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🧙🏼‍♀️🥰 María Teresa Caporicci, alma de Ayuda-Le: el hada de los peladitos

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Cuando su pareja Luis falleció de leucemia a los 35 años, María Teresa Caporicci reunió a sus hijos Aldana Agustín, de 8 y 4, y les preguntó qué querían hacer con el dinero que habían recaudado para el trasplante de médula:

—¿Lo guardamos o lo damos para que se curen otras personas como papá?

—Lo damos —respondieron los 2 chiquitos.

Eso ocurrió en 1990. Hoy “Tere” le aclara a 8000:

—Por supuesto que ya estaba decidido qué hacer con la plata, pero yo quise que ellos participaran, porque era su dolor.

Y esa plata (producto de una campaña en conjunto con la familia de Nicolás Fernández, un nene que tenía leucemia) marcó el inicio de Ayuda-Le, la ONG bahiense que acompaña a chicos con cáncer infantil y a sus familias.

“Tere” jamás se alejó de Ayuda-Le.

—Es mi legado —nos dice—. Luis había resuelto que el día que se curara iba a hacer, junto con el papá de Nicolás, una fundación para ayudar a todas aquellas personas con leucemia, para que no se encontraran tan solas en el transitar de la enfermedad, como nos había pasado a nosotros…

  • 💰 Con el fruto de la campaña se pudo comprar la primera separadora de células para el Hospital Penna.

Y se empezaron a preguntar qué más faltaba, recuerda “Tere”, que tiene 68 años y vive en Ingeniero White.

—Generalmente, las familias se quedaban en los pasillos del hospital, y pudimos conseguir un terreno y construir 8 departamentos en calle Baigorria, cerquita del hospital, donde la gente puede quedarse gratuitamente mientras dure el tratamiento. Y después, cuando vienen a controles. Es un lugar muy acogedor, con todos los cuidados necesarios, para que se sientan en familia.

—¿Ayudar a los demás permite transitar mejor el dolor?

—Sí. Mirá: un día leí que a Facundo Cabral, que perdió a su mujer y su hija en un accidente de avión, la Madre Teresa le dijo: “¿Y ahora qué vas a hacer con ese dolor que te quedó?”. “Y, no sé… ¿qué se puede hacer?”. “Dalo a los demás”. Y sí: ese amor, que te queda perdido en la tierra porque en el corazón va a estar siempre, brindando a los demás te sana, y eso se logra porque es más lo que recibís que lo que das.

“Tere” nació en Tornquist y se vino a los 17 para estudiar el profesorado en educación preescolar; a los 20 se casó y acá está, acá sigue.

Como docente, trabajó en los jardines de infantes “Oaky” y el 953 del barrio Vialidad. Combinar esa tarea con la ONG y la maternidad no fue sencillo:

—Mis hijos me ayudaron un montón, porque yo no podía descuidarme. Siempre supieron que los 3 teníamos que poner voluntad para que fuera posible estar juntos y salir adelante —cuenta—. Yo siempre les decía: “El sufrimiento más grande en la vida ustedes ya lo tuvieron, así que ahora, ¿saben qué? Tienen que ser felices”. Hoy tienen 39 y 44 años, y pienso que lo están logrando. Yo soy feliz si ellos son felices.

—¿Te sentís reconocida en la ciudad?

—No me interesa mucho el reconocimiento. Estoy un poco atrás, soy la que empuja. Lo hago de corazón.

Y le sorprende que no todos sepan que existe Ayuda-Le:

—Son casi 35 años… Somos una entidad muy responsable. Cuando nos conocen, generalmente se acercan para hacer un voluntariado. No hay exceso de voluntarios porque hoy la gente está muy agobiada, pero sí van apareciendo y van empezando a querer la institución como propia.

  • 🤝 Entre otras tareas, la ONG aporta insumos hospitalarios y colabora con el servicio de patrulla en el Penna, para acompañar a los pacientes las 24 horas.

Unas 20 personas integran Ayuda-Le, entre la comisión directiva y los voluntarios. Cuenta con alrededor de 800 socios y sus aportes, sumados a los subsidios municipales que reciben algunos meses y las colaboraciones que muchos ofrecen en la sede o a través de transferencias, son el sostén de la entidad.

—Un señor que es de Brasil nos ayudó mucho —ejemplifica “Tere”—. Lo último fue en la entrada a los departamentos, que estaba muy estropeada: las mamás no podían bajar con las sillas de ruedas ni podían subir los autos. Eso demandaba mucho dinero y este señor lo donó.

  • 🤗 Si querés asociarte o ser voluntario, fijate acá. También podés transferir al alias GENIA.CHOZA.ALDEA
  • 🕗 La sede está en Roca 298 y abre lunes, martes, jueves y viernes de 8:30 a 13, y los miércoles de 14 a 20. 

—¿Tenés algún miedo?

—Miedo, no. Sí me inquieta saber quién va a continuar con la ONG el día que los miembros de la comisión ya no estemos, porque, en general, somos gente grande. Ahora se está acercando gente más joven, con nuevas ideas. Estamos en colaboración con el servicio de Hemoterapia del Penna y hacemos campañas de sangre en la sede, donde además pueden registrarse como potenciales donantes de médula ósea.

  • 👏 Este año lograron un buen número: se anotaron 40.
  • 🌎 Estar en esa base de datos internacional es un compromiso a largo plazo: en cualquier momento te pueden llamar de cualquier parte del mundo.

—Trabajamos en la difusión para que la gente sepa que donar voluntariamente es la única forma de sangre segura —dice “Tere”—. Cuando estás obligado y te hacen la encuesta, podés omitir algo porque alguien que vos querés mucho necesita la sangre. Por ejemplo, con un piercing o un tatuaje tenés que esperar 1 año y por ahí van 9 meses y decís: “Bueno, pongo 1 año”. Esos detalles hacen que una sangre sea segura o no.

Donar sangre es un procedimiento muy sencillo: toma apenas 10 minutos y la ONG acompaña con desayuno, música, charla…

—Para nosotros es una fiesta. Y también para todos aquellos que necesitan y que su esperanza está ahí. De alguna manera, es vida.

—¿Y cómo es la donación de médula ósea?

—Generalmente uno dice médula y piensan que es la médula espinal, la de la espalda: “Me van a sacar médula”… “Voy a quedar paralítico”… Y no: es la médula ósea, una parte blanda que está dentro de los huesos largos, que es la fábrica de glóbulos rojos, blancos y plaquetas. Se hace a través de una donación de sangre: cuando donás, te extraen una pequeña muestra que va al Incucai, donde sacan tu código genético, que es el que va a determinar si sos compatible o no con otra persona. La compatibilidad se da 1 en 40.000, por eso es que se necesitan tantos potenciales donantes.

Con cierta timidez, “Tere” nos dice que no puede definirse a sí misma. Y que simplemente intenta ser una persona que trata de hacer el bien: en la institución, en su casa… donde le toque.

—¿Cuál creés que ha sido tu mayor contribución en Ayuda-Le? 

—Mi tiempo, porque siempre le he dedicado tiempo, aún cuando mis niños eran muy chiquitos. Nunca he faltado a una reunión, siempre ahí. Y si hay que hacer cosas manuales, mi casa siempre está dispuesta.

Y repite su mayor aprendizaje: cuando das, recibís más de lo que das.

—Te acostumbrás a que todas esas cosas de la vida, que son tropezones, que son caídas, van quedando atrás porque tenés otra misión. Lo pasás, lo penás, pero… “Uy, aquel necesita algo”, y ya salís de eso que te puede bajonear, que te puede estancar.

De esos golpes padeció varios. Hubo momentos en que la plata no alcanzaba siquiera para comprar agujas de punciones, cintas y otros insumos. Fue entonces cuando surgió la colecta de las tapitas plásticas:

Bahía Blanca tiene muchos corazones rojos con nuestro loguito: la gente, los niños, se agachan a juntar las tapitas o las llevan en su bolsillo para ponerlas ahí. Eso nos agranda el corazón. La zona también responde con las tapitas, que luego vendemos.

Si bien las posibilidades de superar la enfermedad han aumentado, “Tere” sufrió la pérdida de varios chiquitos de la ONG. Eso es lo más duro, y no todos están preparados para acompañar semejante dolor:

—Es una decisión que tiene que tomar cada uno: qué puede hacer y qué no. Cuando se acerca alguien, siempre le digo que soldado que huye sirve para otra guerra. Yo, por ejemplo, puedo hacer un montón de cosas pero no puedo estar mucho al lado de un niñito que veo batallar, porque ellos son especiales: tan valientes y sonrientes a pesar de estar atravesando una situación superdifícil… Pero si no podés con eso, podés hacer otra cosa dentro de la institución: siempre hay un montón para hacer.

La contracara hermosa es el sonido de la campana del hospital, cada vez que un nene recibe el alta médica.

—Ahora hay mucha esperanza: más del 70% de los niños se curan. Por eso, hay que hacer hincapié en el diagnóstico temprano: hay muchas posibilidades de cura con un tratamiento en tiempo y forma, con las mejores condiciones de cuidado…

Ahí Ayuda-Le se vuelve clave:

—Los niños que se van a hacer la quimio ven las bolsitas de golosinas y saben que después del pinchazo y del dolor, viene la sorpresa. Esas pequeñas cosas les hace el camino un poquito más fácil.

En una habitación contigua a la sala principal de la ONG, donde tiempo atrás funcionó un taller para chicos con leucemia, “Tere” encuentra el único recuerdo de aquellos años: un atrapasueños donde los nenes colgaron sus deseos.

Hoy esos nenes tienen 25, 30 años… Y ya no van, pero siguen en contacto.

—Tenían 5 añitos cuando venían peladitos a jugar acá, y ahora verlos tan grandes me llena el alma. Es un regalo de la vida.

—¿Cuál fue el momento más lindo?

—Cuando recién se creó Ayuda-Le, se hizo una campaña de socios en toda Bahía Blanca, por LU2, con gente conocida que venía a atender los teléfonos. Fue genial: la gente se anotaba por teléfono y los autos salían para las casas de esas personas para hacerles la ficha como socios. Había abuelos que anotaban a sus nietos. Fue hermoso. Dijimos: “Ayuda-Le está llegando a la casa de todos”.

—¿Creés que el compromiso de la gente cambió, que hay más individualismo?

—No. Yo no pienso que la gente está tan en el individualismo. Está luchando por su propia vida, por su propia familia, por sus propios hijos… Es mucha la lucha, y por ahí deja de lado a lo que tiene cerca. Pero cuando se pide, la gente está.

—¿Te queda algún sueño por cumplir o algún logro por alcanzar?

—No. Lo único que me interesa es la paz: la paz con mis hijos, la paz con mis nietos y que ellos sigan este legado de su abuelo. Tengo 3 nietos: Luisana (18), Serena (14) y León (13), y siempre les digo: “Ustedes van a tener que seguir con lo del abuelo”. El abuelo está siempre presente con alguna anécdota, para que crean que lo conocieron, que no se vaya de su mente y de su corazón, y que esto, que fue un dolor tan grande para nosotros, no quede en la nada sino que continúe porque la gente lo necesita. Y mucho.

—¿Qué le dirías hoy a tu yo de la década del 90, que arrancó con todo esto?

—Que no afloje. Seguir hasta mi último momento: es el legado que tengo.


Producción y texto: Belén Uriarte

Fotos, videos y edición audiovisual: Fran Appignanesi

Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec


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👀 #SeresBahienses es una propuesta de 8000 para contar a nuestra gente a través de una serie de retratos e historias en formatos especiales.

La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:

Nuestra gente, nuestra mirada, nuestra ciudad.

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