đŸ‘©â€âš•đŸ‘¶ Mariel PĂ©rez, partera: la magia de recibir vidas

Publicado el 20/08/2023.

―Me gusta la adrenalina de la guardia, la urgencia y el momento del parto, tanto acompañar a la mujer en el trabajo de parto como la parte del nacimiento ―le dice a 8000 Mariel PĂ©rez, licenciada en Obstetricia.

Cuenta que las obstĂ©tricas tienen varias funciones: dar el curso de preparto, hacer el control del embarazo y el puerperio, acompañar la lactancia y la anticoncepciĂłn. Pero en su caso, hoy sĂłlo se dedica al trabajo de parto en las guardias.

Nacida hace medio siglo en Cabildo, Mariel lleva 28 años (o sea: mås de la mitad de su vida) en el Hospital Penna. Y también trabaja en la clínica Osecac y en el Hospital Privado del Sur.

―¿Por quĂ© elegiste esta profesiĂłn? 

―Fue algo casual. No sabĂ­a quĂ© estudiar a los 18 años y una mamĂĄ de una amiga me dijo: “Mi hija se va a estudiar a La Plata y hay una carrera en la que ayudĂĄs a que nazcan los bebĂ©s”. Dije: “Bueno”, y me fui a La Plata. AhĂ­ fui conociendo pasito a pasito la licenciatura en Obstetricia y me enamorĂ©, ÂĄme encantĂł!

―¿RecordĂĄs algo de la infancia que se relacione con los chicos o la medicina? 

―No
 Mi abuela decĂ­a que tuvo los 12 hijos en el campo y mi abuelo ayudaba, capaz que de ahĂ­ viene, pero despuĂ©s no tengo nada. Yo vivĂ­ en el campo, mis papĂĄs eran agropecuarios, mi mamĂĄ ama de casa, despuĂ©s hizo reposterĂ­a


Mariel estudió en La Plata, se recibió en 1993 y se quedó 2 años mås, trabajando en el Hospital de Solano y en Quilmes. Luego pegó la vuelta. Su primera guardia de 24 horas acå fue el 31 de diciembre de 1995, en el Penna, sin cobrar un peso.

―Estuve 11 años ad honorem, hasta que me nombraron. Era asĂ­ el sistema: para que te llamen de los lugares de trabajo, tenĂ­as que hacerte conocida, y el lugar donde todo el mundo te conocĂ­a era el Penna.

En esos tiempos no habĂ­a residencias. Las parteras se acercaban a la guardia, se sumaban a los equipos de trabajo y asĂ­ iban aprendiendo.

―¿CĂłmo viviste durante esos 11 años ad honorem? 

―VivĂ­a con mis padres en Cabildo y viajaba a hacer la guardia. En el 96 ya empecĂ© a hacer reemplazos en los privados y abriĂł la clĂ­nica Osecac, asĂ­ que ahĂ­ empecĂ© con una guardia compartida. TenĂ­a los ingresos de los privados, pero seguĂ­a viniendo al Penna.

―Arrancaste un 31 de diciembre: ¿siempre trabajaste en las fiestas?

―Al principio te toca. Cuando sos mĂĄs grande, lo van haciendo las chicas mĂĄs jĂłvenes. Pero sĂ­, muchos años hice fiestas. Ahora ya no.

Recuerda aquellos momentos con alegría: la familia hospitalaria solía llevar a los suyos para brindar en multitud. Pero no siempre ocurría a la medianoche: a veces, el Año Nuevo llegaba con un nacimiento y el festejo se trasladaba a la sala de parto.

Hoy Mariel estĂĄ a cargo del grupo de colegas:

―ObstĂ©tricas no es lo mismo que obstetras ―aclara―. ObstĂ©tricas somos las licenciadas en Obstetricia: las antiguas matronas o parteras. Y los obstetras son los mĂ©dicos ginecĂłlogos que se encargan de los embarazos normales y patolĂłgicos. 

Sigue:

―A mĂ­ me encanta el hospital. El Penna profesionalmente fue mi primera casa: acĂĄ estoy acompañada, entro y todos todos me conocen, es como una pequeña familia.

Siente lo mismo que al comienzo, aunque algunas cosas fueron cambiando, como la cantidad de compañeras. Al abrirse la residencia en 2010, el nĂșmero creciĂł: hoy son 16 y trabajan al menos 2 por guardia. Y a nivel ciudad ocurre lo mismo:

―Hay mĂĄs obstĂ©tricas. Y hace 1 año se abriĂł la carrera en la Universidad Nacional del Sur, asĂ­ que ÂĄva a haber un semillero de obstĂ©tricas!

El Penna atiende la mayor cantidad de partos bahienses y de la regiĂłn, al ser la Ășnica maternidad pĂșblica. Pero hay cada vez menos:

―BajĂł un montĂłn la cantidad de nacimientos, como un 40%. Hoy en el Penna no llegamos a los 2.000 y hace unos 9 o 10 años tenĂ­amos 3.000 nacimientos. Y en privados tambiĂ©n, harĂĄ 1 o 2 años que se nota el descenso en la guardia.

Mariel lo atribuye principalmente al mayor control de natalidad, a la crisis econĂłmica, a la interrupciĂłn voluntaria del embarazo y al crecimiento de la anticoncepciĂłn.

Nota una gran diferencia entre pĂșblicos y privados. En los primeros se detectan mĂĄs embarazos adolescentes aunque, a diferencia de años anteriores, ya no ven la gran multĂ­para, es decir, mujeres que tienen 7, 8, 9 hijos. En los privados, en cambio, la maternidad suele llegar despuĂ©s de los 30.

Mariel recuerda que la paciente mĂĄs chica que le tocĂł acompañar tenĂ­a apenas 12 años y habĂ­a sido abusada, pero continuĂł con el embarazo y tuvo un parto natural en el Penna. Y la mĂĄs grande andaba en 52 o 53 años: un embarazo complicado, atendido en el ĂĄmbito privado.

―DespuĂ©s de los 36 hay cada vez mĂĄs riesgo. Lo que pasa en privado es que hay mĂĄs cantidad de mujeres arriba de los 40 y hasta de los 50, por la fertilidad.

―¿Cambia el trabajo si tenĂ©s que atender a una adolescente o a una mujer grande? 

―Por ahĂ­ una tiene que estar conteniendo o acompañando mĂĄs a la adolescente, pero la primeriza tambiĂ©n tiene el temor a lo desconocido, asĂ­ que una va viendo quĂ© paciente necesita mĂĄs. Siempre digo que una guardia con 2 o 3 trabajos de parto de primeriza te chupa toda la energĂ­a.

―¿Cómo es traer una vida al mundo?

―Es emocionante porque es un momento mĂĄgico. En un matrimonio primerizo, entra a la sala de parto una pareja y sale una familia, ÂĄes maravilloso! La verdad, es lindo: uno comparte ese momento con la mujer y con la pareja, y yo me siento muy, muy cĂłmoda acompañando. Siempre la gratitud de ese momento es fantĂĄstica.

―¿Y cĂłmo se manejan los nervios de las pacientes, sobre todo en situaciones complejas? 

―Siempre hay mĂ©todos. Se da el curso preparto, pero no todas tienen la posibilidad de hacerlo, entonces en el momento del trabajo de parto, en esas horas (porque llevamos acompañando a la mujer capaz que 6, 7, 8 horas) una le va aconsejando, la respiraciĂłn, posturas… AcĂĄ en el hospital pĂșblico tenemos la ducha y las metemos en la ducha, les damos distintos ejercicios, y ahĂ­ vamos acompañando a la mujer en todo el proceso.

―Hoy creció la práctica de parto en el agua, ¿en el Penna no se hace? 

―AcĂĄ todavĂ­a no. Tenemos una camilla nueva de parto y una habitaciĂłn con pelotas, banquitos, para ayudar a la postura de la mujer en el trabajo de parto. No tenemos bañera, pero le ofrecemos la ducha y que se siente en el banquito: el agua relaja, acorta el perĂ­odo de dilataciĂłn y la mujer la pasa mejor. Parto en el agua en BahĂ­a Blanca se estĂĄ haciendo en el Hospital Italiano y ahora se inaugurĂł la sala en el Privado del Sur. No me tocĂł todavĂ­a, pero debe ser maravilloso.

―¿Para el bebĂ© tambiĂ©n es beneficioso?

―No tiene tanta diferencia. El mayor beneficio es para la mamĂĄ. El bebĂ© sale del ambiente lĂ­quido del Ăștero, entra en el ambiente lĂ­quido de la pileta y sale a la superficie. El beneficio que tiene el bebĂ© es el contacto piel a piel con la mamĂĄ.

SegĂșn Mariel, en el hospital intentan que la paciente ingrese en un franco de trabajo de parto a partir de los 3, 4 o 5 centĂ­metros de dilataciĂłn, y que el tiempo previo lo pase en su casa porque si no terminan siendo 12 horas de internaciĂłn.

―¡Se hace muy largo! ¡Es un montón! Pero si vienen a partir de los 3, no es tanto el tiempo de internación y es la parte más intensa del trabajo de parto. Ahí se internan, pasan el trabajo de parto en una habitación y pueden tener el parto ahí o pasar a la sala de parto. A veces lo hacen en silla de ruedas, otras pasan caminando.

No recuerda con exactitud el trabajo de parto mås largo que le tocó acompañar, pero remarca que en el caso de las primerizas suele llevar unas 12 horas:

―Se hace largo
 TambiĂ©n estĂĄ la que viene, la mirĂĄs y decĂ­s: “La mando a la casa”. Y no, estĂĄ con dilataciĂłn completa y va a sala de partos. Cada mujer es diferente.

Cuando empezó, los padres no tenían permitido acompañar a las madres, pero al tiempo se modificó. Y el Penna fue pionero.

―La mujer la pasa mucho mejor cuando estĂĄ acompañada por una persona, por su pareja, por su mamĂĄ, por una amiga, por alguien que la contenga
 Y es mĂĄgico, la emociĂłn y el dolor de la mujer es fuerte, pero cuando el hombre se emociona y llora, ahĂ­ lloramos todos, es un momento Ășnico.

―¿Durante la pandemia las mujeres entraban solas? 

―DejĂĄbamos pasar a la pareja. Éramos medio como astronautas, pobres mujeres, al principio venĂ­an y nosotras tenĂ­amos las antiparras, el casco, el barbijo, debe haber sido duro para ellas encontrarse con eso. Fue duro; se trabajĂł mĂĄs porque habĂ­a gente de licencia
 A pesar de eso, yo reciĂ©n me contagiĂ© a fines de la pandemia. 

Entre sus miles de anécdotas, aparece aquella en su pueblo, donde hacía control de embarazo e iba en bicicleta a ver pacientes: todo gratis.

―Me llamaron a mi casa, fui y cuando lleguĂ© habĂ­a una señora sentada en la vereda, bajo la sombra de un ĂĄrbol, con contracciones. ÂĄEra un gemelar y estaba con 6 centĂ­metros de dilataciĂłn! LlamĂ© a la ambulancia y me subĂ­ con la malla debajo del ambo. ÂĄLa trajimos volando! Un gemelar, 6 centĂ­metros, en Cabildo no puede nacer


Pero la ambulancia llegĂł a tiempo y saliĂł todo bien. Como la mayorĂ­a de las veces.

Cuando el desenlace es otro, se hace terrible.

―Nosotras trabajamos en la parte mĂĄs linda de la salud porque recibimos vida. En un alto porcentaje, los nacimientos son naturales y sale todo bien. La gente quiere garantĂ­as del nacimiento, porque la familia se embaraza y ya proyecta la vida de su hijo. Lo duro son los malos resultados. Esa es la parte mĂĄs fea. La muerte fetal es lo mĂĄs terrible: el silencio de la sala de parto ante un nacimiento de un feto muerto es el silencio de la muerte.

Entonces se extiende una mano y a veces se da alguna palabra de cariño, dice Mariel. Y cree que la mujer y su pareja deben estar con su bebé y verlo, porque es un proceso que la familia tiene que pasar.

―Duele. Es el día de hoy que me moviliza. Es la parte más fea de la profesión.

La muerte materna también es un espanto, pero a Mariel nunca le tocó: en general, ocurre a los días, porque la mujer pasa a terapia y luego fallece.

―Son momentos que uno nunca quiere vivir. Lo estudiamos en la facultad, lo vemos, pero vivirlo es durĂ­simo. 

―¿Tienen un equipo de psicologĂ­a para ustedes y las pacientes? 

―No, la psicĂłloga perinatal reciĂ©n ahora se estĂĄ implementando en algunos lugares, pero acompaña mĂĄs a la paciente, no tanto a los profesionales. EstarĂ­a bueno, porque a nosotras nadie nos acompaña, nos acompañamos entre nosotras: es decir, hablamos, pero no hay nada escrito, no hay ningĂșn protocolo.

―¿Pasó que llegue alguna chica en trabajo de parto sin saber de su embarazo? 

―Un montón. Se da: lo que pasa es que lo que la cabeza niega, el cuerpo no lo siente. Y sí, es una sorpresa, una revolución para la mujer, para la familia, para todos, pero generalmente esos nacimientos salen bien.

―¿Y se ven situaciones que antes no, como bebĂ©s con abstinencia por adicciĂłn de la madre? 

―Un poco mĂĄs que hace unos años, pero no tanto. Y patologĂ­as se vieron toda la vida.

Mariel vive en Bahía desde 2000. Estå en pareja con Daniel y tienen 2 hijos: Tomås, de 11, y Matías, de 9. Los tuvo a los 39 y 41 años, por cesårea.

―TenĂ­a ganas pero no pude tener parto natural. Hice un desprendimiento de placenta y terminĂ© en una cesĂĄrea de urgencia.

Su mamĂĄ Silvia, apodada “Chiquita”, y su papĂĄ Juan son pilares en su vida y fueron fundamentales en los primeros años de sus hijos, porque su marido trabajaba en el sur y ella tenĂ­a guardias de 24 horas.

―Mi mamĂĄ viajaba desde Cabildo y a veces hasta se metĂ­a en mi cama para que no se despierten, y yo me venĂ­a a trabajar. Se quedaban las 24 horas en mi casa porque
 ÂżcĂłmo hacĂ­a con los nenes chiquitos? ÂżA quiĂ©n dejaba en mi casa?

―Saber de quĂ© se trata, Âżte ayudĂł a transitar el embarazo con mĂĄs tranquilidad?

―No tanto, no te creas


―¿Tener mĂĄs informaciĂłn es peor? 

―SĂ­, sĂ­, ÂĄja, ja! Es peor. En general, cuando una persona tiene un test positivo dice que estĂĄ embarazada, y yo cuando me dio positivo le dije a mi amiga: “No, esperĂĄ que hay que tener la ecografĂ­a, que estĂ© el saquito, que se vea el embriĂłn”. Y me dijo: “¡QuĂ© complicadas que son ustedes!”.

El miedo es parte del proceso. Mariel no sintió tranquilidad hasta parir: al principio estå la amenaza de aborto; después, la posibilidad de que nazca prematuro.

Dice que no se imagina haciendo otra cosa. Sus hijos suelen preguntarle qué haría si no estuviese en el hospital, y no tiene respuesta: la obstetricia es su pasión.

Una de las cosas mås lindas es el reconocimiento de la gente. Tiene pacientes que le siguen agradeciendo después de unos cuantos años. A muchas incluso las tiene en Facebook y por ahí va siguiendo el crecimiento de sus hijos.

―Siempre recuerdo a una señora de Laprida hipertensa, que vino a Osecac y tuvo un bebĂ© de 28 semanas, reprematuro: Gabriel. Ahora manda fotos y estĂĄ asĂ­ ―dice, marcando con su brazo una altura superior a la suya.

El bebĂ© mĂĄs chiquito lo recibiĂł en el Privado del Sur: tenĂ­a 23, 24 semanas, y todo saliĂł muy bien. Y ahora es otro de los gigantes…

―¿QuĂ© te produce ver tan grandes a esos bebĂ©s prematuros? 

―La verdad, es un milagro. Lo vemos y no lo podemos creer. TambiĂ©n hay amigas que una ha atendido en alguna urgencia y cada vez que nos reunimos dicen: “Gracias”. Yo no hago la cesĂĄrea, pero cuando llegan a las guardias en los privados las recibimos y hacemos el diagnĂłstico. La obstĂ©trica de guardia salva la urgencia, aunque despuĂ©s le agradezcan al mĂ©dico. Pero bueno: algunas se dan cuenta y nos agradecen.

El mayor aprendizaje que le dejó la obstetricia es la empatía, saber ponerse en el lugar del otro y acompañar a la persona en la alegría y en el dolor.

―¿QuĂ© le dirĂ­as a la Mariel que a los 18 años decidiĂł estudiar esta carrera? 

―Que siga adelante, que lo haga con la pasiĂłn que lo hizo, que estĂĄ bien todo lo que hizo. Tal vez no trabajarĂ­a tanto gratis, trabajĂ© muchos años gratis… Pero bueno, nada, fue todo aprendizaje: lo hice con alegrĂ­a. Y lo volverĂ­a a hacer.


ProducciĂłn, videos y ediciĂłn audiovisual: Tato Vallejos

ProducciĂłn y texto: BelĂ©n Uriarte

Fotos: Eugenio V.

Idea y ediciĂłn general: Abel Escudero Zadrayec


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