#SeresBahienses
⛪🧔 Javier Di Benedetto, sacerdote: el divino amor crítico
Nuestra gente, nuestra mirada, nuestra ciudad.
—Lo más lindo es ser reconocido como un vecino. Jesús era un vecino —le dice a 8000 el sacerdote católico Javier Di Benedetto, que tiene 39 años y es el actual párroco de Sagrado Corazón de Jesús, en la vecina Médanos, partido de Villarino.
Como vecino también se siente más cómodo. Siempre se lo ve por el pueblo, haciendo las compras, practicando algún deporte, charlando con la gente…
—Que me llamen cura, padre o sacerdote es lo mismo, pero yo prefiero que me digan Javier, porque es el nombre que me pusieron, con el que me bautizaron.
Javier nació en Avellaneda y a los 6 años se vino a Bahía con su familia. Es hijo de Rosalía y Vicente Juan (a quien llamaban Enzo por la contracción de Vincenzo, que es Vicente en italiano) y es el segundo de 4 hermanos: llegó después de Lucas y antes de Enzo y Marcos. Un entorno varonil, que se acentuó con la llegada de sus sobrinos Salvador, Valentino y Martín.
Los primeros tiempos bahienses transcurrieron en el barrio Espora, hasta que los Di Benedetto se instalaron en el macrocentro: Javier anduvo por la zona de Sarmiento y Granaderos hasta los 23, cuando decidió entrar en el seminario.

—¿Recordás cómo fueron los inicios de tu relación con Dios y de tu vocación?
—Es un poco difícil de responder puntualmente, porque es toda la historia de uno… Lo que recuerdo de la infancia es a mi mamá enseñándonos a mí y a mis hermanos la oración “Ángel de la guarda”; mi papá tenía un trabajo que le demandaba hacer guardias, o sea que algunas noches no estaba con nosotros… Y después, como familia, nos bautizaron, nos llevaron para tomar la primera comunión…
A los 15 se sumó a Acción Católica en San Luis Gonzaga.
—En la capilla San Pantaleón de Bella Vista fui dirigente de un grupo de Acción Católica y eso me motivó a tener cierta responsabilidad, a leer más para estar a la altura de las preguntas de los chicos, y a partir de ahí surgieron mis preguntas un poco más serias, existenciales, sobre mi vocación, sobre la Iglesia, sobre Dios.

—¿Reconocés algún momento en el que dijiste: “Esta es mi vocación”?
—Sí, hay un hito: cuando fuimos a misionar durante 2 veranos seguidos con el grupo de San Pantalón a un pueblito muy chiquito cerca de Maquinchao (Río Negro) que se llama Pilquiniyeu. Teníamos una mística muy linda de un Jesús con el mate, cercano, escuchador, dialogante, vecino… Y a partir de esa mística, me sentí atraído.

Al volver, le anunció a su familia: “Me voy a hacer cura”.
—En ese momento no estaba tan deconstruido. Lo veía como algo especial, no como cualquiera que elige cualquier carrera. Mi papá había fallecido no hacía mucho; estábamos movilizados como familia o con el duelo muy a flor de piel, y se vivió con mucha emoción. Fui el primero en irme de casa, pero se vivió con alegría.
—¿Tus amigos lo entendieron?
—Como entender, sí. Pero les parece raro, obviamente. A mí me gustaba y me sigue gustando el rock, también pesado, e íbamos a lo que se llamaba Kasarock (una movida de Memo Galassi que funcionó en Saavedra al 700 y en los galpones del tren de Chile y Fitz Roy). Como que no cerraba con esa imagen o ese imaginario que se tiene sobre los sacerdotes.

Fanático de Los Redondos y del Indio Solari, Javier pasó por el conservatorio de música (toca la guitarra) y luego estudió durante 8 años (4 de filosofía y 4 de teología) en el seminario de Mercedes-Luján, entre 2007 y 2014. Lo más difícil de esos años fue la convivencia.
—Soy muy crítico de las estructuras del seminario como formación. Me parece que hay que revisarlas. Es un período en el que estamos muy aislados: tenemos salidas pastorales, o sea, prácticas, contacto con el exterior, pero todavía se vive muy al modo de internado. Eso es lo más difícil. Y pedir permiso para las cosas, ya siendo uno adulto… no responde a la realidad de esa edad y a la cultura en la que vivimos.

En 2015 lo ordenaron diácono en la Catedral bahiense y 1 año más tarde se consagró como sacerdote en María Auxiliadora de Punta Alta. Arrancó su ministerio acá, como cura de la Catedral, hasta que partió a Médanos a principios de 2019.
—¿Cómo definís a Dios?
—Mi lema de ordenación sacerdotal (los curas solemos elegir una frase que nos represente, mayormente de la Biblia) es “Dios es amor”.

—¿Dudaste alguna vez de este camino?
—Sí. En el seminario varias veces. Y está bueno, porque es como todo, como la vida de familia o de pareja… Esas oportunidades son grandes motivadores para ver dónde uno realmente está arraigado. Las dudas son constantes.
—¿Y qué te sostiene?
—Hay 2 cosas. Una cuestión más difícil de explicar, que yo llamaría mística, que son los momentos de oración. Para mí, la oración es la meditación, el encuentro con uno, estar tranquilo un ratito… Una fuente donde uno encuentra la verdad de uno frente a Dios y con Dios; siento que es un lugar confirmatorio hasta el día de hoy. Y por otro lado, el eco de las personas, la devolución, que es muy gratificante: “Fuiste a visitar a mi mamá y le diste una palabra de consuelo”, “me sentí muy bien con esto”…

Un par de veces por semana Javier se viene a Bahía para cumplir funciones como coordinador de pastoral en el colegio María Auxiliadora. Es un rol de gestión.
El resto del tiempo lo dedica a la parroquia medanense, que abarca Argerich, La Mascota, Chapalcó, Algarrobo y Teniente Origone.
—Ser un vecino no es solamente conformarse con que la gente vaya a misa. Es ir a visitar mucho, escuchar mucho, meterse en lugares… ¡Es muy lindo! Ahí todavía permanecen esos boliches ruteros, como “Lo de Caraballo” en Argerich o “Lo de Cañete” en La Mascota: de alguna manera, son mágicos en el tiempo, en el modo de vinculación. A veces les resulta raro ver al cura ahí tomando algo… Y está la pregunta típica: “¿Los curas pueden tomar alcohol?”. “Entre otras cosas”, se responde.

—¿Son espacios que usás para hablar de Dios o vas a distenderte?
—Yo le pondría un “y”. Uno va más como un vecino, me parece; es lo que yo encuentro como modo de vida, no sé si hay que hablar tanto de Dios…
—Y en la ciudad, siendo más anónimo, ¿qué te dicen cuando decís que sos cura?
—A algunos les resulta raro y me dicen el piropo más lindo que puedo escuchar, que es: “No parecés cura” —se ríe Javier—. Editen. ¡Editen todo!

Se ríe bastante, Javier. Cuenta que atravesó un proceso de deconstrucción y que ya no se siente identificado con ciertas posturas que piensan a los sacerdotes como seres raros.
—Tienen que ver con el lado del poder, con las relaciones de poder dominante. El Evangelio dice bien claro que “los poderosos hacen sentir su poder”. O sea, el que tiene un poquito de poder por cuestiones de la vida: “Acá estoy yo que soy el jefe”, “callate, que yo mando”… Y Jesús dice: “Entre ustedes no debe ser así”. Pero se ve que en la Iglesia primitiva, como en toda comunidad humana, hay uno que quería ser más que otro.
Las cosas van cambiando de a poco, dice, por impulso del Papa Francisco.
—Leer su escrito “La alegría del Evangelio” (Evangelii Gaudium) fue hermoso. Yo digo que corrió la línea del offside: pensé que estaba en offside, pero miré y estaba adentro. Por eso decía: no sé si hay que hablar tanto de Dios, sino vivirlo. Y eso contagia.

—¿Qué respondés si alguien te hace algún planteo sobre la homosexualidad, el aborto…?
—Lo más lindo se da cuando hay espíritu de diálogo. Pero tengo la experiencia de que en temas así, álgidos, es difícil dialogar. No hablo de convencer o estar de acuerdo, sino de dialogar: vos hablás, yo te escucho; yo hablo, vos me escuchás. Me parece que sobre la Iglesia y los curas hay mucho de prejuicio, de desconocimiento…
Puertas adentro ciertas cosas no son como suelen imaginarse:
—Me molesta que la Iglesia quede como que ahora es copada con Francisco aceptando la homosexualidad. Es un discurso vacío… Me acuerdo de una cena que tuvimos con curas que creía muy abiertos, y ahí me di cuenta de que no. Debatían si en un retiro debíamos aceptar o no… Y dije: “¿Y si nos preguntamos por qué tenemos que ponernos en lugar de aceptar o no? Es un lugar de poder. Me parece que la orientación sexual, la elección de cada persona, es una cuestión de la persona…”.
—¿Te echaron de esa reunión?
—No, cambiaron de tema, como pasa en la familia… Pero se cortó con una brutalidad… Me decían que era medio raro por pensar así y terminé diciendo: “Lo que pasa es que la mitad del clero es homosexual y hasta que no reconozcamos eso…”. Una cosa así respondí… Encima dije 2 brutalidades en 1: dije “Somos”. Medio fuerte. Ahí se terminó la conversación. Pero, bueno… yo también… me suelen enojar ciertas cosas.

Apenas nos recibió, Javier dijo:
—Ah, de 8000… pará, que no puedo, con la nota que pusieron de los abusos…
Quedamos atónitos. Pero enseguida aclaró:
—Fue un chiste lo que hice. Obviamente, vamos a hacer la nota. Está todo bien.
—En lo personal, ¿qué te pasa con el tema de los abusos?
—Una repulsión total. Ahí el Papa Francisco tiene una lucidez cuando liga el abuso de poder y el abuso sexual. Eso tiene que ver con el tema de la no denuncia, con que hay una manipulación de conciencia, ¡es gravísimo! Y algo que se habla livianamente y se debería profundizar es el ligar directamente el tema del celibato con el abuso: eso no tiene fundamento psicológico. Dicen: “Mañana se acaba el celibato sacerdotal, por ende se acaban los abusos”. Y no, no va a ser así.

—¿Cumplen el celibato los curas?
—No sé. Tengo que responder que no sé.
—¿Vos estás de acuerdo con el celibato?
—Hay que revisarlo. Eso también voy deconstruyendo, porque por un lado te dicen que es libre, en el sentido de que cuando elegís ser cura, elegís ser célibe y no es que se te impone. Pero yo quiero ser cura, por ende tengo que ser célibe… Me parece que no tiene muchos años más: se va a revisar. ¿Y qué va a pasar? Algunas personas van a decir: “Lo venía diciendo hace 30 años”. Y otras se van a rasgar la vestiduras: “No puede ser. Me cambiaron la Iglesia”. Bien lo dice el Papa Francisco: el celibato no es la esencia del ministerio sacerdotal. Que sea una recomendación, que uno vive para dedicarle todo el corazón a lo que hace, tiene su cosa fundamentada. Pero no es la esencia.
Lo que hace falta es un proceso de honestidad, asegura.
—No centrarnos tanto en temas no tan centrales, que parecerían vendehumo, como el celibato. Si la Iglesia sigue entrando en un proceso de honestidad, las cosas van a cambiar por sí solas. ¿Por qué ocultar cosas que no hay que por qué ocultarlas?

—¿Qué te produce escuchar frases como “¿Por qué no venden el oro del Vaticano?” o “El Estado mantiene a los curas”…?
—Son lugares muy comunes que se escuchan en alguna sobremesa dominical. El tema del oro va muy arraigado a que son obras históricas y que destruirlas sería un atentado al patrimonio de la humanidad. Y el dinero es un tema del que hay que hablar: yo mismo hace poquito tuve que plantearle a la gente que la parroquia de Médanos no puede mantener un sacerdote y que necesito trabajar en otros lugares para vivir, y dije, para que no se viva como algo culpógeno, que tiene que ser así: no tenemos que ser seres extraordinarios, tenemos que laburar como cualquier hijo de vecino.

Javier explica que los sacerdotes no tienen un sueldo fijo ni reciben plata del Estado: sólo les dan un aporte a los obispos, que luego se distribuye en las parroquias y en el sostenimiento de otras obras.
¿Y entonces de qué viven los curas?
Los diocesanos suelen bancarse con algo de las ofrendas que hacen los fieles en sus parroquias. La otra parte se usa para mantenimiento y demás gastos.
Sin embargo, en localidades pequeñas no alcanza.
Por eso, Javier tiene 2 ingresos para llegar a fin de mes. Prefiere no hablar de números, pero se trata de un monto mediante las ofrendas y su sueldo como coordinador de pastoral en María Auxiliadora.
—Hay una tendencia, que tiene que ver con lo que Dios quiere. No adhiero a la tragedia griega o el destino fatal, pero con la disminución de vocaciones, ojalá se vaya disolviendo lo del sacerdote como alguien extraordinario. Prefiero más lo ordinario.

Ese es el prejuicio que más le molesta: que piensen que los curas son especiales.
—Está la típica: “Usted, padre, que está más cerca de Dios…”. Pero según el Dios en el que creemos nosotros, un Dios que dio su vida en la cruz, los que sufren están más cerca de Dios, los que reciben injusticias, los que no son escuchados, los que son víctimas de abusos…

—¿Qué decís si una persona te plantea que Dios no existe?
—Hay que ver por qué lo dice. Muchas veces queremos ponernos en el lugar de aconsejar, y no: hay que ver qué está viviendo la persona. A veces está enojada con Dios, y la libera escuchar que eso está en la misma Biblia, que enojarse con Dios es darle entidad, no es decir “no existe”. Mucha gente sufrió la pérdida de algún familiar, se le juntaron problemas económicos y mira el cielo y dice: “¿Dónde estás, Dios?”. Eso es un acto de fe tremendo, tremendo. Para mí, es una cuestión de considerar lo sagrado del otro, y a veces es arremeter contra una tensión que es más de uno que del otro: ¿por qué tengo que convencer a alguien de que Dios existe?, ¿para dormir bien yo? Es egoísta.

Hay otra cuestión: la gente ya no se acerca tanto a la Iglesia. Pero, para Javier, eso no es un problema: no hay que pensar tanto en lo cuantitativo.
—Es un gran engaño. ¿Por qué iba la gente antes? Porque era obligatorio, porque era precepto y porque a veces se manejaba con la lógica del miedo, o del cumplimiento. ¿Por qué no nos preguntamos sobre lo cualitativo? ¿Por qué venían antes y por qué vienen ahora? Esas preguntas me parecen mucho más interesantes.

Caminando por la Plaza Rivadavia, Javier cuenta que Bahía es la ciudad que recibió a su familia, donde nació su hermano más chico, de la que se llevó un montón de experiencias y vínculos… Aunque advierte:
—También tengo muchas críticas con Bahía.
—¿Cómo cuáles?
—A veces, se visibiliza mucho lo del centro y pareciera que es sólo eso. Pero Bahía Blanca también son los barrios y lo que ocurre más en la periferia. Tal vez solemos ocultar cosas que están pasando, como adicciones, vulnerabilidad social. Me acuerdo, cuando estaba en Catedral, de que estaban debatiendo sobre la cuestión internacional en el Municipio y tenían pibes durmiendo en la Plaza Rivadavia. Algo muy fuerte…

—También sos muy crítico con la Iglesia, pero aún así permanecés…
—Sí, eso es lo raro. Yo amo a la Iglesia. La Iglesia, para mí, no es solamente una institución: la Iglesia es la comunidad de los creyentes. Hay algo muy lindo en eso, de mucha confianza todavía, algo muy genuino. Yo sigo confiando en lo genuino.
Y en los cambios, por supuesto:
—Si vos no criticás a lo que amás, es un amor un poquito desencarnado. Yo critico porque quiero que cambie, critico para bien, como cuando ves que tus amigos se están haciendo daño y les decís. Una cosa así. Me parece que amar no es sinónimo de decir: “Está todo bien”. Eso es muy poco comprometido…
Producción, videos y edición audiovisual: Tato Vallejos
Producción y texto: Belén Uriarte
Fotos: Eugenio V.
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec
👀 #SeresBahienses es una propuesta de 8000 para contar a nuestra gente a través de una serie de retratos e historias en formatos especiales.
La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
- 😝 Lautaro Cisneros, youtuber: la risa en el centro de todo
- 👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
- 💄 Damián Segovia, maquillador: hacer bien lo que te pinta
- 🤝 Matías Torres, el Ciudadano Bahiense: 100 % solidaridad
- 👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
- 🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
- 👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
- 💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
- 👩🌾 Delia Lissarrague, productora rural: aquel amor a la tierra
- ✍️ Marcelo Díaz, escritor: la palabra de vida
- 👩🍳 Margarita Marzocca, cocinera y jubilada: un gran gusto portuario
- 🧐 Walter Tuckart, tecnólogo y docente de la UNS: aplicar con clase
- 🖨 Hugo Kaiser, imprentero: el tipo de los tipos
🤗 En 8000 ofrecemos un periodismo bahiense, independiente y relevante.
Y vos sos clave para que podamos brindar este servicio gratuito a todos.
Con algún cafecito de $ 300 nos ayudás un montón. También podés hacer un aporte mensual, vía PayPal o por Mercado Pago:
¡Gracias por bancarnos!
👉 Si querés saber más, acá te contamos quiénes somos, qué hacemos y por qué.
#SeresBahienses
🥁🎶 Sebastián Lamoth, baterista, sonidista y papá: tocar con todo
Nuestra gente, nuestra mirada, nuestra ciudad.
―Fui verdulero, fui estudiante de la universidad, fui laburante de contratistas en el Polo, y hoy me defino como músico, sonidista y papá ―le dice a 8000 Sebastián Rodrigo Lamoth, el “Ruso”, baterista de la banda Luceros el Ojo Daltónico.
Tiene 41 años y lleva más de la mitad de su vida vibrando con los ritmos: a los 16 le regalaron su primera batería y a los 24 dejó todo para dedicarse al 100%.
―Me acuerdo de una charla en una sobremesa un 1° de enero. No quería saber más nada y mi viejo me dice: “¿Qué querés hacer?”. “Me quiero dedicar a la música”, le digo. “Bueno, a partir de mañana no vengas más al negocio, dedicate a la música”.
Antes, el “Ruso” se metió en muchas carreras… pero no terminó ninguna.
―Estudié abogacía, ingeniería electrónica, ingeniería química, geología, inglés, una ingeniería IP en la UTN…
Allá por 2005 fue cuando largó todo. Laburaba en el almacén de su familia, atendiendo el sector de verdulería; estudiaba en la UTN, trabajaba en una empresa del Polo Petroquímico y los sábados cursaba…
―En un momento entré a una de las plantas con mi casquito, con mis zapatitos punta de acero y dije: “¿Qué estoy haciendo acá?”.
Entonces llegó aquel mensaje de su papá Alberto y la música pasó a ser todo.

―¿Recordás cuál fue el primer contacto con la música?
―De muy chico: no por instrumentos, pero sí por mi viejo y mi abuelo que me hacían escuchar discos. Tengo recuerdos de llegar a la casa del papá de mi viejo, “Coco”, que esté escuchando música clásica y me lleve delante del equipo, teniendo 4 o 5 años…
―¿Y arrancaste a tocar solo?
―Sí, al principio solo. Mis amigos eran rugbiers, basquetbolistas o futbolistas como yo, no tenía amigos músicos y tampoco era muy bueno para hacer relaciones nuevas en ese momento. Empecé a tocar la bata solo y después la largué, porque estaba para el fútbol y esas cosas. Fue a los 16, 17… Y a los 23, 24, mi hermana, 6 años menor, me dijo: “Che, unos compañeros de la secundaria están armando una banda”.
- 🥁 Así empezó a tocar en el grupo Da Igual. Pero duró apenas 1 año y nunca salieron del garaje donde ensayaban: sólo hicieron un recital para familiares y amigos.

Después llegó el turno de Helaguiar: el “Ruso” fue uno de sus fundadores, también compositor y batero. Y finalmente apareció Luceros.
En 2008 sucedió el primer contacto: la banda lo convocó para hacer sonido en el boliche Supersónico, que funcionaba en la calle Fuerte Argentino.
Un par de años más tarde lo volvieron a llamar, otra vez como sonidista. Y así empezó a andar con Luceros por todos lados hasta que en 2014 se incorporó como el baterista oficial.
―¿Este sí fue un camino continuo?
―Siempre fue continuo, en crecimiento. La banda ya tiene 20 años, y yo desde los 7 u 8 años de la banda empecé a tener contacto con los músicos y un poco con su historia.

―¿Cuál es la clave para sostenerse, sobre todo desde el punto de vista de la convivencia?
―En una línea de tiempo es como una especie de zaranda. Creo que en todo pasa lo mismo: a medida que pasa el tiempo, los que están convencidos de algo son los que siguen el camino… La música (hablo por mí) no pasa por el lado de la guita ni de la fama: es estar convencido de que uno quiere vivir y estar todo el tiempo en contacto con la música. Y cuando de repente se van juntando personas que sentimos lo mismo, fluye y camina.
- 🎸 También integran la banda Ignacio Boyo (voz), Dandy Gallardo (guitarra), Juan Arcuri (bajo), Rodrigo Glaria (guitarra) y Carlos Dawson (guitarra acústica).
- 😥 Este año falleció Raúl Soto, el saxofonista.

―¿Qué es Luceros para vos?
―Un gran grupo humano. Creo que estamos todos convencidos de lo mismo, persiguiendo lo mismo y tratando de aprender todo el tiempo de todos y de todas, porque este es un camino en el que te morís sin saberlas todas.
―¿Qué persiguen?
―Perseguimos el hacer música, el estar creando, tratar de reinventarnos, conocer nuevos lugares a través de la música. La banda nos ha permitido viajar mucho, estar en muchos escenarios y festivales, conocer músicos y músicas de la hostia. Estamos todo el tiempo tratando de superarnos, creación a creación.

Para el “Ruso”, la música solía ser todo. Ahora aclara:
―Prácticamente todo: fui papá y sé que no es todo la música, pero es una gran parte. Es mi cable la tierra, mi vínculo para con todos y todas, es un canal muy importante de expresión; es conocer gente, formas de pensar, culturas. Es muy abarcativo, no sé si puedo transmitir con pocas palabras qué significa.
Está en pareja con Rocío y en 2021 tuvieron a Milo. La paternidad le trastocó el panorama, excepto lo que siente por la música, su familia, sus amigos…
―Cambia el orden de prioridades. Te corrés de tu propio eje para darle tu atención a una personita que necesita de vos todo el tiempo. A mí me cambió la vida, ¡para bien!

―Volviendo a la música, ¿recordás cuál fue el mayor papelón?
―Hay un par, pero son anécdotas lindas, cómicas… Recuerdo una con Helaguiar; recién arrancábamos y nos equivocamos en una parte de un tema, no podíamos volver. Cada vez estaba peor y a mí se me ocurrió levantar la mano y gritar: “Pará, pará, que se me rompió el pedal de bombo”. Había una banda tocando con nosotros que se llamaba Después Vemos y el batero salió corriendo a buscar su pedal. Cuando se agachó para cambiarlo, le dije: “Cambialo tranquilo: no está roto, no sabemos cómo salir de acá”.
―¿Y el mejor show?
―¡Hay muchos! Uno que me marcó mucho fue la primera cancha auxiliar de Estudiantes que hicimos en 2017, porque fue una apuesta medio sin pensar, medio descabellada, y la verdad es que no podíamos creer lo que estaba sucediendo.

Otro momento inolvidable lo protagonizó su abuela Teresa en 2019, en Cosquín.
―Se apareció de sorpresa con mi vieja, mi tía, mi primo… Con 80 y pico de años y 38 grados de calor a la sombra, y los pibes mojándole la cabeza… ¡yo no lo podía creer!
Aquel momento quedó inmortalizado en una foto que recorrió el país:

Teresa hoy tiene 87 y sigue haciendo el aguante.
―La primera vez fue en el primer Estudiantes, y pensó que siempre había tocado con ese marco de público. ¡Flasheó que éramos Los Beatles! Ahora no se pierde una.
―¿El apoyo de la familia siempre estuvo?
―Vital. En mi caso, desde siempre. Mi viejo me dijo: “¿Querés dedicarte a la música? No vengas a laburar más con nosotros”, y siempre se aparece acá cuando estamos mezclando. Mi hermana fue la que me dio el puntapié para que arranque a tocar con sus amigos y mi vieja siempre ahí, preparando un sanguchito y yendo a todos lados. Me siento un privilegiado de mi familia natal y de mi nueva familia, de mi compa y mi hijo que también me bancan todas. Es elemental: si no, no se puede.
- Su mamá se llama Liliana, su papá es “Beto” y su hermana, Natalia: la conocen como la “Rusa” y coordina todos los detalles en los shows de Luceros.

―¿Creés que Bahía es un buen lugar para ser músico?
―Cualquier lugar es bueno para ser músico. Bahía está lleno de potencial, lo están demostrando todas las bandas y todos los artistas nuevos que están empezando; hay como una nueva movida después de la pandemia. Los que dicen que Bahía es una ciudad difícil… cuando vas para otros lados, te das cuenta de que más o menos es todo igual, salvo en lugares como Córdoba, Capital Federal, La Plata, Rosario, que tienen mucha movida cultural. Creo que acá estamos muy bien, sólo faltan más lugares.
―¿Se vive de la música?
―De tocar no, de todos sus complementos sí. O sea: yo hago sonido cada tanto, opero alguna banda, tengo el estudio de grabación y tocamos. De esa manera, hace un par de años vivo de la música, pero no exclusivamente de tocar la batería.

—¿Cómo es ser sonidista?
―Un sonidista no hace milagros, hace sonido. Es en el que depositás todo tu laburo como banda o artista: vos estás un montón de horas ensayando, invirtiendo guita, aprendiendo, etcétera, y cuando llegás al escenario dependés de él, salvo que hagas un estilo de música que no requiera de amplificación. El sonidista colorea la banda también. Y tiene que tener una conexión muy cercana con el músico.
En los primeros años tocando con Luceros, no le fue fácil desvincularse de ese rol para ocuparse solamente de la batería…
―Cuando son shows producidos por nosotros, estás tranquilo porque la gente que está laburando es la de uno. Cuando estás en festivales, hay factores que no tenés controlados y se sufre un poquito más: tienen que entrar 450 bandas en 1 día, hay 5 escenarios, siempre algo falla. Pero después de 8 años creo que lo logré controlar.

―¿Cuál es el mayor aprendizaje que te dejó la música?
―Una vez me dijo un gran músico: “Siempre tenés algo que aprender de alguien acá, y no importa de quién”. Creo que ese fue el mayor aprendizaje: parar la oreja y no sentirte más que nadie, no sentir que ya te lo sabés todo. Todas las personas tienen algo para enseñarte, no importa si son o no músicos, si están o no vinculados a la música. Es escuchar, probar y descartar o aceptar ese nuevo aprendizaje.

Mientras se acomoda para tocar la batería, nos tira que nunca es tarde para aprender: un instrumento es constancia, dice.
Se considera un batero amateur. Tomó muy pocas clases y siempre fue autodidacta, aunque el boom de las redes sociales y plataformas como YouTube le permitieron aprender de colegas.
―¿Tenés algún referente?
―No soy muy de los referentes. Creo que cuando tenés un referente, generalmente te pegás inconscientemente, lo copiás. A mí todos los bateros que me gustan están muy lejos de poder copiarlos. Chris Coleman para mí es increíble, o Dave Weckl; después acá tenemos muy buenos bateros, está Fer Tomassini, que es una bestia tocando, que fue con el último que tomé clases. Pero hay un montón de músicos y músicas que tocan de la hostia. Soy de picar un poquito de todos y de todas.
―¿Se necesita talento para la música o basta con la constancia?
―Es todo un tema. Yo he visto y veo mucha gente talentosa que se acobarda y no prospera. Ni siquiera es que no triunfa: no prospera. Para mí, hay que tener más perseverancia que otra cosa… Pero también depende de las posibilidades que te da la vida: vos podés ser talentoso o talentosa, perseverante, y de repente la vida, por lo que sea, no te deja. Un problema familiar, un problema de salud, una desgracia… Hay una serie de combinaciones que se tienen que dar.

Fanático de Los Piojos, el “Ruso” escucha y aprende de todos los estilos musicales. Puede pasar del compositor y violinista italiano Antonio Vivaldi a la banda británica Deep Purple, o de la bossa nova a un tango.
―¿Recordás alguna locura que hayas hecho por la música?
―Una locura me parecería robar para comprarme un platillo, por decirlo de alguna forma, y soy bastante conservador en ese sentido. Por ahí hice pavadas como dormir todos apilados en un lugar porque no teníamos un mango, viajar sin un mango o comer lo que haya… pero no me parece una locura: me parece como anecdótico.
―¿Cuántos años pasaron entre andar sin un mango y la estabilidad económica?
―Y… un par de años. Una década, más o menos…
―¿Y cómo hacías para llegar a fin de mes antes?
―A veces no llegás. Incluso hoy, con todo este desbarajuste de precios que hay… Pero a mí me pasó que cuando corrí eso del foco, lo empecé a interpretar diferente. Vivís con menos. Yo vivo con un Android y voy a morir con un Android, no me interesa comprarme un celular de última generación. Entonces si se rompe el celular, se consigue uno prestado hasta que pueda comprar uno. No es importante la plata, por lo menos en mí y en la banda. Con los chicos estamos todos en la misma. Todos tenemos nuestros laburos aparte de la banda, la mayoría relacionados con la música, entonces nos complementamos, no es algo que nos preocupe demasiado.

Tampoco le preocupa el futuro laboral; asegura que está preparado para lo que venga, que haría “cualquier cosa”: que no le tiene miedo a nada.
―Fui verdulero durante 7 años, si hoy de repente se termina la música y tengo que vivir de algo, voy, me pongo una verdulería y salgo andando. El otro día mis viejos se fueron de vacaciones y les fui a atender el almacén por 2 semanas. Es algo que tengo ya muy incorporado. Arranqué a laburar a los 13 con mi viejo, siempre me la rebusqué.

―¿A futuro cómo te imaginás?
―Con dolor de rodillas y de muñeca, ja, ja, ja. No proyecto mucho a largo plazo. Si es por mí, tocaría la bata hasta que me dé el físico y mezclaría canciones hasta que me den los oídos. Ese es el plan, pero trato de no irme muy lejos porque la vida por ahí te va pegando volantazos y tenés que acomodarte. Y como no soy muy ambicioso, voy día a día, semana a semana, mes a mes.
―¿Y qué le dirías a tu yo de los 16 años, al que le regalaron su primera batería?
―Que está todo bien. A veces, cuando sos muy pendejo, dudás y sentís que perdiste el tiempo. Pensaba que arrancar a tocar la batería a los 24 había sido tarde; cuando tenía 19 pensaba que era tarde para el fútbol… Hoy creo que todos los pasos estuvieron bien.
Producción, videos y edición audiovisual: Tato Vallejos
Producción y texto: Belén Uriarte
Fotos: Eugenio V.
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec
👀 #SeresBahienses es una propuesta de 8000 para contar a nuestra gente a través de una serie de retratos e historias en formatos especiales.
La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
- 😝 Lautaro Cisneros, youtuber: la risa en el centro de todo
- 👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
- 💄 Damián Segovia, maquillador: hacer bien lo que te pinta
- 🤝 Matías Torres, el Ciudadano Bahiense: 100 % solidaridad
- 👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
- 🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
- 👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
- 💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
- 👩🌾 Delia Lissarrague, productora rural: aquel amor a la tierra
- ✍️ Marcelo Díaz, escritor: la palabra de vida
- 👩🍳 Margarita Marzocca, cocinera y jubilada: un gran gusto portuario
- 🧐 Walter Tuckart, tecnólogo y docente de la UNS: aplicar con clase
- 🖨 Hugo Kaiser, imprentero: el tipo de los tipos
- ⛪ Javier Di Benedetto, sacerdote: el divino amor crítico
- 🚛 Evelyn Sánchez, recolectora y chofer: al volante del reciclado
- 🏀 Maia Richotti, docente y basquetbolera de ley: una clase de pasión local
- 🧠 Fernando Luciani, psicólogo, músico y docente: al son de los deseos
- ⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención
- 🚢 Andrés Castagnola, práctico de nuestra ría: guía a buen puerto
- 👶 Mariel Pérez, partera: la magia de recibir vidas
- ✊ Paola Quiroga, activista trans: ser quien sos es una lucha
- 🤗 Maximiliano Mazza, operario, exvendedor, cocinero: la inclusión se trabaja
🤗 En 8000 ofrecemos un periodismo bahiense, independiente y relevante.
Y vos sos clave para que podamos brindar este servicio gratuito a todos.
Con algún cafecito de $ 600 nos ayudás un montón. También podés hacer un aporte mensual, vía PayPal o por Mercado Pago:
¡Gracias por bancarnos!
👉 Si querés saber más, acá te contamos quiénes somos, qué hacemos y por qué.
#SeresBahienses
🤗👷 Maximiliano Mazza, operario, exvendedor, cocinero: la inclusión se trabaja
Nuestra gente, nuestra mirada, nuestra ciudad.
―Cuando me dijeron que iba a trabajar acá, mi familia chocha. ¡Yo también!
―¿Recordás en qué gastaste tu primer sueldo?
―Un asadito para mi familia.
Así Maximiliano Mazza le cuenta a 8000 su comienzo como operario en el Parque Industrial, hace 1 año.
- Maxi tiene 43 y un retraso madurativo. Muchísimos bahienses lo conocen, porque durante 2 décadas vendió los productos de la panificadora Nuevo Sol. Y también le encanta cocinar.
Ahora, en la empresa Efesa, Maxi envasa piedras sanitarias para gatos. El material llega desde Ingeniero Jacobacci, una localidad rionegrina ubicada a unos 200 kilómetros de Bariloche: las piedras vienen trituradas, en bolsones, y acá fraccionan y envasan.
De lunes a viernes, Maxi cumple esas tareas: lo pasa a buscar una combi y le mete de 8 a 18.
―Hago de todo un poco: manejo la máquina, hago pallets…

―¿Qué recordás de aquel primer día?
―Recansador. Estaba muerto. Falta de costumbre. Después me acostumbré y sigo a la par de ellos ―dice, mirando a sus compañeros―. Es esfuerzo físico. Hay bolsas de 50 kilos… pero ya me acostumbré.

Maxi camina hasta una máquina y nos muestra su trabajo cotidiano: agarra una bolsa cargada con piedritas, la estira con sus manos y la coloca en la posición correcta para sellar el borde superior. Luego la pasa para armar los bolsones.
―El primer día me costó, después no. Mis compañeros me enseñaron. Me tratan bien, ¡muy bien!

Los fines de semana están para el deporte y la diversión: los sábados Maxi suele ir a pasear al centro y los domingos anda en bicicleta. El resto es 100% laboral:
―Vengo acá, voy a mi casa y me acuesto a dormir hasta las 21. Termino cansado.
- 🤝 “Es muy positiva su entrada a la empresa. El trato es de igual a igual, porque es uno más. Y la verdad es que se adaptó muy bien”, le dice a 8000 Matías Forte, quien está a cargo del personal en Efesa. Y ante nuestra consulta, asegura que Maxi cobra lo mismo que cualquier otro operario.

Maxi estudió en la Escuela Especial Alborada y fue a la Laboral N°1, donde hacía zapatería. Y en 2002 entró en la panificadora Nuevo Sol.
Ahí trabajó durante 20 años, de 8 a 14. Siempre llegaba 1 hora antes, así preparaba el carro para la venta. Incluso se prendía los domingos para ayudar al maestro panadero y dejar lista la producción para el lunes:
―Vendía en la calle, hacía masas, manejaba las máquinas, ¡todo! Me gusta el contacto con la gente. Me trataban bien.
- 🌟 “Era excelente, recontraconocido en los negocios. De hecho, a veces salía otro grupo y decían: ‘¿Cuándo viene Maxi?’. Era una estrella de la venta”, le describe a 8000 Lucía Lupari, trabajadora social en Nuevo Sol.

La familia es el sostén de Maxi: siempre están ahí su mamá María Luisa, su papá Rubén y su hermano mayor Matías. Y también hay 2 sobrinos: Gaspar y Felicitas.
―Con ellos me gusta compartir momentos… Los domingos vienen a comer a mi casa. A mí me gusta cocinar, hago muchos asados. Gracias a la panadería, cocino. Cocino arroz, guiso de lentejas, me animo a hacer de todo. Me sale bien. Me gusta.

Y ese gusto lo muestra en Instagram: tiene la cuenta “Pollo Loco”, donde comparte recetas.
―Hago comida en mi casa para mi familia. Pongo todo yo.
―¿La gente te comenta?
―¡Sí! “Qué lindo”… “Rico”…
—¿Y cuál es tu mejor receta?
—El guiso de lentejas.
- 👨🍳 Lo prepara así: primero cocina el morrón y las cebollas (de verdeo y común) con un poquito de aceite, y luego añade el resto de los ingredientes. Además de lentejas, mete tomate en lata, papas, zanahorias, panceta y chorizo colorado.

Maxi vive en el barrio San Martín con su mamá y su papá. Sus años como vendedor le permitieron conocer bastante la ciudad, y afirma que no es inclusiva.
―Las calles como están… Hay pérdidas de agua…
Y además, señala:
―Antes los chicos especiales entrábamos gratis al cine. Ahora no. En eso sentí discriminación.

Más allá del trabajo, también solía entrarle al básquetbol en Duba e incluso jugó la Maxi Liga. Es hincha de Estrella.
―Ahora no me da el tiempo para entrenar: si no, seguiría ―dice―. Bahía es la Capital del Básquet, ¡me gusta eso!
También le tira la pesca, y en fútbol alienta a River y a Olimpo.

Por estos días anda ansioso, esperando las vacaciones. Quiere ir a Mar del Plata, un lugar que lo deslumbró: dice que es el paraíso.
―El mar no me gusta mucho, me gusta la pileta. Pero me gusta esa ciudad.

―¿Qué te gustaría lograr en un futuro?
―Nada. Estoy muy contento con el puesto de hoy.
―¿Te imaginabas trabajando en un lugar así cuando eras chico?
―De chiquito no me imaginaba nada. No esperaba hacer esto, pero no me gustaría hacer otra cosa. Estoy muy conforme. Me tratan bien mis compañeros, son muy generosos: Martín me trata bien, “Facu” también, José también, ¡todos!
Producción, videos y edición audiovisual: Tato Vallejos
Producción y texto: Belén Uriarte
Fotos: Eugenio V.
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec
👀 #SeresBahienses es una propuesta de 8000 para contar a nuestra gente a través de una serie de retratos e historias en formatos especiales.
La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
- 😝 Lautaro Cisneros, youtuber: la risa en el centro de todo
- 👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
- 💄 Damián Segovia, maquillador: hacer bien lo que te pinta
- 🤝 Matías Torres, el Ciudadano Bahiense: 100 % solidaridad
- 👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
- 🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
- 👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
- 💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
- 👩🌾 Delia Lissarrague, productora rural: aquel amor a la tierra
- ✍️ Marcelo Díaz, escritor: la palabra de vida
- 👩🍳 Margarita Marzocca, cocinera y jubilada: un gran gusto portuario
- 🧐 Walter Tuckart, tecnólogo y docente de la UNS: aplicar con clase
- 🖨 Hugo Kaiser, imprentero: el tipo de los tipos
- ⛪ Javier Di Benedetto, sacerdote: el divino amor crítico
- 🚛 Evelyn Sánchez, recolectora y chofer: al volante del reciclado
- 🏀 Maia Richotti, docente y basquetbolera de ley: una clase de pasión local
- 🧠 Fernando Luciani, psicólogo, músico y docente: al son de los deseos
- ⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención
- 🚢 Andrés Castagnola, práctico de nuestra ría: guía a buen puerto
- 👶 Mariel Pérez, partera: la magia de recibir vidas
- ✊ Paola Quiroga, activista trans: ser quien sos es una lucha
🤗 En 8000 ofrecemos un periodismo bahiense, independiente y relevante.
Y vos sos clave para que podamos brindar este servicio gratuito a todos.
Con algún cafecito de $ 600 nos ayudás un montón. También podés hacer un aporte mensual, vía PayPal o por Mercado Pago:
¡Gracias por bancarnos!
👉 Si querés saber más, acá te contamos quiénes somos, qué hacemos y por qué.
#SeresBahienses
💁🏼♀️✊ Paola Quiroga, activista trans: ser quien sos es una lucha
Nuestra gente, nuestra mirada, nuestra ciudad.
―Me fui a los 13 años de acá porque en el tiempo que empecé con mi transición la policía molestaba mucho. Era una época muy reprimida para el colectivo: vivíamos presas, siendo menores o mayores; éramos muy maltratadas y perseguidas y no teníamos un futuro. Dormíamos más en el calabozo que en una cama común.
Esos fueron los momentos más duros en la vida de Paola Nahiara Quiroga, una mujer trans de 36 años que nació en Bahía y siendo adolescente se cansó, habló con su familia y eligió irse a Mar del Plata:
―Dije: “Quiero ser Paola”. Y me fui. Y empecé toda mi transición —le cuenta a 8000.
―¿Cuándo tuviste conciencia de tu género?
―Siempre tuve esa inclinación sexual femenina, desde que tengo uso de razón. Me gustaba juntarme con las nenas, pero no porque me gustaran sino por el hecho de que me gustaba vestirme igual que ellas.
―¿Por qué te detenían cuando eras adolescente?
―Por ser mujer trans. En ese tiempo éramos “travestis” porque no había identidad de género ni nada…
De Mar del Plata vino a los 2 años, con la transición hecha. Pero no se radicó: fue y vino hasta los 31, y entonces sí, finalmente volvió a casa, con su familia.

―Ellos estuvieron siempre conmigo, pero yo estuve muy ausente de ellos. Por mi condición y decisión personal, intentaba alejarme bastante.
Ellos son su mamá Cristina, sus hermanos Ezequiel y Luis y sus hermanas Daiana y Gabriela. A su padre prefiere ni mencionarlo. Y también tiene 12 sobrinos, que son “luz y amor”.
―Yo les digo directamente hijos, a todos.
―¿Recordás cómo fue aquel reencuentro con tu familia?
―Triste, pero lindo. Triste porque… ¿por qué esperar tantos años? Era inentendible. Hoy es totalmente distinto: hoy ya es común ver a una mujer trans…. Pero estoy contenta con ellos, los quiero mucho, les agradezco mucho.

Vive en Noroeste, el barrio que la vio crecer, donde aún viven sus parientes. Ahí tiene su propia casa, y comparte terreno con su hermana Daiana.
Paola dice que no está en pareja y no piensa en ser madre:
―Tengo mis hijos caninos, “Jack” y “Xina”. Pero ser madre, no. Soy muy independiente y tengo trastornos de bipolaridad, así que no: me parece que para ser madre tenés que ser una persona súperresponsable, porque tenés a cargo una vida.

Paola trabaja limpiando casas y es parte de Furias Feria, una organización que vende ropa y recibe donaciones para ayudar a la comunidad LGTBIQ+ y a otras personas en situación de vulnerabilidad.
Además, cobra el subsidio Potenciar Trabajo por sus estudios: está en segundo año de Trabajo Social en María Auxiliadora.
―¿Por qué elegiste esa carrera?
―Porque justamente eso es lo que falta: empatía con la sociedad, con el conjunto, con la persona. La empatía con el otro es súperimportante, más allá de su género.
―¿Y cómo te sentís?
―Me siento cómoda, me gusta. He sido muy bien recibida, de hecho soy becada. Tantos años luchando, para estudiar justamente en un colegio que es religioso. Acá no se podía creer eso: antes podías estudiar vestido de gay, pero mi caso no es así.

En unos años, se ve ejerciendo en los barrios populares: donde más se necesita.
―No me gustaría formarme para estar detrás de una computadora. Mi ideología de lo que es el trabajo social es eso: salir a ver la problemática de la persona, ver en qué puedo ayudar, aunque sea un momento, un poquito de contención…
―¿Creés que ha mejorado el tema laboral para la comunidad trans?
―Yo no tengo trabajo formal. Es un trabajo, por así decirlo, en negro: o sea, te contratan de la boca para afuera. Y te van recomendando según el desempeño que tengas…

Pero muchas ni siquiera cuentan con algo así: más del 50% de las trans tienen el trabajo sexual como principal fuente de ingreso.
- 🙅🏼 Y la mayoría dejaría de hacerlo, de acuerdo con el primer informe de la comunidad local, que te mostramos hace 8 meses.
―¿Qué es la prostitución para vos?
―Es la herramienta que nos da de comer… la que nos hace vivir, directamente, porque gracias a la prostitución podemos llevar un plato de comida a nuestra casa. En el caso de otras compañeras, para poder ayudar incluso a sus familias. No todas tenemos la misma suerte, pero es un trabajo bastante doloroso y complicado.

Algo en blanco a veces parece inalcanzable:
―Quizás ahora con los derechos que hemos conquistado está más apto que te dé un trabajo el Estado, pero sería también por una obligación —dice Paola, en referencia a la ley de Cupo Laboral Travesti Trans, que desde 2021 establece un mínimo del 1% de los cargos y puestos del Estado Nacional.
—Pero pasar por un quiosco, que diga “Busco empleado”, ir y presentarse, ¡no!
- 😔 Como ya te contamos, en Bahía 1 de cada 5 trans con trabajo en relación de dependencia lo perdió o tuvo que dejarlo tras expresar su identidad de género.
―¿Qué te genera?
―Impotencia, porque yo puedo desenvolverme igual que cualquier otra persona.

Si bien anduvo por La Plata, Buenos Aires y Comodoro Rivadavia (sitios donde encontró un poco más de compañerismo y apoyo estatal), Paola siempre volvió.
―¿Qué significa Bahía para vos?
―Es donde nací y, va a sonar medio feo, pero es donde quiero morirme. Pero quiero morirme así, como mujer trans. Quiero dejar una huella marcada que permita entender el recorrido, el camino que una pasa para poder llegar a donde sea.

En el día a día, lo que más cuesta es lidiar con la propia sociedad, dice: pese a ciertos avances y derechos conquistados, se torna difícil enfrentar tanto “no”:
―Vamos con el “no” por delante ―asegura―. Por ahí te esquivan, o te atiende uno, después otro, se van rotando: nunca te atiende la persona que te tiene que atender… Insultos no hay tantos, pero siempre están a la orden del día.

En Furias Feria son 8. La venta de ropa funciona martes y jueves, y los demás días organizan otras actividades, como tejer acolchados para donar a merenderos.
―Me acerqué por las chicas y me gustó. Como estoy con el tema del trabajo social, me interesó. Es algo que te llena, te pone contenta porque ves la sonrisa de las personas, la alegría de la criatura, de una mujer mayor: vos le estás entregando un paquete de acelga y la señora te abraza con un agradecimiento que es impagable.
―¿Cómo definís este espacio de Furias?
―Lo más lindo. Tengo muy buena relación; me gusta la gente, es muy empática, te saluda, te pregunta, charla. Es un lugar acogedor donde nosotras nos sentimos cómodas y tratamos de hacer sentir cómoda a la persona que viene de afuera.
―¿Y sienten el apoyo de la comunidad?
―Sí. Si bien falta bastante (no siempre tenemos el apoyo 100%), vamos remándola. Esto es una lucha de todos los días.
- 🤗 Si querés colaborar, acercate a Luiggi 251 o contactate por Instagram, Facebook o el teléfono 2914321434.
- 👉 Reciben donaciones de ropa, alimentos no perecederos y frutas y verduras. También dinero, ya sea en efectivo o por transferencia al alias furias.feria.mp

―Si se acerca alguna autoridad para ver cómo mejorar la situación de la comunidad trans, ¿qué le decís?
―La empatía. Que se fije dónde están los problemas realmente, porque no hay problemas sólo en la zona céntrica o aledaños: hay problemas en los barrios populares, hay problemas en lugares donde no llega la política.
―¿Qué es la empatía?
―Es una palabra muy amplia. Es el amor por el prójimo, ponerte en los zapatos de la otra persona, entender lo que le pasa a la otra persona sin juzgarla. Si no tenés nada para ofrecerle, solamente con que la escuches es muy importante.

Paola repite tanto la palabra empatía porque conoce de cerca lo que implica su carencia. Atravesó situaciones muy violentas, por ejemplo: una vez le partieron un brazo en 3 partes.
―¿Qué pasa por la cabeza de alguien capaz de hacer algo así?
―Homofobia, odio, bronca, resentimiento hacia él mismo, porque qué te puede molestar que yo me vista de mujer, si soy yo la que me visto de mujer. Es cuando te odian, literalmente; primero se tienen que odiar las personas, calculo. Para llegar a lastimar a una persona así, o incluso quitarle la vida… es bastante triste.

Pero también hubo gente que la ayudó. Principalmente Bárbara: su amiga, su hermana, su todo, que falleció hace más de 5 años en un incidente vial.
A Paola le gustaría encontrarse con más Bárbaras:
―Apelamos a la buena voluntad y al cambio, a demostrar que una también es un ser humano, una persona igual que cualquier otro ciudadano.
- 📌 El 20 de noviembre es el Día de la Memoria Trans y acá se hará una marcha por las que no están. Saldrán desde el Municipio: “Sería importante que se acercaran personas que no son del colectivo, para entender por qué lo hacemos”.

Según Paola, la mayoría de la comunidad trans local vino de afuera, y hay chicas más chicas, con una realidad muy distinta:
―En el tiempo mío era salir camuflada a la calle para sentirte cómoda. Hoy una puede caminar tranquila. Esto es muy importante para ellas, y se lo debemos a nuestras adultas mayores, al colectivo en su conjunto.

―¿Cuál es el mayor aprendizaje que sacás de todo este recorrido?
―La formación. Hoy, que tengo ese derecho, es formarme para que se entienda que también puedo, que soy igual, solamente con una inclinación sexual distinta.
―¿Y qué le dirías a esa chica de 13 años que se fue de su casa?
―Que la felicito porque fue bastante triste, duro, pero estoy acá, de pie. Y es muy importante después de haber tenido muchísimos episodios en los cuales una intenta atentar con su propia vida, porque se siente desprotegida, porque no tiene un consuelo, porque no tiene dónde vivir, dónde comer, entre muchas otras cosas. Hoy me siento bien: contenta con lo que tengo y con lo que pienso seguir proyectando.
Producción, videos y edición audiovisual: Tato Vallejos
Producción y texto: Belén Uriarte
Fotos: Eugenio V.
Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec
👀 #SeresBahienses es una propuesta de 8000 para contar a nuestra gente a través de una serie de retratos e historias en formatos especiales.
La estrenamos para nuestro segundo aniversario. Estos son los episodios anteriores:
- 😝 Lautaro Cisneros, youtuber: la risa en el centro de todo
- 👷♀ María Rosa Fernández, trabajadora de Defensa Civil: el poder de ayudar
- 💄 Damián Segovia, maquillador: hacer bien lo que te pinta
- 🤝 Matías Torres, el Ciudadano Bahiense: 100 % solidaridad
- 👱♀️ Alicia D’Arretta, auxiliar de educación: la vida por sus chicos
- 🏉 Stephania Fernández Terenzi, ingeniera y rugbier: actitud ante todo
- 👨🚒 Vicente Cosimay, bombero voluntario: 24 horas al servicio
- 💁🏼♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente: manejarse colaborando
- 👩🌾 Delia Lissarrague, productora rural: aquel amor a la tierra
- ✍️ Marcelo Díaz, escritor: la palabra de vida
- 👩🍳 Margarita Marzocca, cocinera y jubilada: un gran gusto portuario
- 🧐 Walter Tuckart, tecnólogo y docente de la UNS: aplicar con clase
- 🖨 Hugo Kaiser, imprentero: el tipo de los tipos
- ⛪ Javier Di Benedetto, sacerdote: el divino amor crítico
- 🚛 Evelyn Sánchez, recolectora y chofer: al volante del reciclado
- 🏀 Maia Richotti, docente y basquetbolera de ley: una clase de pasión local
- 🧠 Fernando Luciani, psicólogo, músico y docente: al son de los deseos
- ⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención
- 🚢 Andrés Castagnola, práctico de nuestra ría: guía a buen puerto
- 👶 Mariel Pérez, partera: la magia de recibir vidas
🤗 En 8000 ofrecemos un periodismo bahiense, independiente y relevante.
Y vos sos clave para que podamos brindar este servicio gratuito a todos.
Con algún cafecito de $ 300 nos ayudás un montón. También podés hacer un aporte mensual, vía PayPal o por Mercado Pago:
¡Gracias por bancarnos!
👉 Si querés saber más, acá te contamos quiénes somos, qué hacemos y por qué.
- Newsletter1 año atrás
😰 Un horror en el colegio | “¿Animales por encima de las personas?” | Araceli intervino la plaza y más
- #SeresBahienses2 meses atrás
🙋♂️⚽ Sebastián Candia, estudiante, cadete y líder barrial: pertenecer al club de la contención
- Especiales2 años atrás
Daniela Katz, bahiense en Israel: un futuro mejor, mientras vuelan los misiles
- Especiales2 años atrás
👀 Milagros en la pandemia bahiense: una enfermera cuenta todo