Producción y texto: Belén Uriarte | Editora de 8000
Fotos, videos y edición audiovisual: Fran Appignanesi
—El braille es como la lapicera para el que ve. Lo necesitamos en muchas situaciones. Si bien la tecnología lo ha reemplazado mucho, se puede combinar. Lo veo necesario para jugar a las cartas, escribir algo, usar el teléfono, identificar un remedio…
Sergio Hernández maneja este sistema de lectoescritura desde muy chico: nació con muy poca visión y entre los 6 y los 7 años dejó de ver. Hoy se lo enseña a personas ciegas, con baja visión e incluso algunas que ven bien.
—Pretendo que puedan ver un referente, tener confianza y preguntarte cuestiones que uno ya vivió. O de repente, saber que se puede y poder seguir adelante, sin escuchar voces negativas o cuestiones que nos puedan trabar.
A Sergio le diagnosticaron retinopatía del prematuro, una enfermedad que afecta a algunos bebés nacidos antes de las 31 semanas de gestación, y que produce en la retina el crecimiento de vasos sanguíneos no deseados.
👶 Los prematuros están expuestos a varias cosas. Los medicamentos, el oxígeno, las luces o los cambios de temperatura pueden influir en el desarrollo de esos vasos sanguíneos.
Sergio nunca vio con el ojo izquierdo, pero tiene algunos recuerdos de lo que vio con el derecho: colores o caras e imágenes de la televisión, por ejemplo.
—¿Qué tan difícil es perder la vista de chico?
—Es más problema para la familia, para el entorno, que para uno. Para mí, todos veían como yo. Después, en la adolescencia es otro proceso: es entender que por algo o para algo pasan las cosas. Pero siempre digo que si yo no fuese ciego, muchas de las cosas que hago no hubiese tenido la posibilidad de hacer.
Bahiense, de 38 años, Sergio disfruta dando clases. Aprendió de sus docentes Laura Pontet y Arturo Civetta, que le marcaron el camino: enseñar desde la exigencia, pero con amor.
—Pretendo que mis alumnos puedan confiar en sí mismos, adquirir herramientas… Que puedan no sólo cambiar su mundo, sino cambiar el mundo para otros.
Tras dar cursos de braille en la Universidad Nacional del Sur, hoy enseña a gente de distintas edades en el Centro de Rehabilitación y Biblioteca Popular Luis Braille, ubicado en Thompson 44.
🧐 Ahí funcionan 3 áreas: rehabilitación para jóvenes adultos y adultos que quedan ciegos de grandes (los chicos asisten a escuelas especiales), biblioteca y un taller protegido donde se elaboran perfuminas, bolsas, escobillones…
Además de braille, da clases de música y de espiritualidad y autoayuda. Sus enseñanzas también llegan a Punta Alta y otras localidades, de forma online.
—Mi actividad es variada y creo que me mueve eso: el servir, el poder enseñar, el poder dar a otros para también uno recibir.
Sergio estudió el profesorado de Educación Especial en el Instituto Avanza y está a punto de recibirse de educador musical en el Conservatorio.
🙋 En su vida laboral también fue vendedor ambulante y relacionista público para el Municipio, hablando con empleadores para que tomen personas con discapacidad: “He hecho de todo un poco”.
En el Centro Luis Braille, Sergio se maneja como en su casa.
Recorre los pasillos, sube las escaleras sin dificultad y nos conduce a la biblioteca, donde tiene sus pertenencias. Saca el saxofón de su estuche y nos regala la melodía de “Muchaaaachos…”: así nos lleva por un momento al 18 de diciembre de 2022, cuando levantamos la Copa del Mundo en Qatar al ritmo de ese cántico.
Su pasión por la música arrancó a los 10, con un teclado de juguete; 2 años más tarde, un primo le enseñó acordes con la guitarra, y al tiempo tomó clases de piano. Luego se sumaron el acordeón, el saxo, la flauta traversa…
Ah: su música también suena en cumpleaños y casamientos, donde hace presentaciones individuales y de forma grupal con Magia Cumbiera (con acordeón y todo).
—¿Qué sentís cuando tocás?
—Muchas cosas. La música es muy amplia, entonces depende de lo que toques. Puede ser un desahogo, una expresión positiva, un olvidarse de todo… una terapia, al mostrar lo que quizás no podés expresar con palabras.
🎤 Sube sus contenidos al canal de YouTube Musiqueando con Sergio.
📲 Y si querés contactarlo, comunicate al 2914196043.
En sus clases, Sergio busca incentivar a disfrutar de la música. Y recurre a la improvisación y el juego.
—¿Has recibido alguna devolución o mensaje que te haya sorprendido?
—Continuamente mis alumnos, de braille más que nada, llevan a lo cotidiano el sistema y adaptan cuestiones o hacen juegos, y eso es muy gratificante porque uno aporta a la inclusión real.
—¿Cómo se le debe decir a alguien que no ve?
—Varía como ciegos que hay. En mi caso, me da igual: que me digan no vidente, invidente o ciego, pero después ya es una cuestión a veces de asimilación y duelo en la persona con discapacidad, y a veces de la sociedad, de poner nombres y disfrazar la inclusión. Pero yo soy partidario de que todas están bien.
—¿Sentiste discriminación?
—Seguramente ya de grande y en trabajos, por falta de información. Pero de chico, el famoso bullying, no. Hace poco hablaba con compañeros del secundario y decían justamente eso: que yo era uno más. Yo mismo quizás era el que hacía chistes.
—¿Ayuda el humor a sobrellevar situaciones así?
—Sí. A veces el humor puede ser para cubrir alguna cuestión, pero la risa y cómo tomamos las cosas influyen mucho en cómo las vivimos también.
Sergio nunca hizo terapia. Se apoyó en su familia y en las personas que fue conociendo. Y sobre todo, en la fe.
—¿Alguna vez te preguntaste “por qué a mí”?
—Sí. Hasta que me cambiaron la pregunta a “para qué”.
—¿Y encontraste respuesta?
—Sí, muchas. No estaría enamorado de quien estoy enamorado y un montón de cosas que han pasado en mi vida creo que no hubiesen pasado. Como ser músico, porque en la familia no tengo músicos, y haber estudiado profesorado.
👩❤️👨 Su novia se llama Natalia y también es profesora de educación especial. Están juntos desde hace unos 4 años y hay planes de convivencia. Pero Sergio prefiere no dar más detalles.
Siempre tiene a mano su bastón blanco, pero en ambientes interiores, sobre todo en lugares conocidos, no lo usa: una vez que arma en su mente el esquema de donde está cada cosa, se larga:
—Como mucho, me chocaré 1 o 2 veces algo, y ya está.
—¿Y en el exterior cómo te manejás?
—Mayormente utilizo el colectivo. Larga distancia también, he viajado solo. Uber a veces he utilizado, o algún taxi en algún apuro. Si es una moto, suelo avisar que soy ciego por mensaje privado en la misma app, porque tuve una experiencia de alguien que me dejó a mitad de cuadra o me han rechazado viajes. Hay personas ciegas a las que les da pánico o no pueden andar en moto por el equilibrio. En mi caso, anduve de chico y no tengo problema. Pero a veces también es entendible la otra parte.
🚲 La bicicleta doble también suele ser una alternativa. Con su amigo Carlos Manella como conductor y su empuje desde atrás, han hecho entre 8 y 30 kilómetros.
—¿Qué es lo más complejo de no ver?
—La verdad, no sé. Siempre cuento esto de que no puedo manejar un avión y cosas que otros tampoco. Si bien soy consciente de mis limitaciones, también creo que todos tenemos cuestiones que no podemos hacer; alguna discapacidad, se note o no. Entonces no lo he pensado tanto, o no me focalizo en eso.
—¿Encontrás solidaridad cuando necesitás ayuda?
—En pandemia creo que cambió, que bajó un poco la solidaridad en la calle. Pero sí he estado y viví en otra ciudad y Bahía es muy solidaria. También, el hecho de los celulares hace que la gente esté más en la suya.
Y piensa que falta empatía en cuestiones de accesibilidad:
—Por ejemplo, cuando fuera de nuestra casa tenemos una vereda rota… Pero no sólo por las personas ciegas: todos vamos a llegar a ser adultos mayores, y cualquiera se puede tropezar en un descuido. Más que focalizar en la discapacidad, creo que es algo general.
Sergio vive en un departamento, en el fondo de la casa de sus padres Damarit y José, quien falleció hace 2 años. Y tiene 4 hermanos: Marcelo, Daniel, Lucila y Ailín.
—El apoyo y el estímulo de mi familia fue demasiado. Y creo que también, en su momento, pudieron despegarse o no sobreprotegerme.
—¿Es complicado el tema de tener una relación, de conocer a alguien?
—No sé por qué, pero nunca salí con una persona ciega y eso es lo que sorprende muchas veces al que ve. Te dicen “tu novia ciega”, como un supuesto, como algo establecido. Por supuesto, no voy a guiñar el ojo a alguien en un bar, o cuestiones más visuales como formas de conocer a alguien. Pero después, en el trato es igual. También hay cosas que te perdés a la inversa: la voz y las actitudes dicen, y a veces al que ve se les pueden pasar por alto.
Vecino del barrio Moresino, admira a Bahía por su variedad cultural y recreativa, y por su ubicación estratégica, con mar y sierras a pocos kilómetros.
—¿Qué debería hacer la ciudad por las personas ciegas?
—Principalmente, ser empática a la hora de las construcciones; como decía, no sólo por la persona con discapacidad, sino por todos. Y después, abrir la mente para poder establecer una relación con las personas con discapacidad en general, para una inclusión real.
—A diferencia de tu niñez, ¿creés que las cosas están más adaptadas, como algunos restaurantes con menú en braille, y que la sociedad está un poco más preparada?
—La sociedad está preparada en ciertas cuestiones. Desde que soy chico, siempre vi algún menú por ahí y ahora también hay, pero nunca en todos los lugares. Quizás en tecnología, sí: ¿quién iba a pensar que iba a poder leer un diario, estudiar y tener la mayoría del material adaptado? Recuerdo la época donde me escribían mensajes y sí o sí alguien tenía que leerlos. Está todo más adaptado. Creo que falta igual en el trato con la persona ciega. Decir: “Simplemente no ve”. Porque muchas veces eso lo engrandecemos en el sentido de que al no ver, suponemos que no puede esto, que no puede lo otro, que ve todo oscuro y que todo es triste y malo. Entonces, creo que falta más esa apertura de cabeza para decir: “Bueno, como todos, tienen sus virtudes y defectos, y sus dificultades y sus logros”.
Su mayor aprendizaje ha sido la resiliencia; saber que todo pasa por algo, tomarlo con calma y poder salir adelante.
—¿Y tu mayor logro?
—No lo he pensado. No sé. Creo que es una cuestión del día a día y que todos tenemos altibajos. No pienso tanto en los logros, sino en estar activo con proyectos y con esas ganas de vivir, de poder salir adelante, de superar barreras de cualquier tipo y poder desarrollarme y hacer lo que me gusta. Contratiempos y problemas tenemos todos los días, y creo que depende mucho de cómo nos paramos, cómo los planteamos, qué herramientas y qué apoyo tenemos desde lo afectivo.
A diferencia de muchas personas ciegas, dice que no se caracteriza por la buena memoria. Pero sí atesora momentos importantes: como cuando sus compañeros de secundaria se vendaron los ojos para jugar al fútbol en el viaje de egresados, o como cuando los chicos de su clase hicieron una actividad usando el bastón blanco para ponerse en el lugar del que no ve.
Esa es la empatía por la que trabaja hoy.
—¿Cómo te imaginás a futuro?
—Imagino que es necesario en todos los ámbitos no estar solo y apostar por lo colectivo, y quizás hasta formar una familia y seguir dando clases, aportando a nivel social y a nivel individual a mis alumnos.
—¿Qué le dirías hoy al Sergio chiquito que recién comenzaba a aprender braille?
—Que se puede, que siempre hay una salida, que hubo cambios y para bien.
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💁 Quiénes somos, qué hacemos y por qué.
👀 #SeresBahienses es una propuesta de 8000 para contar a nuestra gente a través de una serie de retratos e historias en formatos especiales.
La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
👩🌾 Delia Lissarrague, productora rural: aquel amor a la tierra
👩🍳 Margarita Marzocca, cocinera y jubilada: un gran gusto portuario
🧐 Walter Tuckart, tecnólogo y docente de la UNS: aplicar con clase
🚛 Evelyn Sánchez, recolectora y chofer: al volante del reciclado
🏀 Maia Richotti, docente y basquetbolera de ley: una clase de pasión local
🧠 Fernando Luciani, psicólogo, músico y docente: al son de los deseos
⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención
🚢 Andrés Castagnola, práctico de nuestra ría: guía a buen puerto
✊ Paola Quiroga, activista trans: ser quien sos es una lucha
🤗 Maximiliano Mazza, operario, exvendedor, cocinero: la inclusión se trabaja
🥁 Sebastián Lamoth, baterista, sonidista y papá: tocar con todo
🐝 Luciano Morales Pontet, apicultor y cooperativista: el enjambre productivo
👩🏫 Myriam Cony, maestra rural: sembrar futuro para cambiar el mundo
👩👧👦 Paola Vergara, voluntaria de la vida: hacer algo por muchos
🏋️♀️ Marina Danei, entrenadora y deportista fitness: hambre de luchar y superarse
📚 Laura Faineraij, bibliotecaria: un montón de páginas inolvidables
🥊 Johana Giuroukis, emprendedora y boxeadora amateur: va como piña
🏅 Gerardo Mancisidor, veterano de Malvinas: volver a ser visible
🚴♂️ Kevin Jerassi, encargado de la escuela de BMX: ahí va, pedaleándola
🎊 Guillermo “Beto” Carranza, organizador de eventos: hay que animarse
👩🏼🎓 María Emma Santos, economista, investigadora y docente: riqueza académica
🧙🏼♀️ María Teresa Caporicci, alma de Ayuda-Le: el hada de los peladitos
🩰 Manuel Martínez, bailarín clásico: mucha libertad de expresión
🏃♀️ Natalia Fechino, profesora de Educación Física y runner: alegría kilométrica
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec