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#SeresBahienses | 💁🏼‍♂️ Adrián Macre, colectivero y dirigente deportivo y barrial: manejarse colaborando

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Adrián Macre nació en Bahía Blanca, tiene 55 años y es dirigente deportivo y barrial, y participó en política. Sus días hoy se reparten entre el club La Armonía, la familia, su trabajo como chofer de colectivo y las instituciones sociales con las cuales colabora.

—Me siento orgulloso creyendo que soy un tipo honesto, leal, sincero, optimista; no me gusta dar vueltas con las cosas —se describe Adrián ante 8000.

Y dice que seguramente tiene 20.000 errores, pero elige resumir lo bueno: un tipo que trata de no complicarse ni complicarle la vida a nadie.

Adrián camina bordeando el alambrado de la cancha donde los más chicos juegan un picadito, y a cada paso extiende la mano para saludar a madres y padres que conversan entre sí. Todos lo conocen: está ahí desde siempre.

A los 17 años ya formaba parte de la comisión directiva, a los 45 se convirtió en socio vitalicio y hace una década asumió por primera vez la presidencia.

—En 2012 tuve que agarrar porque la comisión que estaba había renunciado. Nos juntamos 4 o 5 y dijimos: “¿Qué hacemos?”. Yo estaba trabajando en el fútbol formativo… Siempre digo que fui presidente porque no había otro.

Había mucho por hacer, e hicieron: en esa gestión incorporaron hockey, patín, vóley y una escuela de fútbol para chicos con discapacidad que hoy no funciona, aunque esperan recuperar y potenciar.

  • 🙋‍♂️ Adrián tuvo 4 mandatos en La Armonía: asumió en 2012, en 2014, en 2019 (con una comisión regularizadora) y en 2020. Actualmente es el vicepresidente, un cargo que también ocupó su papá Oscar Macre, “El Gordo”.

—Estoy orgulloso de ser parte. Porque yo llevo el título de, pero te imaginás que solo no hago ni un 0,05 % de lo que se hizo. Siempre hubo gente trabajando.

Eso, dice, elevó al club a otro nivel: hoy cuenta con 750 chicos, vestuarios renovados, 3 canchas con riego por aspersión para el fútbol y una sede donde se practica vóley, hockey, bochas, patín y baile, entre otras actividades.

Hay un movimiento que nunca se había visto. Nos genera un orgullo grande ver un montón de chicos y chicas que van a hacer actividades y se quedan porque se sienten cómodos —remarca.

  • 🤾‍♀️ Entre los próximos objetivos figuran alquilar un gimnasio y sumar hándbol, deporte que Adrián practicaba de chico.

—¿Cuál es la importancia de los clubes de barrio? 

—La contención a los chicos. Hay un lema viejo que dice “un chico más en un club es un chico menos en la calle”, y es verdad. El año pasado ascendimos en el fútbol y hasta ese entonces La Armonía era el único en Bahía Blanca que no le pagaba a un solo jugador en Primera. Siempre jugó con chicos del club y esa es la idea: darles la oportunidad a los chicos de acá, y que los de abajo vean y se contagien.

Esa función social impulsa su trabajo, sin perder de vista las exigencias y los gastos que tiene una entidad en constante crecimiento. 

—También tenemos que asegurarnos de que paguen la cuota. Por supuesto, no se deja a ningún chico en la calle: quien no pueda pagar, va a venir a jugar. Lo único que exigimos es que los padres vengan a plantear la situación.

  • 👩‍🦰 Este año sumaron a una trabajadora social para acompañar a los pibes. Según Adrián, la institución tiene que estar y apoyar: ese es el compromiso. 

—¿Hay casos concretos de chicos que salieron de la calle o del mal camino por el deporte?

—No me animo a decir “si no era por el deporte, iba a terminar mal”… Pero sí que hay muchos chicos que están en una situación vulnerable y encuentran contención en el club; no sólo en La Armonía, sino en muchos clubes o escuelitas de fútbol.

Adrián remarca el hincapié que hacen al contratar profesores y técnicos:

—En el día a día, son ellos nuestros ojos. Y más allá de que queremos que los chicos ganen y salgan campeones, lo que más queremos es que sean felices, que no vean la hora de venir al club y quedarse hasta que se va el sol.

Sobre los recientes casos de violencia en la ciudad (con la letal interna de la barra de Villa Mitre en el centro de la escena), Adrián quiere marcar una diferencia: una cosa es el socio, el simpatizante, el que quiere al club, y otra es la hinchada.

—No sé de quién es la culpa. Jamás voy a culpar a un dirigente porque cualquier dirigente, del club más grande al más chico, está dejando vida, amigos, trabajo para trabajar gratis por instituciones, entonces jamás criticaría.

E incorpora cierto matiz sobre el conflicto tricolor:

—Según algunos periodistas, los dirigentes dijeron que no conocían a esos hinchas y sí los conocían. Imagino que los conocen: ahora, ¿qué pretenden que haga un dirigente? No sé en las instituciones más grandes, pero en los clubes chicos no tenés ayuda. Se te juntan 30, 40 tipos, vos los sacás, y ellos saben dónde vivís… 

De afuera es fácil opinar, agrega. Y para él, los dirigentes deben llevar adelante una entidad y darles contención a los chicos por medio del deporte, colaborar con la Justicia, la Policía o quien corresponda, pero no hacerse cargo de situación violentas como esta, donde incluso hubo un muerto a balazos.

A pesar de la cantidad de años y actividades, Adrián sigue metiéndole pero trata de no copar la parada: dice que La Armonía debe seguir creciendo y que hay gente con más tiempo y preparación.

—Capaz que yo tengo que ser referente del profe que contrato y el profe, de los chicos… Es una cadena que se tiene que ir construyendo y respetando. Yo digo que uniendo voluntades, cambiamos realidades. Es la única manera.

  • Entre los sueños, aparecen otro gimnasio, más actividades y piletas propias. Y entre las necesidades, anota luminarias y mayor seguridad.

Adrián vive a sólo 7 cuadras de la sede velezana de Bélgica al 1.100, donde flotan innumerables recuerdos, como las noches con “El Gordo”, su papá, mientras su mamá Elisa trabajaba como enfermera en el Hospital Municipal.

—Mi viejo la llevaba a las 21 y de ahí pasaba por el club. Era cantado: la mesa de amigos, el vermut, las charlas que duraban hasta las 2 de la mañana… Yo dormía en una silla, con mi hermano Christian. Después nos llevaba a casa y al otro día, escuela.

—¿Qué le dirías hoy a ese Adrián chiquito que se dormía en la silla? 

—Que disfrute de esa silla, del club, porque va a ser una parte muy importante en su vida, tan importante que lo ayudará a criar a su hijo (Martín), lo más importante de su vida. Le diría: “Valorá cada segundo, porque esta institución te va a dar más”. Ser dirigente es lo más ingrato que hay, pero hay algo inexplicable, un orgullo interno de decir “esto lo hice yo”, aunque la gente no se acuerde.

🚍 Desde el bondi

Con el colectivo, Adrián hizo viajes a todo el país. Hoy está la mayor parte del tiempo en la línea 507, aunque también hace recorridos con la 514 y la 505, además de ser parte de las comisiones que prestan servicios ejecutivos a empresas del Polo Petroquímico.

Arriba del bondi también ve otra ciudad y las necesidades. Y no le resulta gratis, porque se considera (como le dijo un conocido que se estaba por recibir de psicólogo) alguien con “exceso de empatía”.

—Creo que es malo, porque te genera mucho dolor de cabeza tratar de entender siempre a los demás. El otro día iba en el colectivo, sube una señora mayor y le digo a un hombre de 30 y pico: “¿No puede dejarle el asiento?”. Se levantó y se lo dio. Mi primera reacción fue pensar: “La pucha, ¿es necesario que yo le tenga que decir cuando ve que la pobre mujer no se puede ni mover?”, y automáticamente aparece en mi cabeza: “Quién soy para juzgarlo, ¿y si este tipo viene de la casa donde tiene el hijo enfermo…?”.

  • Está convencido de que Bahía puede mejorar. Y para eso hay que meterse en los barrios, escuchar y ejecutar: “Si fuese concejal (aclaro: no me estoy postulando, ¡no me interesa!), lo primero que hago es vender el auto y comprar una camioneta para ir a las instituciones, que tienen donaciones y nadie las puede buscar. Entonces llevás, traés y no solo ayudás, sino que encima te venís con 50.000 proyectos, porque andando es donde ves la necesidad”

  • Ah: también propondría que los concejales tuvieran dedicación exclusiva. Como chofer, Adrián no podría laburar 7 u 8 horas manejando y después ir a sesionar, entonces lo mismo debería pasar con los profesionales, dice: “Los abogados cobran el sueldo de concejal y atienden en su estudio. ¿Te gusta ser concejal y lo que cobrás te sirve para vivir? Si la respuesta es ‘sí’, entonces sos concejal las 24 horas durante 4 años”.

🤝 Desde los barrios

“Donde estés, intentá sumar”.

“Si podés dar una mano, dala. Comprometete”.

Ese tipo de consejos le tira Adrián a su hijo Martín.

—¿Qué es el compromiso para vos? 

El compromiso es la palabra: si das una palabra, tenés que cumplirla. Y si por esas cosas de la vida no podés, viene el segundo consejo: dar la cara, hacerte cargo, decir “perdoname, yo te prometí y no puedo”… Cuando no cumplís, no solo fallás como persona, también le complicás la vida a la gente a la que le dijiste que lo ibas a hacer —dice—. Hiciste tal cosa, pusiste todo el corazón y las cosas no se dieron, pero igual te vas a dormir tranquilo porque hiciste todo lo posible: eso es importantísimo.

  • 🤗 Además de la labor solidaria en el entorno del club, desde hace 8 años Adrián, su pareja Sandra, su hijo Martín y su nuera Sol juntan pañales para el Cottolengo: “Llegamos a juntar 11.000… Bahía es muy solidaria”.

👀 Desde la política

Adrián es peronista y participó de la política bahiense: fue director de Relaciones Institucionales durante la gestión de Gustavo Bevilacqua, secretario de Desarrollo Social y “orgulloso” delegado de Noroeste. 

No sé si fue una experiencia buena. Pensé que la política servía para ayudar, transformar, y fue la vez que menos plata cobré en mi vida. Cuando era secretario me venían a pedir 2 chapas y en el Municipio no había recursos, pero no me daba la cara para decir eso y las terminaba pagando yo. Si les decía que no tenía, iban a pensar lo mismo que yo cuando iba por el club: “¿Cómo el Municipio no va a tener 2 chapas?”.

No se sintió cómodo; dice que no se banca la hipocresía, que no tiene filtro y que por eso no terminó bien con Bevilacqua. Tampoco entiende del todo las redes sociales: solía escribir para hacer catarsis y rebotaba en el periodismo y…

—No quería armar lío, estar en el medio de esas discusiones… Hoy no soy político, entonces no tengo que estar. Era un peso con el que tenía que vivir.

—¿Hoy que pensás de la política? 

—Que es muy difícil transformar, y no significa que los políticos sean todos malos. No hay que generalizar. La política no es mala; hay que involucrarse, hay que estar, porque si no es como en la institución: tenés un montón de gente que te critica, que dice “ustedes tendrían que…”, pero le decís que venga y “no, yo no puedo”.

Según su mirada, Bahía está descuidada desde cuando era funcionario pero hoy ve “un descontrol total”, por ejemplo con las ciclovías y el alcohol cero al volante.

Si no controlamos lo que se hace, se pierde. Como colectivero te digo que el carril para el colectivo es una de las mejores cosas que hicieron, pero no se controla. Hoy vas por Chiclana y tenés 3 autos parados ahí, entonces en lugar de generar algo bueno, generás inseguridad, porque tenés que abrirte y hacer maniobras que antes no.

—¿Qué es lo mejor y lo peor que tiene la ciudad? 

Lo mejor es la gente. Y lo peor, la grieta: no sólo en Bahía, en el país… Es horrible generalizar, no respetar las ideas. Ojalá algún día se pueda armar un gobierno en conjunto. No soy partidario del gobierno actual de Bahía, pero no por eso voy a decir que son todos un desastre. Hay jóvenes con una fuerza y unas ganas… Lo malo es esa pelea absurda: si vos sos de un equipo y yo de otro, “ustedes son todos malos”.


Producción, videos y edición audiovisual: Tato Vallejos

Producción y texto: Belén Uriarte

Fotos: Eugenio V.

Idea y edición general: Abel Escudero Zadrayec


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