Producción y texto: Belén Uriarte | Editora de 8000
Fotos, videos y edición audiovisual: Fran Appignanesi y Eugenio V.
—Cuando veo arriba del escenario que todos mis vestidos son distintos, digo: “¡Wow, eso es lo que armé yo!”. Es muy gratificante —dice la vestuarista y modista Silvia Inés Estrada: tiene 76 años y lleva casi 4 décadas entre máquinas de coser y telas.
No hace arreglos chicos ni trabaja con la moda urbana. Su labor consiste en hacer trajes de danza y algunos vestidos para novias, madrinas y quinceañeras.
Todo comenzó hace 38 años, con un curso de corte y confección cuyo título luce con orgullo en una pared blanca de su pequeño taller del barrio Avellaneda. Se trata de un cuarto ubicado en el fondo de su casa, que combina distintos colores y se compone principalmente de varias lámparas, mesas, máquinas, percheros y maniquíes.
No estaba en sus planes dedicarse a la costura: empezó por necesidad, pensando sobre todo en la confección de ropa para su familia.
—Tengo 5 hijos y siempre supe que no iba a ser tan fácil. Algo tenía que hacer… Y hace unos 30 años, cuando 2 de ellos empezaron a bailar en la peña Anai Ruca, la profe de folclore Sonia Agüero me dijo: “¿Te animás a hacer estos vestidos de tango?”. Venía Soledad Pastorutti, y fue la primera vez que hice 14 o 15 vestidos… Me arriesgué y salió bien. Y a partir de ahí dije: “Esto es lo mío”.
💑 Inés (así la conocen casi todos) está casada con Sisto Ontiveros.
👨👩👧👦 Tienen 5 hijos: Gustavo (trabaja en una empresa de reparto local), Mónica (gastrónoma en Jujuy), Daniela (profesora de Educación Física acá), María (vestuarista en Capital Federal) y Carlos (enfermero en Bariloche).
Luego de tantos años cosiendo para clientes, se define como una mujer muy emprendedora, siempre en acción.
—No sé lo que es la falta de trabajo —le cuenta a 8000—. Me parece que también al trabajo hay que buscarlo, no hace falta que el trabajo te venga a buscar. Yo esto lo aprendí y me lancé a hacer…
Fue un camino a base de prueba y error.
Antes de transformarse en vestuarista, practicó con los suyos y tejió a máquina. Luego, el curso de corte y confección le dio herramientas para profesionalizarse.
—Aprendí a coser de todo. Hice más de 70 prendas para una exposición. Fui la que más hizo. Había puesto mucho empeño en querer aprender y cosía para Dios y María Santísima.
Lo que no imaginó es que tiempo después iba a tener pilas y pilas de rollos de tela en su taller. Y que el emprendimiento no iba a parar de crecer: hoy, además de ser vestuarista oficial de Anai Ruca y El Fortín (Cerri), cose para peñas de Pedro Luro, Dorrego, Monte Hermoso…
Y en ocasiones, atraviesa los límites de la región. Por ejemplo: hizo trajes para jurados de Buenos Aires y hasta tuvo un encargo europeo.
—Era un vestido de norte personalizado para una chica que vive allá. Dije: “¡Wow, un vestido mío en España!”. Creo que eso es por el boca a boca…
💃 Norte incluye danzas más alegres y movidas, como chacareras, zambas, cueca, escondido. Las danzas sureñas son más tranquilas y marcadas, como huellas, triunfo, prado.
Jamás tuvo que hacer publicidad o promocionar sus trajes en redes sociales u otros medios. La clave, asegura, pasa por cumplir y hacer el trabajo bien.
—Todo va de boca a boca en la vida: si sos mala persona, y si sos buena también.
Nacida en San Salvador de Jujuy, lleva casi 45 años acá: vino por motivos laborales junto a su familia y se siente una bahiense más.
—Allá teníamos una verdulería, pero es otro tipo de cultura. Acá había más oportunidades y nosotros queríamos revertir la situación por mis hijos.
—¿Te gusta Bahía?
—La sufrí mucho. Al venir del norte sufrí un montón. Al principio sentía a la gente muy fría, no como la gente del norte que es más humana, y dije: “Me quiero volver”. Pero, bueno: ya habíamos tomado esa decisión y había que salir a afrontarla. Con el tiempo, cambió esa imagen: hoy puedo decir que tengo miles de amistades.
—¿Y hoy qué te gusta de Bahía?
—Ahora me gusta todo. Fuimos a Jujuy en marzo y ya me quería volver.
🙏 No alcanzó a su familia la tragedia que nos aguó tanto: “Quedaron 5 centímetros para subir. Si llovía 2 horas más, nos inundábamos”.
Siempre dedicados al rubro comercial, su mamá Silveria y su papá Vicente inculcaron la cultura del trabajo. Eran 6 hermanos: a Inés se sumaban Margarita, Teresa, Alfredo, “Lucho” (Luis) y Natalia, ya fallecida.
—Hoy soy una mujer que no puede estar sin hacer nada —asegura Inés—. El único que nada es el pato. Yo no puedo nadar: me ahogo. Entonces tengo que sobrevivir.
Durante 3 décadas combinó labores comerciales (como vender Essen) con la costura. Hace 2 años se jubiló y desde entonces, el taller ocupa su centro:
—Esto es todo. Antes teníamos un autoservicio con mis hermanos y yo trabajaba medio día en atención al público. Así era mi rutina de lunes a sábado, y a la tarde me dedicaba a esto.
—¿Cómo son tus días?
—Antes siempre era apurarse, dejar preparado esto, organizar por acá, por allá y salir. Y hoy no: me levanto con mi marido, nos sentamos a desayunar tranquilos, y ya después hago lo que tengo que hacer en mi casa y entro al taller. Antes corría mucho. Ahora no: no tengo horarios.
Inés sabe hacer ropa urbana, pero no le dan los tiempos. Además, prefiere los trajes de baile porque todos los diseños son diferentes y eso representa un desafío.
Los vestuarios para folclore son su tarea principal, pero también ha trabajado para otros géneros musicales como reguetón y bachata.
—He hecho para la Escuela de Danza pollerines, enteritos… Un tiempo hice mallas; me quedaron los moldes pero ya no hago más.
—¿Has detectado cambios en la moda?
—Mi trabajo no cambió porque están los libros, están las imágenes, y yo tomo siempre de ahí y luego saco esto, pongo lo otro para que no sea tan igual a esa imagen, porque mucha gente también saca y hace de ahí. Entonces voy mechando o fusionando los colores.
🙌 Sus trabajos le generan orgullo. Y entre los elogios recibidos se destacan los de sus profesores de folclore Dardo Labastié y Sonia Agüero, que en los certámenes se hacen eco de las felicitaciones de los jurados.
💃 Inés no sólo brilla con su vestuario: también baila con su marido en la peña Anai Ruca. “Nos presentamos a competencias en La Pampa, Córdoba, Laborde, Malargüe. La peña siempre salió mejor delegación”, resalta.
Es capaz de estar más de 10 horas con un vestido. Las prendas son rebuscadas y el objetivo es que cada una tenga su propio brillo.
—¿Cuál es el trabajo más difícil?
—¡Ay, qué pregunta! Al hacerlo con mucho placer no noto la dificultad. Y si hay alguna dificultad, me acuesto pensando cómo lo voy a resolver al otro día. Soy muy arriesgada para hacer cosas, pero sé que lo puedo solucionar. Algo complejo puede ser cuando no me alcanza una tela y empiezo: “¿Con qué lo puedo fusionar?”… Ahí sí me frustro un poco y digo: “Ay, los colores, los colores…”.
—En general, ¿los clientes te permiten desarrollar tu creatividad o te dicen qué hacer?
—Me permiten. Por ahí vienen con una idea y les digo: “Me parece que esto no queda bien, ¿si le ponemos esto y le cambiamos esto qué te parece?”.
Su hija María, que con 5 años la acompañaba al curso de corte y confección en la Sociedad de Fomento del barrio Avellaneda, mamó la pasión por las telas.
—¡Es una vestuarista de la hostia! Trabaja para el Ballet Nacional de Buenos Aires. Aparte es más joven y tiene otra mirada.
🪡 Sus otras hijas también aprendieron y les cosen a sus chicos.
👧🧒 Inés tiene 4 nietas: Marina, Morena, Milagros y Samira. Y 3 nietos: Juan Cruz, Franco y Gael.
—¿Qué significa que una de tus hijas siga tus pasos?
—Un orgullo. A veces hablamos y no aguanto mi emoción. Es muy valorada allá.
—Cuando tus hijos eran chicos, ¿cómo combinabas tu trabajo con la maternidad?
—Toda la vida trabajé. El otro día escribí algo en el grupo de mis hijos pidiéndoles perdón porque nunca fui mamá. Les explicaba por qué me sentía así y “Mari” me decía: “Tenés que estar tranquila porque nos diste todo lo que pudiste en la vida, hiciste todo lo que pudiste hacer. Siempre trabajaste, y hoy te toca estar en tu casa. Nosotros no te reclamamos nada, porque nunca nos faltó nada. Tuvimos lo que tuvimos que tener a su debido tiempo”. Que ellos lo entiendan así me llena de orgullo, porque yo los llevaba a la mañana a la escuela y salía detrás de ellos a trabajar. Tanto el padre como yo, porque también hay que hablar de él: un buen sustento, un buen padre, un buen abuelo, que siempre me acompañó en estas locuras. Mi marido es un pilar.
Más de una vez, por cansancio, se dijo a sí misma que no iba a coser más. Y al rato estaba otra vez en el taller: su trabajo y cumplir con el cliente la hacen feliz.
—Esto es así: bailan tal día y tiene que estar la ropa. No puede no estar. Yo no le puedo decir: “No se lo puedo entregar porque no lo terminé”. Llega tal día y tal día tiene que estar la ropa. Yo tengo ese compromiso. Siempre digo que a la gente no le interesa las horas que yo puedo poner, ni cuándo lo hago ni nada: tengo que cumplir.
Otra de sus labores fue enseñar. Hace 2 años, la docente Juliana Junquera le propuso sumarse a una propuesta emprendedora en un taller que funcionaba en calle Holdich, para impulsar al mundo laboral a mujeres en situaciones de vulnerabilidad.
—Fue muy lindo, empezaron 7 chicas y 2 aprendieron a hacer cositas para vender: agarraderas, cofias, delantales… Y una de ellas ahora se dedica a hacer arreglos de ropa. Fue muy gratificante enseñar a las que quisieron aprender.
—¿Cuesta que la gente se interese por este tipo de tareas?
—Sí. Yo he tenido chicas que han venido a ayudarme y no dio resultado. Lo que no puede faltar para esto es tener la voluntad de aprender. No es una cosa tan fácil tampoco, entiendo esa parte, pero yo tengo paciencia, les enseño.
No se reconoce como una referente, pero sí cuenta que mucha gente la conoce:
—Me dicen: “Yo quiero hacer esto”. Veo que confían en mí.
—¿Qué es lo primero que hacés cuando viene un cliente?
—Le pregunto qué es lo que quiere hacer. Y depende de eso, le tomo las medidas y le pido la tela o la compro yo. Generalmente la gente viene con las telas. Yo tengo telas y sé para qué sirven, entonces más o menos los voy guiando.
Inés empezó con una máquina a pedal y se fue modernizando. Hoy tiene 1 remalladora para los toques finales, 1 máquina de coser para detalles y telas finas, 1 máquina industrial que “tiene un arrastre fuerte y cose todo” y los elementos que siempre la acompañan: papel, lápiz, tijera, regla y, por supuesto, hilos, agujas y telas.
—¿Alguna vez te quedó mal un trabajo?
—Sí, pero hay que saber revertir. Hay que arreglarlo y tiene que quedar bien. No hay que caer en la desesperación, porque el traje es para que bailen, no puede quedarse acá, entonces lo tengo que solucionar. Todo se puede arreglar.
—¿Tenés algún miedo?
—Miedo le tenía a la muerte, pero ya no… Antes sí le tenía miedo y soñaba con eso, porque mis hijos eran chicos. Pero hoy mis hijos están bien, así que si Dios me quiere llevar, me llevará.
—¿Y algún sueño pendiente?
—Viajar con mi marido. Mientras él esté a mi lado y yo esté a su lado, que podamos compartir los 2. Me gustaría conocer las cataratas del Iguazú.
Inés encuentra el éxito en su familia, donde “todos son muy laburantes”:
—Siempre les inculqué eso a mis hijos y les expliqué que el día está condicionado: es un tomá y un dame. Ellos me decían: “¿Por qué, mamá?”. “¿Y para qué vas a la escuela? ¿Para qué estudias?”. Y respondían: “Para que me pongan una buena nota”. “Y bueno, estás condicionado: si no estudiás, no te van a poner una buena nota”.
—Si hoy no pudieras coser, ¿qué harías?
—Soy muy emprendedora. Buscaría la vuelta. Me pondría a hacer empanadas y pizzas para vender. Aprendería a hacer las conservas, que siempre quise aprender. En mí siempre está el hacer algo. En la vida nada te tiene que venir de arriba.
También la mueve un gran deseo: encontrar “otra Inés”.
—Alguien que aprenda a hacer lo que yo hago. No me gustaría irme sin haber dejado a una persona que pueda continuar.
—¿Qué le dirías hoy a la Inés que hace más de 30 años comenzó a coser?
—Que haga lo mismo. Porque es un trabajo que encontré, me gustó y cada día me gusta más. Con este trabajo logré tener amigas, conocer gente y veo que me valoran mucho porque me agradecen. Es un lindo camino y no me arrepiento para nada, le pongo mucho de mí y trato de hacerlo lo mejor que puedo.
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La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
👩🌾 Delia Lissarrague, productora rural: aquel amor a la tierra
👩🍳 Margarita Marzocca, cocinera y jubilada: un gran gusto portuario
🧐 Walter Tuckart, tecnólogo y docente de la UNS: aplicar con clase
🚛 Evelyn Sánchez, recolectora y chofer: al volante del reciclado
🏀 Maia Richotti, docente y basquetbolera de ley: una clase de pasión local
🧠 Fernando Luciani, psicólogo, músico y docente: al son de los deseos
⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención
🚢 Andrés Castagnola, práctico de nuestra ría: guía a buen puerto
✊ Paola Quiroga, activista trans: ser quien sos es una lucha
🤗 Maximiliano Mazza, operario, exvendedor, cocinero: la inclusión se trabaja
🥁 Sebastián Lamoth, baterista, sonidista y papá: tocar con todo
🐝 Luciano Morales Pontet, apicultor y cooperativista: el enjambre productivo
👩🏫 Myriam Cony, maestra rural: sembrar futuro para cambiar el mundo
👩👧👦 Paola Vergara, voluntaria de la vida: hacer algo por muchos
🏋️♀️ Marina Danei, entrenadora y deportista fitness: hambre de luchar y superarse
📚 Laura Faineraij, bibliotecaria: un montón de páginas inolvidables
🥊 Johana Giuroukis, emprendedora y boxeadora amateur: va como piña
🏅 Gerardo Mancisidor, veterano de Malvinas: volver a ser visible
🚴♂️ Kevin Jerassi, encargado de la escuela de BMX: ahí va, pedaleándola
🎊 Guillermo “Beto” Carranza, organizador de eventos: hay que animarse
👩🏼🎓 María Emma Santos, economista, investigadora y docente: riqueza académica
🧙🏼♀️ María Teresa Caporicci, alma de Ayuda-Le: el hada de los peladitos
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🏃♀️ Natalia Fechino, profesora de Educación Física y runner: alegría kilométrica
👨🦯 Sergio Hernández, profesor y músico ciego: lo esencial está ahí
🎨Rocco Angelicchio, ilustrador y diseñador gráfico: la dibuja y se divierte
🌩️ María Cintia Piccolo, meteoróloga y oceanógrafa: estrella de mar climático
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec