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🚤🦐 Claudio Onorato, pescador artesanal: mar de corazón

Nuestra gente, nuestra mirada, nuestra ciudad.

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—Yo abandonaba la primaria por ir a pescar con mi viejo y con mis hermanos…

Así, recorriendo nuestra ría desde los 5 años, Claudio Alejandro Onorato se enamoró del mar y se transformó en pescador artesanal.

Su papá Silverio Onorato y su mamá María Romano vinieron al puerto local desde Italia, y ambos se dedicaron a la pesca: él navegaba, ella trabajaba en una pescadería y en una cantina.

  • 👉 La familia núcleo se completaba con sus hermanos Herminio José, Marcelo, Roxana, Gabriela (que falleció el mes pasado, a los 52) y Leandro.

Claudio tiene 58 años y nació en Ingeniero White. Le cuenta a 8000 que en aquellos inicios no había manera de comunicarse desde el agua, entonces antes de salir le avisaba a su mamá:

—Quedate tranquila, que vamos a pescar con papá.

Pero papá no sabía nada… Claudio iba a la lancha con sus hermanos, se acostaban a dormir y recién asomaban al llegar a la zona de pesca:

—¿Qué hacen acá? ¡Su mamá me va a matar! —decía Silverio.

Y Claudio le respondía:

—No, papá, quedate tranquilo: mamá sabe que salimos con vos.

  • 👫 Claudio está casado con Alejandra Carmen Beiza y tienen 6 hijos: Alejandro José, Jonathan JuliánEmanuel Braian, Zaira Joahana, Cintia Astrid y Venus Yoseline.

El primer viaje que tuvo a cargo fue en junio de 1991, tras sacar la licencia de patrón. Y desde entonces comandó varias embarcaciones, la mayoría de nuestra ría.

En 2000 decidió cortar la navegación en otras partes y se dedicó 100% a pescar acá. Y eso hace hasta hoy: entra y sale cotidianamente por el puerto y pasa hasta 2 días arriba de su embarcación, la San Antonio.

  • 🤲 Hay varias manos a la obra: comparte el laburo con sus hijos Alejandro, Jonathan Emanuel, con sus sobrinos Erik Joel Onorato y Jonathan Salas, y con otros 2 compañeros de años: Braian Obreque y Palmiro Gómez.
  • 🐠 Y las mujeres, Alejandra, Zaira, Cintia Venus, pelan camarones y atienden pescaderías. Una familia 100% pesquera.

—¿Por qué te dedicaste a la pesca, Claudio? 

—Porque es lo que heredé de mi papá. En 2017 fui a representar a Argentina en la fiesta San Silverio de Italia y ahí me di cuenta por qué la pesca de acá se hace como se hace: la trajeron nuestros antepasados de la isla de Ponza.

Su papá fue uno ellos, y partió haciendo lo que amaba: en 1989, un temporal dio vuelta su lancha a 2 horas de Bahía. Murió ahogado, a los 49 años.

Claudio tenía 20 y ese día estaba en otra embarcación, bastante cerca: recuerda que de un momento a otro perdió de vista a su padre y chau.

—¿Recordás alguna frase que te haya dejado? 

—Muchas. La primera, en italiano, decía: “Hijo mío, nunca dejes la vía vieja buscando la vía nueva, porque sabés lo que dejás pero no lo que encontrás”. Como diciéndome: “Seguí siempre en la pesca”… Y yo, siempre en la pesca. Siempre.

Esa no fue la única pérdida: también murieron en la pesca sus tíos Vicente y Silverio (sí, el mismo nombre que su papá, algo habitual entre italianos: en aquel entonces incluso se casaban entre primos por la herencia…), uno por un infarto y el otro, tras un ataque de epilepsia.

—¿No te dio miedo seguir? 

No. Nosotros hace 12 años también nos hundimos con un barco y el barco desapareció. Quedamos todos nadando a 12 horas y acá estamos, firmes. Yo les dije a mis chicos: “Acá se terminó, búsquense un trabajo”. Y me dijeron: “No, papi, tenemos que seguir en esto”. Así que estamos todos abocados a la pesca.

Aquella vez iban en la lancha Carlos Butti y los salvó Omar Vitelli, un compañero de toda la vida.

—Cuando la embarcación se hunde, lo primero que pasa es que te succiona, te lleva para abajo —cuenta Claudio—. Y todo lo que tiene aire, empieza a salir para arriba: yo vi una garrafa saltar más de 50 metros… Y vos no te hundís: como es agua salada, te tira para arriba; así no sepas nadar, te quedás quieto y te tira para arriba. 

De ese modo salieron a la superficie, luego de que una ola los diera vuelta.

Tenía miedo de perder a alguno de los muchachos —dice Claudio—. Mis 2 hijos mayores se agarraron de un bidón que les di y el “Colorado” (Martín Miguel Ortega) gritaba, llorando: “¡Mami, no me lleves! ¡Dejame vivir!”. Hacía 6 meses había fallecido su madre de un ACV. Le di mi bidón y le dije: “Tomá, gordo. Quedate tranquilo, yo no me voy a ahogar”. Y traté de no hablar porque cuanto más te fatigás, peor es. Cada tanto movía los pies, nadaba un poquito. Y así fui juntando a los 7 tripulantes y los fui salvando a todos hasta que llegó la embarcación después de más de 1 hora.

A pesar de cualquier contratiempo, para Claudio la pesca es todo.

Si mi esposa después de 38 años está celosa, está celosa de mi laburo. Yo vivo en el puerto noche y día y llevé a todos mis hijos a trabajar de chiquitos. Vivimos en la lancha: yo llego a las 2 o 3 de la mañana y me quedo durmiendo acá, en los bancos o en la cubierta, hasta descargar el pescado y lavar la lancha.

  • 👪 Aunque el corazón es portuario, la familia se afincó en Villa Serra, a 4 kilómetros de White. Y se sumaron 5 amores más: sus nietos Benicio, Briana, Azul, Nicole Máximo.

Hoy Claudio sigue yendo, pero sobre todo acompaña: por la edad, ya no hace tanto esfuerzo. Igual, no se le pasa por la cabeza abandonar.

Hace un tiempito llevó a pescar a su amigo el “Tano” Juan José González, que dejó la actividad hace 10 años, y llorando le dijo: 

—No sé cómo hiciste para abandonar a los 52…

—Sí, “Chupa” —le respondió el “Tano”—. Yo sueño todos los días con ir a pescar…

  • 😁 El “Chupa” es Claudio: le dicen así por su viejo, a quien le pusieron ese apodo en la lancha San José porque todos los italianos bebían vino, pero él tenía apenas 9 años y tomaba leche. Era el “Chupaleche”

—¿Qué es lo que más disfrutás? 

De la pesca disfruto todo, porque somos como los dueños del mar. El mar, cuando te quiere llevar, te lleva; se lleva todo el mar… Pero si uno le tiene un poquito de respeto, te das cuenta de que el problema es el ser humano cuando no hace las cosas bien.

  • 🎣 Para hacer las cosas bien, hay un montón de medidas de seguridad: salvavidas circulares con luces, chalecos con luces y 2 balsas para 10 personas cada una, acondicionadas con alimentos, equipamiento sanitario y dispositivos de comunicación y localización como el SAR (búsqueda y rescate), que cuando la embarcación se hunde, llega hasta el fondo del mar y emite una señal para ser recibida en el exterior.

—¿Hoy es imposible quedar incomunicado? 

—Sí. Las balsas también tienen una radio cada una y hay otro aparato que se llama EPIRB (una radiobaliza) que también larga una señal cuando te estás hundiendo. El que hoy se ahoga es porque no dio parte a Prefectura, porque salió ilegal.

—¿Cambió mucho la actividad desde que arrancaste? 

—Totalmente, 100%… 1.000 por 1.000. Antes no había medios de comunicación, no había motorcitos, no había sonda… Tenías que ir con una caña constantemente mirando cuánta agua había… Ahora tenés la sonda que es una computadora: ve el fondo, si es barro, si es arena, si es pescado, qué clase de pescado. ¡Ahora tenés todo!

  • 🦐 Lo más difícil de pescar, dice, son el camarón y el langostino: hay que buscarlos más lejos.
  • 🍤 Y además, requieren mucha mano de obra: primero los tiran en unos cajones, luego los zarandean, después los clasifican (y descartan en el agua lo que no sirve) y finalmente los hierven a bordo.

En una buena jornada, llegan a sacar hasta 150 cajones de camarones:

—Son muy pocos los días que agarrás eso. Pero cuando los agarrás, hacés mucha plata. Cuando estábamos en actividad, antes del temporal, costaba $ 900 el kilo; es decir, $ 18.000 el cajón de 20 kilos. Ahora me dijeron que estaba en $ 30.000.

  • 🤑 Así, hoy 150 cajones son unos $ 4.500.000.

Ese temporal que nos pasó por encima el 16 de diciembre de 2023 arruinó varias embarcaciones, incluyendo la San Antonio de Claudio: se soltaron los remolcadores Tehuelche y Gran Bahamas e hicieron un desastre. 

  • 😥 Casi 90 pescadores y 400 familias de peladores están sin trabajo desde hace 2 meses. Y piensan que van a estar todo el año así.
  • 💰 Estiman que son necesarios unos 10 millones de dólares para reconstruir la flota pesquera.

Según Claudio, las empresas de los remolcadores (ArTug y Svitzer) deberían hacerse cargo:

—Una cosa es la naturaleza, otra cosa es la negligencia humana. Los remolcadores no tenían los cabos correspondientes a tierra. Pesan 250 o 300 toneladas y mi lancha, 20 toneladas. Estaba atada y los 2 remolcadores la aplastaron contra el muelle. Me quería matar. Hubiese deseado morirme en ese momento.

Y dice que al Consorcio del Puerto también le cabe responsabilidad:

—Tendría que haber evitado esto, porque es el permisionario de la ría —advierte Claudio, que alguna vez fue preso—: Por luchar por lo mío, por mi trabajo.

Claudio tenía la inspección vigente hasta 2028 y esta desgracia lo dejó sin certificado de seguridad: es decir, la embarcación no está apta para navegar. 

¿Y nosotros de qué vivimos, gente? El marinero mañana puede ir a buscar un trabajo y alguno que otro puede conseguir, pero yo tengo 58 años, ¿dónde voy a ir? Toda mi vida trabajé en esto, lo único que sé hacer es pescar.

Lo peor, agrega, es que en Argentina no hay ni madera ni carpinteros para reconstruir las lanchas: la solución sería un barco nuevo de fierro o de fibra, que cuesta “entre 800.000 dólares y 1 millón de dólares”…

—¿Estas suelen ser épocas de laburo fuerte? 

—Sí. Había 40-50 cajones por día, pero con el tema de los derrames fue mermando y ahora no hay nada. No quedó pescado en toda la ría.

  • 🤦‍♀️ Ese es otro gran drama: tuvimos 3 incidentes con hidrocarburos en menos de 2 meses.
  • 🐟 Claudio y sus compañeros van hasta la Isla Verde: de ahí sacan camarones, langostinos, pescadilla, gatuzo…

—¿Cómo es el pescado de nuestra ría?

—Yo le diría al pueblo que no lo coma, francamente. Si comés 3-4 veces por semana, como come mucha gente, el pescado de la ría de acá es malo. Por más que quieran tapar todo, es malo por la gran contaminación que hay. Dicen que los niveles bajaron, pero ahora con los derrames van a estar 15 o 20 años para degradarlo.

Claudio lamenta que para contener la mancha no se haya activado a tiempo el Planacon, que es el Sistema Nacional de Preparación y Lucha contra la Contaminación por Hidrocarburos y otras Sustancias Nocivas y Sustancias Potencialmente Peligrosas (sic):

—La marea crece 6 horas y baja 6 horas: si ellos lo hubiesen activado enseguida, lo absorbían. Pero no lo absorbieron hasta que mi amigo Natalio Huerta lo descubrió y dio parte a Prefectura. Estuvo 14 horas a la deriva, o sea, 2 mareas y media: se desparramó en toda la ría y llegó a las costas, donde destruye el fondo, la fauna marina… no lo sacás así nomás. Ahora están con las bordeadoras cortando los yuyos, ¿de qué estamos hablando, gente? ¿Cómo vas a sacar eso con las bordeadoras? 

  • 🤬 “Después dicen que no contaminan, hijos de mil putas —comentó aquella vez el pescador Huerta—. El olor… si prendés un fósforo, volamos a la mierda”.

—¿Son normales los derrames acá o lo que pasó es atípico?

—Que yo me acuerde, el último derrame grande fue en el 88 o en el 92, por ahí. Y hace 4 o 5 años nos enteramos de que todo ese petróleo está enterrado en la Zona Franca, en Puerto Rosales: según la Policía Ecológica, son entre 700 y 1.000 tambores de 200 litros tirando petróleo a la ría constantemente desde hace 30 años. Nadie toma cartas en el asunto: al político de turno le llenan los bolsillos y se acabó el problema.

Claudio y su equipo suelen salir en horario de marea, a la madrugada: a las 2, a las 3 o a las 5. Prefectura les da 72 horas para navegar; a la mañana y a la tarde tienen que reportar su posición por radio. Y desde el área provincial de Pesca también los controlan: si se pasan de la zona permitida (que es hasta la boya 7, más o menos hasta fuera de Pehuen Co), los llaman y los hacen volver. 

El trabajo a bordo se cumple con turnos: hasta llegar a la zona de pesca, uno toma el timón y se encarga del control del GPS y de dar aviso a Prefectura sobre la posición, mientras los demás descansan, preparan la comida, ceban mate…

—Si no hay correntada, no pescás nada —dice Claudio—. Acá no somos de arrastre como en otros lados. Nosotros hacemos pesca artesanal: tiramos las redes y cuando hay buena correntada, el pescado se va metiendo.

—¿Encontraron algo curioso en el mar?

—Encontramos tortugas, y siempre nos acompañan los delfines y las gaviotas. ¿Curioso? Hemos visto muchas sombras en el cielo… nunca supimos de qué eran.

Otro de los grandes placeres es entrarle a lo que sacan, apenas lo sacan: por ejemplo, hierven camarones y langostinos en la cocina de la lancha y los van comiendo mientras navegan. Así nomás, con mayonesa y pan.

El pescado fresco no te cansa nunca, es totalmente distinto al de una pescadería. Lo tirás dentro de la olla, revolotean el camarón y el langostino, y sabés lo que comés.

—¿Y qué es lo más complicado que tiene esta actividad?

—Lo más complicado o lo que más miedo me da es cuando voy navegando y veo a la gente dando vueltas, porque se te cayó uno, no lo viste en el momento y se te ahogó. No me pasó nunca, pero siempre estoy pensando en cómo diagramar algo para que si alguien se cae, se salve. Porque si se cae y vos lo viste, diste la vuelta y lo salvaste; pero si vos navegaste 5 minutos, ya lo perdiste, no lo ves más por más que sepa nadar.

—¿Creés que Bahía es un buen lugar para desarrollar la pesca? 

—Muy, muy buen lugar, porque tiene una ría muy extensa, un estuario muy extenso. Vos salís de Mar del Plata, Comodoro Rivadavia, Caleta Paula, Caleta Olivia, Caleta Córdoba, Rawson, Puerto Deseado y tenés mar abierto. Acá al mar abierto lo encontrás recién fuera de Monte Hermoso, y hasta Monte tenés más de 6 horas.

—Con tanto recorrido, ¿qué le dirías al Claudio de 5 años?

—Yo nunca quise dar el brazo a torcer, pero le diría que no venga a la pesca de White, contrario a todo lo que estoy diciendo, por todos estos problemas que hay. Es una lucha muy grande, porque poco a poco nos están ahogando.

Igual, no piensa abandonar el barco: se ve metiéndole hasta los 75 u 80 años.

—No tengo otra cosa en la cabeza que no sea la pesca y mi familia. Somos todos pescadores, lo llevamos muy en el corazón, muy en la sangre.


Producción y texto: Belén Uriarte

Producción, videos y edición audiovisual: Tato Vallejos

Video: algunas imágenes de respaldo son del documental “Esas pequeñas cosas” de Néstor Maquiavelli.

Fotos: Fran Appignanesi

Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec


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