando estás en festivales, hay factores que no tenés controlados y se sufre un poquito más: tienen que entrar 450 bandas en 1 día, hay 5 escenarios, siempre algo falla. Pero después de 8 años creo que lo logré controlar.
―¿Cuál es el mayor aprendizaje que te dejó la música?
―Una vez me dijo un gran músico: “Siempre tenés algo que aprender de alguien acá, y no importa de quién”. Creo que ese fue el mayor aprendizaje: parar la oreja y no sentirte más que nadie, no sentir que ya te lo sabés todo. Todas las personas tienen algo para enseñarte, no importa si son o no músicos, si están o no vinculados a la música. Es escuchar, probar y descartar o aceptar ese nuevo aprendizaje.
Mientras se acomoda para tocar la batería, nos tira que nunca es tarde para aprender: un instrumento es constancia, dice.
Se considera un batero amateur. Tomó muy pocas clases y siempre fue autodidacta, aunque el boom de las redes sociales y plataformas como YouTube le permitieron aprender de colegas.
―¿Tenés algún referente?
―No soy muy de los referentes. Creo que cuando tenés un referente, generalmente te pegás inconscientemente, lo copiás. A mí todos los bateros que me gustan están muy lejos de poder copiarlos. Chris Coleman para mí es increíble, o Dave Weckl; después acá tenemos muy buenos bateros, está Fer Tomassini, que es una bestia tocando, que fue con el último que tomé clases. Pero hay un montón de músicos y músicas que tocan de la hostia. Soy de picar un poquito de todos y de todas.
―¿Se necesita talento para la música o basta con la constancia?
―Es todo un tema. Yo he visto y veo mucha gente talentosa que se acobarda y no prospera. Ni siquiera es que no triunfa: no prospera. Para mí, hay que tener más perseverancia que otra cosa… Pero también depende de las posibilidades que te da la vida: vos podés ser talentoso o talentosa, perseverante, y de repente la vida, por lo que sea, no te deja. Un problema familiar, un problema de salud, una desgracia… Hay una serie de combinaciones que se tienen que dar.
Fanático de Los Piojos, el “Ruso” escucha y aprende de todos los estilos musicales. Puede pasar del compositor y violinista italiano Antonio Vivaldi a la banda británica Deep Purple, o de la bossa nova a un tango.
―¿Recordás alguna locura que hayas hecho por la música?
―Una locura me parecería robar para comprarme un platillo, por decirlo de alguna forma, y soy bastante conservador en ese sentido. Por ahí hice pavadas como dormir todos apilados en un lugar porque no teníamos un mango, viajar sin un mango o comer lo que haya… pero no me parece una locura: me parece como anecdótico.
―¿Cuántos años pasaron entre andar sin un mango y la estabilidad económica?
―Y… un par de años. Una década, más o menos…
―¿Y cómo hacías para llegar a fin de mes antes?
―A veces no llegás. Incluso hoy, con todo este desbarajuste de precios que hay… Pero a mí me pasó que cuando corrí eso del foco, lo empecé a interpretar diferente. Vivís con menos. Yo vivo con un Android y voy a morir con un Android, no me interesa comprarme un celular de última generación. Entonces si se rompe el celular, se consigue uno prestado hasta que pueda comprar uno. No es importante la plata, por lo menos en mí y en la banda. Con los chicos estamos todos en la misma. Todos tenemos nuestros laburos aparte de la banda, la mayoría relacionados con la música, entonces nos complementamos, no es algo que nos preocupe demasiado.
Tampoco le preocupa el futuro laboral; asegura que está preparado para lo que venga, que haría “cualquier cosa”: que no le tiene miedo a nada.
―Fui verdulero durante 7 años, si hoy de repente se termina la música y tengo que vivir de algo, voy, me pongo una verdulería y salgo andando. El otro día mis viejos se fueron de vacaciones y les fui a atender el almacén por 2 semanas. Es algo que tengo ya muy incorporado. Arranqué a laburar a los 13 con mi viejo, siempre me la rebusqué.
―¿A futuro cómo te imaginás?
―Con dolor de rodillas y de muñeca, ja, ja, ja. No proyecto mucho a largo plazo. Si es por mí, tocaría la bata hasta que me dé el físico y mezclaría canciones hasta que me den los oídos. Ese es el plan, pero trato de no irme muy lejos porque la vida por ahí te va pegando volantazos y tenés que acomodarte. Y como no soy muy ambicioso, voy día a día, semana a semana, mes a mes.
―¿Y qué le dirías a tu yo de los 16 años, al que le regalaron su primera batería?
―Que está todo bien. A veces, cuando sos muy pendejo, dudás y sentís que perdiste el tiempo. Pensaba que arrancar a tocar la batería a los 24 había sido tarde; cuando tenía 19 pensaba que era tarde para el fútbol… Hoy creo que todos los pasos estuvieron bien.
Producción, videos y edición audiovisual: Tato Vallejos
Producción y texto: Belén Uriarte
Fotos: Eugenio V.
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec
👀 #SeresBahienses es una propuesta de 8000 para contar a nuestra gente a través de una serie de retratos e historias en formatos especiales.
La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
- 😝 Lautaro Cisneros, youtuber: la risa en el centro de todo
- 👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
- 💄 Damián Segovia, maquillador: hacer bien lo que te pinta
- 🤝 Matías Torres, el Ciudadano Bahiense: 100 % solidaridad
- 👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
- 🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
- 👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
- 💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
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