Producción y texto: Belén Uriarte | Editora de 8000
Fotos, videos y edición audiovisual: Fran Appignanesi y Eugenio V.
—Al cliente le mejorás la vida: si le hacés un placard, acomoda la ropa; si le hacés un bajo mesada, guarda los cubiertos… Y eso es lindo, porque sentís que servís.
Así define su oficio el carpintero Fernando Luis Ojunian, que tiene 63 años y arrancó a tiempo completo con las maderas en 1978:
—La carpintería es un despeje, es un hobby hermoso… encima, te pagan —le dice a 8000—. Pero te lleva todo el día.
El trabajo fue cambiando: antes hacía todo en madera con el tupí o trompo, una herramienta eléctrica que perfora, taladra y perfila piezas.
Ahora casi todo lo que le piden va en melamina y aluminio. Y lo que más usa es la escuadradora, que permite realizar cortes precisos y lineales.
Fernando experimentó ese quiebre hace unos 8 años:
—Una clienta me llamó y me dijo: “¿Vos arreglás puertas antiguas?”. Y yo dije: “Uy, las que hago yo… Ya son antiguas”. Eso me desanimó mucho. Ahora, la nueva modernidad es toda la puerta de aluminio, las ventanas de aluminio… En el fondo viene bien para el medioambiente, porque nosotros trabajábamos con rollos de madera y hacíamos la carpintería completa: aberturas, ventanas, postigones, todo. Hoy, si ustedes quieren unos mueblecitos, van a cualquier maderera, llevan las medidas y lo arman con un atornillador, ¡es resencilla la carpintería ahora!
Aprendió el oficio en el colegio La Piedad durante 4 años. Desde que tuvo conciencia supo que este era su camino. Bastante mandato de la sangre: su tío Mario Ojunian fabricaba sillas de pino y su papá Luis, que hoy tiene 89 años, arrancó en la década del 60 haciendo mangas para las vacas y tuvo la carpintería en su casa, en la primera cuadra de Parera.
Ahí creció y trabajó Fernando: entre 1982 y 2014, el negocio familiar fue motorizado por padre e hijo.
—Teníamos mucho trabajo. Mi papá trataba con los clientes y yo, con otros 2 muchachos, Sergio Heim y Cristian Daniel “el Pela” Robledo, laburábamos en la carpintería. Cuando mi viejo se jubiló, quedé en atención al cliente y también tenía que medir, buscar la madera, después ponerme a trabajar… No anduve.
🙋 Uno de sus referentes fue Néstor Pais, que también estudió en La Piedad: “Cuando lo vi refilar la fórmica [laminado de alta presión que se usa para recubrir tableros de madera], me encantó. Dije: ‘Este es mi oficio’”.
🤗 También recuerda a Mario Olivieri, que le dio trabajo apenas salió del colegio. A Néstor Giagante, el primero en mandarlo a “hacer cosas grosas, como placares y alacenas”. Y a Daniel Álvarez, con quien laburó en una carpintería de Fitz Roy al 400.
—En esos años de tanto trabajo, ¿cuáles eran los encargos más complicados?
—¡Uf, hacíamos de todo! Puertas, ventanas redondas, ovaladas, taparrollos… lo que nos pedían los clientes. Venían los decoradores, hacían los dibujos y nosotros hacíamos los muebles o las ventanas. Cosas preciosas. Vos ves una casa hecha toda en madera y es otra cosa. Es más bonita, pero también es más complicada: todos los años tenés que pintarla, barnizarla. Porque si no, se te pudre. O por ahí cuando llueve mucho se te hincha. Por eso hoy en día se hace mucho de aluminio, que cierra automático.
—¿Cuál era la herramienta más difícil de utilizar?
—El tupí. Yo usaba el tupí, que es como una cuchilla, para hacer los replanes, para los tableros de las puertas o mesadas de madera. Era el responsable, porque sabía cómo pasar el tablero. Si lo pasás mal, te pega una patada y te arranca la mano: el tupí no perdona.
Fernando salió ileso empleando esta herramienta eléctrica pero sufrió otras lesiones: cortes, rasuradas y hasta recibió el potente impacto de un gramil, taco de madera que se usaba para marcar líneas paralelas.
—Lo quise esquivar pero me quebró la nariz. Para colmo tengo, jajaja. Tuve que ir al hospital y me quedó torcida.
Como buen carpintero, en su casa de Villa Italia casi todo es de madera y casi todo lo hizo él, como los altillos para que duerman los chicos, las puertas placa, una biblioteca…
🥰 Fernando está casado con Delia Mirta Betancourt: “En marzo cumplimos 40 años. ¡Pobre Mirta!”.
👨👩👧👦 Tienen 5 hijos: Sebastián (38), Carolina (36), Cintia (33), Milagros (24) y Verónica (20). “Mili” sigue sus pasos con la carpintería y su nieto Ian (13) va a la escuela industrial.
👨👧 “Desde chica sigo a mi papá para todos lados. Y es un arte la carpintería —le dice “Mili” a 8000—. Por un momento no estuvo aceptado que una mujer manejara herramientas, pero al animarme fui aprendiendo a mi manera”.
En el fondo de la casa está la carpintería que Fernando montó tras la jubilación de su padre: ahí trabajó día y noche durante 8 años y aún continúa haciendo alguna que otra tarea que le encargan.
Mientras la recorre y nos muestra las consecuencias del temporal que nos pasó por encima en 2023, cuenta que fue desarmando algunas herramientas que cayeron en desuso, como la emplacadora y la lijadora. Otras siguen ahí: la escuadradora, el tupí, la cepilladora, la garlopa (cepillo), la sierra sinfín…
Lo bueno es que la trágica inundación del 7 de marzo de 2025 no se llevó ni destrozó nada: la casa está alta. A 2 cuadras, sin embargo, se inundó la Plaza Crucero ARA General Belgrano, en Rivadavia y Guardia Vieja; y hubo gente que la pasó mal:
—Fue muy, muy triste —dice Fernando, aún conmovido.
También zafó del agua el Pequeño Cottolengo de Haití al 1.900, donde hace mantenimiento desde hace 8 años y comparte trabajo con su hermano menor Gustavo, que se dedica a la parte electrónica.
👉 Fernando es el mayor de 3: la del medio es Adriana, hoy jubilada.
👱♀️ Su mamá es Nélida Beatriz Turnbull: tiene 83 años y siempre fue ama de casa.
El trabajo en el Cottolengo, donde residen personas con discapacidad, comenzó de manera paulatina cuando la carpintería lo sobrepasó: con su papá ya jubilado, los encargos empezaron a acumularse y entró en crisis.
—Mi hermano, que ya laburaba en el Cottolengo, me dijo: “Necesitan que corten el césped”. Y yo había comprado la máquina desmalezadora, entonces dije: “Me voy a despejar”. Iba en el día, cortaba todo, me sacaba la bronca, después venía y los laburos seguían igual, no habían avanzado, jajaja. Pero bueno, me despejaba, estaba bueno.
La hermana Graciela Almada, entonces directora de la institución que falleció durante la pandemia, le pidió que hiciera media jornada. Y a los 2 meses mejoró la oferta: “Me parece que te necesitamos todo el día, ¿te animás?”.
Fernando no lo dudó. Al principio intentó mantener las 2 tareas, trabajar de 8 a 16 en el Cottolengo y luego meterle a la carpintería, pero enseguida se dio cuenta de que no podía: salía demasiado cansado. Se propuso entonces concentrarse en su trabajo fijo, relegando un poco su oficio, aunque “siempre hay alguna cosita para hacer”.
—El trabajo ahora es mucho más rápido. ¡Uf, 1 mes te llevaba hacer un placard! Ahora, si le metés pata, capaz que en la semana lo hacés, o en 4 días.
—¿Qué es lo más lindo de ser carpintero?
—Que le cambiás la vida al cliente. Vos ves al cliente, la felicidad que tiene en la cara, y eso es impagable. Es mejor que lo que podés llegar a cobrar del laburo.
—¿Y alguna contra?
—Por ahí te tocan unos clientes que… ¡ay, mamita querida! Tratar con los clientes era lo que más me desgastaba, porque te tenés que esforzar. Vos tenés que prestarle atención, ver qué es lo que quiere. Y el cliente siempre tiene razón… Y otra cosa que te cansa es ir a elegir la madera, que es muy importante. Si vos vas a hacer una puerta, tenés que ir a la maderera y por ahí tenés que mover toda una pila para ver qué madera llevar, porque vos la vas a pagar y esa madera tiene que estar buena, si no cuando la vas a cortar se te hace un 8 [se deforma] y no te sirve.
Aunque los tiempos cambian, Fernando coincide con las enseñanzas del maestro Miller, laico y profesor de La Piedad: laburo nunca va a faltar.
—Y nunca me faltó, eh. Siempre hay algo para hacer: cepillar una puerta, arreglar unos taparrollos… Se puede vivir tranquilamente haciendo reparaciones. Entrás a una casa y tiene un montón de cositas para hacer.
—¿Qué no le puede faltar a una persona que quiere hacer carpintería?
—Uf, te tiene que gustar. Ponerle amor y pasión. Cariño.
Soñar es parte de la vida, dice. Y tiene varios sueños pero prefiere no compartirlos, porque al contarlos “desgastás la energía”.
—¿Qué es el éxito?
—Que hagas un mueble y te sientas bien. Que vos hagas este reportaje y te sientas bien. Eso es el éxito para mí.
—O sea, te considerás una persona exitosa…
—Claro, en ese sentido, sí. Estoy feliz, contento del trabajo que tengo ahora y de lo que hice en la carpintería.
—¿Qué le dirías hoy al Fernando que recién arrancaba en La Piedad?
—Que haga lo mismo. Es más: ahora estoy contento porque mi nieto Ian va a la Industrial. Está bueno que las escuelas tengan oficio. Ahí pasamos por hojalatería, mecánica, electricidad, entonces sabés conectar unos cables positivo-negativo, poner una llave de luz… Aprendés un montón de cosas útiles.
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💁 Quiénes somos, qué hacemos y por qué.
👀 #SeresBahienses es una propuesta de 8000 para contar a nuestra gente a través de una serie de retratos e historias en formatos especiales.
La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
👩🌾 Delia Lissarrague, productora rural: aquel amor a la tierra
👩🍳 Margarita Marzocca, cocinera y jubilada: un gran gusto portuario
🧐 Walter Tuckart, tecnólogo y docente de la UNS: aplicar con clase
🚛 Evelyn Sánchez, recolectora y chofer: al volante del reciclado
🏀 Maia Richotti, docente y basquetbolera de ley: una clase de pasión local
🧠 Fernando Luciani, psicólogo, músico y docente: al son de los deseos
⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención
🚢 Andrés Castagnola, práctico de nuestra ría: guía a buen puerto
✊ Paola Quiroga, activista trans: ser quien sos es una lucha
🤗 Maximiliano Mazza, operario, exvendedor, cocinero: la inclusión se trabaja
🥁 Sebastián Lamoth, baterista, sonidista y papá: tocar con todo
🐝 Luciano Morales Pontet, apicultor y cooperativista: el enjambre productivo
👩🏫 Myriam Cony, maestra rural: sembrar futuro para cambiar el mundo
👩👧👦 Paola Vergara, voluntaria de la vida: hacer algo por muchos
🏋️♀️ Marina Danei, entrenadora y deportista fitness: hambre de luchar y superarse
📚 Laura Faineraij, bibliotecaria: un montón de páginas inolvidables
🥊 Johana Giuroukis, emprendedora y boxeadora amateur: va como piña
🏅 Gerardo Mancisidor, veterano de Malvinas: volver a ser visible
🚴♂️ Kevin Jerassi, encargado de la escuela de BMX: ahí va, pedaleándola
🎊 Guillermo “Beto” Carranza, organizador de eventos: hay que animarse
👩🏼🎓 María Emma Santos, economista, investigadora y docente: riqueza académica
🧙🏼♀️ María Teresa Caporicci, alma de Ayuda-Le: el hada de los peladitos
🩰 Manuel Martínez, bailarín clásico: mucha libertad de expresión
🏃♀️ Natalia Fechino, profesora de Educación Física y runner: alegría kilométrica
👨🦯 Sergio Hernández, profesor y músico ciego: lo esencial está ahí
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec