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La sociedad bahiense: evolución poblacional, movimientos inmigratorios y formas de sociabilidad (parte III)

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Por Mabel N. Cernadas | UNS-CONICET


En este artículo se caracteriza el universo poblacional de Bahía Blanca, desde su transición de enclave fronterizo a urbe modernizada entre fines del siglo XIX y principios del XX, hasta la consolidación de su perfil como ciudad mediana y de intermediación en la primera década del siglo XXI. 

En el desarrollo se da cuenta de las transformaciones operadas en la estructura y dinámica social, dos facetas aisladas con fines analíticos, pero que se presentan como interrelacionadas. Para su mejor comprensión se han establecido tres etapas.

La primera, entre 1828 y 1879, se inicia con la fundación de la Fortaleza Protectora Argentina junto al puerto natural sobre la ría denominado Puerto Esperanza, por el coronel Ramón Estomba, militar de la guerra de la independencia, hasta la expedición militar llevada a cabo por el Ministro de Guerra Julio A. Roca al Río Negro entre 1878 y 1879.

La segunda, entre 1880-1970, analiza la gradual incorporación de Argentina y Bahía Blanca y su región al modelo agroexportador como proveedora de materias primas, potenciando las posibilidades de su puerto de aguas profundas. Se aborda aquí la sociabilidad de esa población heterogénea y cosmopolita, hasta mediados de la década del setenta, cuando la crisis del modelo se produjo en el marco del régimen de facto que se inició en 1976 que promovió el terrorismo de Estado y la violación de las libertades públicas e individuales para eliminar la conflictividad social y remodelar “desde arriba” la sociedad y el Estado.

La tercera etapa que queremos caracterizar abarca desde los primeros años de la década del setenta hasta 2010, fecha del último Censo Nacional de Población y Vivienda. La última dictadura cívico-militar puso en marcha un conjunto de reformas de carácter neoliberal entre las cuales se incluyeron la reforma del Estado, la desregulación económica, la apertura comercial y la flexibilización laboral que sería concretada en los años noventa. Este proceso de hondas transformaciones estructurales agudizó la conflictividad social instalando en el espacio público nuevas demandas. 

Bahía Blanca y la región bajo el signo del neoliberalismo: reestructuración económica, precarización laboral y aumento de la conflictividad social (1970-2010)

Daniel  James ha escrito que el período que transcurre en Argentina entre 1966, fecha en que se inició un nuevo régimen de facto presidido por el general Juan Carlos Onganía,  hasta el golpe militar que puso fin al tercer gobierno peronista en marzo de 1976 se caracterizó por el aumento de la conflictividad social y diversos problemas que tiñen esos años de violencia, proscripción y autoritarismo pero también constituye una época de sueños e ideales, ya que los actores sociales y políticos, aún inmersos en conflictos y tensiones, estaban intentando construir un país moderno y desarrollado (Daniel James, 2003).

A partir del proceso abierto del 24 de marzo de 1976, que instaló una de las dictaduras cívico-militares más crueles y violentas de la historia argentina promoviendo el terrorismo de Estado y la violación de las libertades públicas e individuales, se produjeron profundas transformaciones en el campo político, la economía y la sociedad. Desde ese momento se fueron abandonando las políticas que privilegiaban la protección de la industria sustitutiva, la demanda del mercado interno como factor de crecimiento y el papel del Estado como garante del bienestar de las personas mediante diferentes prestaciones sociales. La inclusión y la integración social que había caracterizado las décadas anteriores, dio paso a la pobreza, la desocupación, el achicamiento de la movilidad ascendente y el ensanchamiento de la brecha entre los que más y menos tienen

Bahía Blanca no fue ajena a este proceso. Si bien hasta mediados de la década del setenta pareció que la crisis era solo política, se hizo evidente que la globalización supuso una nueva división del trabajo internacional que conllevaría la profundización de la transnacionalización de la economía y la subordinación de la política a la economía, vinculada fuertemente a la reforma del aparato estatal. Al mismo tiempo que comenzaba a esbozarse un nuevo modelo de desarrollo de signo neoliberal se producía el aumento creciente de la conflictividad social. 

Durante esta etapa se habían incrementado los niveles de violencia tanto por el accionar de las organizaciones armadas como por la represión que a partir de 1975 inician las Fuerzas Armadas, con acuerdo del gobierno constitucional. Simultáneamente, bandas paramilitares de la Triple A, creada por José López Rega, secuestraban y asesinaban opositores, en su mayoría obreros, profesores o estudiantes universitarios vinculados al marxismo, que incluía tanto a militantes de las organizaciones del ERP como Montoneros. Una serie de atentados preanunciaron la escalada de violencia donde se multiplicaron los allanamientos de los domicilios y las detenciones de estudiantes.

Bahía Blanca presenció por aquellos años los primeros actos del terrorismo de Estado, como los asesinatos de Jesús “el Negrito” y del estudiante de ingeniería David “Watu” Cilleruelo, ultimado el 3 de abril de 1975 en los pasillos de la Universidad Nacional del Sur.  Esos sucesos en las calles afectaron profundamente la vida diaria de los bahienses, que se anoticiaban sobre esos hechos sangrientos a través de los medios de comunicación. Además de impactar en el espacio público, la violencia influía en los lugares de trabajo y obturaba espacios gremiales de acción.

En los años posteriores, la sociabilidad se vio condicionada por los diversos mecanismos de control y disciplinamiento en el marco de la estructura represiva militar implementada por el gobierno dictatorial entre 1976 y 1983. La propuesta militar buscaba eliminar la conflictividad y remodelar “desde arriba” el Estado y la sociedad.

El aparato estatal se desdobló, y mientras una parte actuaba de acuerdo con el orden jurídico que ellos mismos habían creado, la otra operaba en la clandestinidad y al margen de toda regulación posible, ejerciendo una violencia y represión feroz, sin más control que el de sus propios ejecutores. Así se inició un ciclo en el que imperaba el miedo, y en el cual el secuestro, la detención, la tortura, el asesinato, la desaparición de personas adultas y menores de edad, las violaciones a los derechos humanos fueron parte del sistema que desarrolló su accionar en la ilegalidad, bajo el amparo del poder del Estado. Esta experiencia no fue vivida por todos los habitantes de igual forma, ya que la represión tuvo un carácter selectivo que llevó a que ciertos sectores de la sociedad, señalados como “subversivos”, sufrieran con mayor intensidad sus efectos. 

En el orden económico, los miembros de las tres Fuerzas Armadas, con la complicidad de grupos civiles, en su mayoría vinculados a los sectores más concentrados de la economía, emprendieron acciones represivas y de disciplinamiento sobre las organizaciones sindicales y sus militantes, con el fin de evitar su reacción ante la implementación de un modelo económico de orientación neoliberal, que afectaba la esfera productiva industrial y favorecía al sector financiero y los grupos más concentrados de la economía. 

Y si bien en la Iglesia Católica hubo laicos, sacerdotes, religiosos y algunos obispos que se comprometieron en los organismos de derechos humanos; para un sector de la misma, la dictadura era bienvenida en virtud de su presunta defensa de la “civilización occidental y cristiana” (Virginia L. Dominella , 2013). Por lo tanto, como bien indica Juan Suriano, hubo un amplio espectro social que prestó de una u otra forma su cooperación al régimen militar y le otorgó un consenso sin el cual no hubiera podido existir ni sobrevivir (Juan Suriano, 2005).

En la medida que el régimen militar comenzó a dar muestras de debilidad por el fracaso del plan económico, el cuestionamiento de los organismos defensores de los derechos humanos —como las Madres de Plaza de Mayo—, las presiones de la prensa y de algunos gobiernos extranjeros, se inició la reorganización de los partidos políticos.

La agitación opositora se intensificó en vísperas de la Guerra de Malvinas, para atenuarse durante los meses que duró el conflicto y profundizarse con posterioridad frente a un gobierno totalmente deslegitimado por la derrota militar. La salida electoral, la movilización social en favor de la democracia y el triunfo del radicalismo sobre el peronismo en 1983 constituyó un punto de inflexión en la agitada vida política argentina. 

El presidente Raúl Alfonsín clausuraba así uno de los períodos más dramáticos y sangrientos de la historia nacional, restituyendo la legitimidad a los partidos en su papel de organizadores del electorado y mediadores en el juego político entre la sociedad y el Estado. En los primeros años de la posdictadura, la sociedad en su conjunto vivió en los diferentes ámbitos un inédito clima de libertad y de participación, confiando en que una política cultural y educativa modernizadora podría desterrar los rasgos autoritarios presentes en instituciones, prácticas y conciencias, favoreciendo la integración.

 Sin embargo, el cambio en el modelo de desarrollo económico de los años noventa de neto corte neoliberal produciría fracturas y reacomodamientos de las distintas clases y grupos sociales, configurándose una sociedad compleja y heterogénea con fuerte tendencia a las desigualdades, a la generación de nuevas formas de pobreza y exclusión, que se expresaba a través de una intensa conflictividad social. 

Ante el incremento de la deuda externa, la alta inflación y la pauperización creciente, Carlos Menem, su sucesor, puso en marcha un plan de reformas estructurales que terminó produciendo profundos cambios en la economía y la reconversión de la sociedad. La reforma del Estado, la apertura comercial, la desregulación económica y la flexibilización laboral impactaron intensamente en la sociedad bahiense.

El Estado, que hasta el momento había sido el garante del bienestar de la población pasó a tener un rol subsidiario del mercado. La reestructuración del capitalismo a nivel global, que produjo la “modernización excluyente” desembocó en una dinámica de desindustrialización que fue acompañada por la concentración creciente de la actividad económica en manos de grupos privados y empresas multinacionales (Maristella Svampa, 2005).

A nivel local, la llegada de inversiones públicas y privadas en la industria generó transformaciones espaciales, vinculadas con la industria petroquímica y la presencia del complejo ferroportuario. En este marco, se produjo la instalación de dos emprendimientos fundamentales para la organización del espacio industrial en este nuevo orden neoliberal: el Polo Petroquímico y el Parque Industrial

En 1973 se conformó Petroquímica Bahía Blanca (PPBB) con el 51 % de empresas estatales (Fabricaciones Militares, YPF y Gas del Estado) y el resto en manos privadas. En 1995, se completó la privatización del PPBB y el complejo industrial comenzó a atravesar un proceso de importantes mutaciones de la mano de las grandes empresas transnacionales que tomaron su control. Al tiempo que Dow Chemical adquirió PBB Polisur y el Grupo Solvay hizo lo propio con Indupa, en los siguientes cinco años tuvo lugar el incremento de la capacidad productiva de las empresas existentes, la concreción del Proyecto Mega y la instalación de la fábrica de fertilizantes Profertil

En lo que respecta al Parque Industrial de Bahía Blanca (PIBB), se ubica sobre la ruta de acceso sudoeste al puerto de Ingeniero White, a 5 km del centro de la ciudad. Su creación comenzó a concretarse en 1975, impulsada por un programa del gobierno de la provincia de Buenos Aires que preveía la dotación de infraestructura y equipamiento para promover el desarrollo de industrias de base y la exportación de productos de las pequeñas y medianas empresas. Si bien las acciones fueron desarrollándose de manera progresiva y continua, fue a partir de la década de 1990 cuando el parque comenzó a funcionar como tal, al instalarse las primeras empresas.

Al mismo tiempo, como parte del proceso de descentralización del sistema portuario, en 1993, se constituyó el Consorcio de Gestión del Puerto de Bahía Blanca (CGPBB), ocupando un lugar destacado una vez realizada las obras de dragado que llevó el canal a 45 pies. A partir de la reforma de la regulación portuaria, se radicaron  grandes empresas transnacionales, que adquirieron la concesión de las terminales portuarias existentes y/o realizaron inversiones en nuevas infraestructuras, entre ellas, Bunge Limited, Cargill, Oleaginosa Moreno, empresa de origen bahiense que operaba una terminal especializada en granos y subproductos en Puerto Galván, y pasó a tener participación mayoritaria de Glencore de Suiza; y la Unión Transitoria de Empresas conformada por Glencore y Toepfer, con origen en Alemania, que adaptó el muelle de la Central Termoeléctrica Luis Piedra Buena para la carga de cereales. 

Desde entonces, se fortaleció la especialización de Ingeniero White como puerto agroexportador pampeano, incluyendo también cargas de combustibles y una integración marginal de productos petroquímicos.  En efecto, el hinterland del puerto se estableció sobre el sur de la provincia de Córdoba y norte y centro de Buenos Aires, desde donde se recibían los granos, y las provincias de Neuquén y Río Negro, de donde llegaban los hidrocarburos.

Por otro lado, una ciudad que se había destacado por su preponderancia sobre el mercado regional tuvo una paulatina pérdida de influencia con la desaparición de un número importante de comercios mayoristas y minoristas como consecuencia de la crisis.

Los pequeños y medianos comerciantes barriales se vieron perjudicados también por la construcción de grandes superficies de ventas como los hipermercados, supermercados y shoppings ( Walmart, Disco, Carrefour y Cooperativa Obrera, entre otros). 

Al igual que en el resto del país, en el nuevo modelo económico todas las clases sociales sufrieron transformaciones. Así la sociedad argentina, que se había caracterizado en las décadas precedentes como un ejemplo de integración se constituyó, según Maristella Svampa, en una sociedad excluyente, estructurada sobre la base de la cristalización de las desigualdades tanto económicas como sociales y culturales (Maristella Svampa, 2005).

Este proceso de polarización social, fragmentación inestable y aumento de las desigualdades socio económicas manifestado durante la dictadura militar se acentuó en Bahía Blanca en la década del noventa, cuando se observó un crecimiento sin precedentes del desempleo abierto y de la precariedad laboral.

Las clases medias superiores mostraron un proceso de autosegregación a través de la expansión de un nuevo estilo residencial: las urbanizaciones cerradas, countries y barrios parque, como los de Pago Chico, Bosque Alto, Solares Norte y La Reserva, al que se sumaron la privatización de la seguridad, la salud y la educación

Pero fue en las clases medias empobrecidas y en los sectores populares donde se hizo más evidente la vulnerabilidad y la transformación de la movilidad social ascendente y descendente.  La reestructuración del Estado y las privatizaciones impactaron sobre los empleados, técnicos y profesionales del sector público. En tanto las dependencias estatales ocupaban en Bahía Blanca una proporción significativa de la población, su privatización explicó, en buena medida, el aumento de la tasa de desocupación que pasó del 10 al 20 % entre 1991 y 1995, colocándose tres puntos por encima de la tasa nacional.

Los despidos, retiros voluntarios o jubilaciones afectaron al personal del trasporte ferroviario y aéreo, teléfonos, correos, gas, agua, energía, entre otros, lo que supuso la fragmentación y expulsión de los trabajadores asalariados integrados al mercado formal al incierto mundo de las actividades informales y la subocupación. El empobrecimiento, la precarización laboral y la inestabilidad también afectó a numerosos trabajadores de firmas privadas que debieron cerrar sus puertas debido a las nuevas reglas económicas. 

La crisis de diciembre del 2001 llevó a las clases afectadas a reformular nuevas estrategias tales como las redes comunitarias para la recomposición de los lazos sociales o el desarrollo de redes de sobrevivencia de las clases populares, que configuró un nuevo tejido social caracterizado por la expansión de organizaciones de carácter territorial. Fueron las mujeres de estas clases, especialmente, quienes debieron asumir la responsabilidad de buscar recursos para asegurar la subsistencia de su familia mediante el trabajo doméstico o tareas comunitarias, comedores, roperos de iglesias evangélicas o de Cáritas, ante el desempleo de los hombres jóvenes procedentes de sectores medios y populares y con escasa preparación educativa. 

Las formas organizativas de estas nuevas estructuras y la extracción social de sus integrantes, atravesadas todas ellas por la asignación de las cargas sociales de trabajo de cuidado en función de su género, fueron heterogéneas. A consecuencia de la crisis, surgió la “Liga de Mujeres por Bahía”, que luego pasó a denominarse “Mujeres por la Dignidad”, en el barrio periférico Villa Delfina, sector que recibió desde la década del sesenta inmigración patagónica, chilena y boliviana. Las preocupaciones de este núcleo se centraron en la búsqueda de estrategias para afrontar la pobreza, pero se extendieron también a cuestiones como la criminalización de niños y jóvenes, la trata de personas y la prostitución de niñas y adolescentes. Desde los noventa se había intensificado la explotación sexual en la forma de prostitución en el ámbito público, así como también en whiskerías, pubs y cabarets que funcionaban en muchos casos como prostíbulos.

Algunas de estas organizaciones, cuyas prácticas delineaban un activismo desde la subalternidad, interactuaron de distintas maneras con políticas gubernamentales destinadas a paliar “la feminización de la pobreza” y otras situaciones de vulnerabilidad que afectaban a las mujeres. A nivel municipal se puso en marcha el Programa Mamás Cuidadoras, a través del cual, mujeres-madres de distintos barrios se encargaban del cuidado de pequeños cuyas progenitoras debían ausentarse de su hogar para trabajar. Paralelamente, a nivel provincial, se estaba implementando el Plan Vida, que consistía en el reparto de medio litro de leche diario y de una ración semanal de huevos y cereales a niños y embarazadas.

En los inicios del siglo XXI, el Plan Jefes y Jefas de Hogar, implementado por decreto del PEN en 2002, y la iniciativa Volver a Casa que desarticuló algunos comedores comunitarios tuvieron como agentes a las “manzaneras”, quienes eran referentes en sus respectivas cuadras. A su vez, por estar vinculadas a los gobiernos provincial y local, las manzaneras posibilitaban la articulación de sus políticas con las comunidades barriales. De estas y otras maneras se pretendió paliar el retroceso del Estado y proveer de ayudas sociales a sectores particularmente afectados. 

Otra expresión de la aguda conflictividad social suscitada por las transformaciones estructurales a nivel económico y social fue a través del movimiento de desocupados.  Las primeras organizaciones surgieron en 1995 y estuvieron integradas principalmente por obreros que habían estado ligados a las empresas públicas. A través del trabajo asambleario, la participación democrática de las bases y los métodos de acción directa, dicho movimiento fue cobrando visibilidad en la ciudad y conformando una organización social más amplia junto a sindicatos, estudiantes, estatales, jubilados y pensionados. 

En agosto de 2001, el descontento social también se tradujo en Bahía Blanca en dos manifestaciones masivas denominadas “Escuelazos”. Centradas en la defensa de la educación pública fueron convocadas inicialmente por los gremios docentes y tuvieron el apoyo de padres, madres, estudiantes y auxiliares de la educación, a los que se adhirieron trabajadores de distintos gremios, desocupados, y diferentes organizaciones políticas, reuniendo aproximadamente 15.000 personas.  

Entre fines del siglo XX y la primera década del siglo XXI la fisonomía de la ciudad sufrió una progresiva fragmentación territorial, derivada de las desigualdades de la distribución de los ingresos y el deterioro de las condiciones de vida de su población, especialmente en lo atinente a la vivienda. Según datos recabados por la municipalidad, en el primer semestre de 2005 el porcentaje de personas pobres era de 35,3 % de la población total, y el de indigentes del 18,1 %.

La polarización de la estructura social fue productora de la segregación urbana. En la periferia, particularmente en el sector sur, sudoeste y oeste de la ciudad se produjo la ocupación informal de tierras, tanto públicas como privadas, por una población de bajos recursos y la multiplicación de asentamientos precarios y villas de emergencia. 

El Estado, por su parte, multiplicará las políticas asistencialistas a las clases populares, pero ya no se procurará la ampliación de los derechos o los beneficios que colectivamente pudieran pretender los ciudadanos, sino que se buscará identificar los posibles focos de conflicto y así otorgar alguna ayuda específica que los mantenga bajo control.

A inicios de la nueva centuria, si bien continuó la movilización social y la acción colectiva de la clase trabajadora por diferente tipo de reclamaciones, se hicieron presentes diversos colectivos que instalaron en el espacio público otro tipo de problemáticas tales como las de los vecinos en los barrios, las iniciativas asociadas a luchar por el reconocimiento de la diversidad étnica, aquellas vinculadas con los derechos de las mujeres y la diversidad sexual, las preocupaciones relacionadas con los derechos humanos o la degradación ambiental

El repliegue sobre los barrios de las actividades políticas, sociales, económicas y culturales que sufrieron los sectores populares, se liga directamente a las políticas sociales desplegadas por el Estado frente a la crisis que produjeron las políticas económicas neoliberales. Salir a la calle, cortar calles y rutas o hacer piquetes para expresar demandas y reivindicaciones es un recurso legítimo para una proporción muy importante de los ciudadanos y, en líneas generales, las protestas están ligadas a la vulneración de derechos fundamentales como también a la falta de acceso al empleo, a la vivienda, a la educación y a la alimentación, entre otras.

Por otro lado, si bien existía una incipiente “Agrupación Mapuche” en la década anterior, fue desde el reinicio de la democracia y especialmente en los noventa que se conformaron agrupaciones que, militando desde el lugar de mapuche y de mapuche/tehuelche, se reivindicaban como pertenecientes a los “pueblos originarios”. Algunos de estos núcleos estaban alineados con las luchas de organizaciones rurales de la zona patagónica, centradas en reclamos por la tierra, derechos culturales, educación intercultural/ bilingüe y preservación del medioambiente. En ocasiones, fueron mujeres las principales voceras de estos grupos comunitarios. Desde el punto de vista sociocultural, es destacable la tarea de la Casa Cultural Mapuche (Ruka Kimun Mapuche) iniciada a fines de la década de los ochenta, cuando creó en el año 2000 un espacio que estaría destinado, entre otras cosas, a albergar estudiantes universitarios indígenas e implementó proyectos vinculados a la educación bilingüe, la difusión radial y la investigación histórica, entre otras actividades.

La participación femenina en la esfera pública bahiense se venía acrecentado desde la recuperación democrática con la realización de encuentros regionales de mujeres y la actividad de grupos de diversos perfiles como la Liga de Amas de Casa, Identidad, la Asociación de Mujeres Universitarias y el nucleamiento de Mujeres Médicas de Bahía Blanca, entre otros.   En el inicio del nuevo siglo, distintos colectivos instalaron en la agenda política una serie de demandas vinculadas con los derechos de las mujeres y el respeto por la diversidad sexual con perspectiva de género. La agrupación femenina Mujeres por la Dignidad, por ejemplo, articuló algunas iniciativas y compartió preocupaciones por cuestiones de derechos de las mujeres y género con otro colectivo, de carácter feminista, denominado Autoconvocatoria Mujeres. Este último grupo se formó en 2003 y estaba conformado mayoritariamente por profesionales y docentes. 

El año 2007 fue clave en la visibilización de las luchas por la diversidad sexual. En esa ocasión, Autoconvocatoria Mujeres colaboró con MODIS (Movimiento por la diversidad sexual, conformado por gays) y Entramadas (entidad que nucleaba a lesbianas), para dar lugar a la semana y al mes de la diversidad, que enlazó facetas étnico-culturales y sexuales (Graciela Hernández, 2010).

Así, en el año 2010 se realizó por primera vez en la ciudad la marcha del Orgullo LGTB con la participación de más de 100 personas. La movilización fue convocada por organizaciones de mujeres, gays, lesbianas, bisexuales, travestis y trans para exigir que se votara la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo. Desde Pan y Rosas, en la Secretaría de la Mujer del CEHum (Centro de Estudiantes de Humanidades de la Universidad Nacional del Sur), jóvenes universitarias participaron en esa oportunidad y llamaron a continuar con las movilizaciones para lograr el reconocimiento de ese y otros derechos sociales como el del aborto legal, seguro y gratuito.

Si bien las reclamaciones de los vecinos en los barrios han sido variadas y de diferente intensidad, no podemos dejar de citar el incidente ambiental y sanitario que afectó a la población de Ingeniero White y de los barrios cercanos al Polo Petroquímico de Bahía Blanca. Durante agosto del año 2000, y con ocho días de diferencia, tuvieron lugar dos grandes escapes, de cloro primero y amoníaco después, en las plantas de Solvay Indupa y Profertil, respectivamente.

Dichos escapes constituyeron un acontecimiento trascendente en tanto que la población de Ingeniero White reacciona frente a las intensas transformaciones que experimentaban sus condiciones de trabajo y de vida a partir de la privatización, extranjerización y expansión del polo ferroportuario e industrial bajo la aplicación de las políticas neoliberales. Estos hechos pusieron en alerta a la población de que había un peligro real muy cercano a sus hogares y que ponía en riesgo su salud e integridad física. Como consecuencia de la fuga tóxica, en el Hospital Menor de Ingeniero White, fueron asistidas ochenta personas. Además, los niños del Jardín de Infantes N° 905 y de la Escuela N° 15 fueron evacuados.

Durante aquellos días, las fuerzas sociales de Ingeniero White irrumpieron con una multiplicidad de acciones colectivas, entre las que se destacaron las asambleas populares, las movilizaciones callejeras, los piquetes en los accesos de las plantas industriales, el pedido de puestos de trabajo, las innumerables reuniones, los diversos petitorios presentados ante las autoridades políticas, la solicitud de un mayor control sobre las industrias petroquímicas, la conformación de organizaciones ambientales, la demanda de indemnizaciones para los vecinos que deseaban abandonar la localidad, la oposición al asentamiento de una nueva planta en el área industrial, el inicio de juicios contra las empresas, el requerimiento de las instituciones educativas de ser reconocidas como escuelas de riesgo ambiental y el reclamo para la realización de un censo de salud (Emilce Heredia Chaz, 2022).

El 18 de mayo del 2022 se realizará el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas en todo el país, en un contexto en el que las consecuencias de la pandemia mundial se anudan en Bahía Blanca con un índice significativo de pobreza multidimensional (María Emma Santos, 2018, 2020).

Corresponderá a los Cientistas Sociales, —quienes estudian el comportamiento individual y colectivo de la sociedad, buscando comprender y explicar las características y permanencias que se exteriorizan en el conjunto de las instituciones humanas—, comprender los procesos originados al demolerse una configuración social integradora en la cual el Estado era un actor clave en la organización de varias dimensiones de la actividad social. 

Las políticas neoliberales implementadas en Argentina durante las últimas décadas han tenido un impacto de una magnitud y una profundidad tan significativas sobre la estructura social y productiva, la cultura y la sociedad en su conjunto, que deben ser motivo de amplias investigaciones de las ciencias sociales y humanas para poder responder a situaciones problemáticas derivadas de la acentuación de las desigualdades y el empobrecimiento de franjas importantes de la población. Para todos nosotros, constituye una responsabilidad ineludible pensar juntos el presente, pasado y futuro, cooperando con los sujetos de la historia en la construcción de mundos posibles que garanticen a los hombres y mujeres una vida libre, pacífica, plena y creativa


Sobre la etapa 1975-2022 puede consultarse: Becher, Pablo (2017). El movimiento de trabajadores desocupados en Bahía Blanca: organización y conflictividad (1995-2003) (Tesis de maestría). UNS, Bahía Blanca; Becher, Pablo y Klappenbach, Germán. (2014). Mascarillas y piquetes en Ingeniero White. La conflictividad social asociada a la problemática medioambiental de las empresas petroquímicas durante el año 2000. NuestraAmérica,Recuperado de http://revistanuestramerica.cl/ojs/index.php/nuestramerica/article/view/87; Bracamonte, Lucía y Mabel N. Cernadas, (coord.) (2019)  “La sociedad bahiense: evolución poblacional, movimientos inmigratorios y formas de sociabilidad” Bahía Blanca siglo XX: historia política, económica y sociocultural, Bahía Blanca, Ediuns,  Bustos Cara, Roberto y Tonelloto, Sandra (1997). Identidad e imaginario en torno a un proceso de reestructuración portuaria: Bahía Blanca. Caravelle; Costantini, Florencia y Heredia Chaz, Emilce. (2018). El progreso en cuestión: sectores productivos, política económica y conflictividad social. En Mabel N. Cernadas y José Marcilese (Comps.), Bahía Blanca Siglo XX. Historia política, económica y sociocultural. Bahía Blanca: EdiUNS; Dominella, Virginia Lorena (2013). “Chicos comunes, militantes, mártires. La rememoración de víctimas católicas bahienses del terrorismo de Estado en los homenajes de 2011”. Aletheia, vol. 4, núm. 7; Feliú, Marcelo. (2001). Zona Franca Bahía Blanca – Coronel Rosales. Su inserción en el Mercosur. Algunas reflexiones. En M. Cernadas (Comp.), Historia, Política y Sociedad en el Sudoeste Bonaerense. Bahía Blanca: EdiUNS;Gorenstein, Silvia. (1991). Rol del complejo petroquímico bahiense en el desarrollo urbano-regional. Bahía Blanca: Departamento de Economía UNS; Gorenstein, Silvia. (1998). Las nuevas formas de declive urbano-regional en la Argentina de los años noventa. El caso de Bahía Blanca en el Sudoeste Bonaerense. En C. De Mattos, D. Hiernaux y D. Restrepo (Comps.), Globalización y Territorio. Impactos y Perspectivas. Santiago de Chile: Pontificia Universidad Católica de Chile – Fondo de Cultura Económica; Gorenstein, S., Cerioli, Liliana. y Scudelati, Mariela (1999). Repercusiones laborales de los procesos de privatización en Bahía Blanca. Estudios del Trabajo, 17, pp. 49-76. Recuperado de https://www.aset.org.ar/revista.php?rid=20; Hernández Graciela (2010). “Diversidad, desigualdad y políticas culturales”, Temas de Mujeres, Año 6, núm. 6, pp. 65-84; Hernández Graciela (2010). “Diversidad, desigualdad y políticas culturales”, Temas de Mujeres, Año 6, núm. 6, pp. 65-84; Hernández, Graciela, Juan P. Canoni y Laura Orsi. (2015) “Las migraciones desde Chile y Bolivia a Bahía Blanca. Delimitar un campo e identificar las prácticas en la historia oral (2007-2013)”. Barelli, Ana Inés y Patricia Dreidemie, dirs. Migraciones en la Patagonia. Subjetividades, Diversidad y Territorialización. San Carlos de Bariloche: Editorial UNRN; Heredia Chaz, Emilce. (2014). De la Responsabilidad a la Contaminación Social   Empresaria: la ingeniería social del Polo Petroquímico de Bahía Blanca (Tesina de licenciatura). UNS, Bahía Blanca; Heredia Chaz, Emilce. (2022) Procesos extractivos, territorios urbanos y conflictos territoriales: Hacia una ecología y economía política del desarrollo petroquímico de Bahía Blanca. (Tesina de Doctorado). UNS, Bahía Blanca; James, Daniel. (2003). Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976). Buenos Aires. Sudamericana; Santos, Maria Emma (2018).  Informe: Pobreza en Bahía Blanca 2004-2018. Documento de Trabajo Nº 8. Bahía Blanca, IIESS.  Recuperado de https://ri.conicet.gov.ar/handle/11336/92003; Santos, María Emma (2020). Pobreza Multidimensional en Argentina y Bahía Blanca en tiempos del COVID-19. Documento de Trabajo Nº 14, Bahía Blanca: IIESS. Recuperado de https://iiess.conicet.gov.ar/images/DDT/doc-trabajo-Nro14.pdf;  Suriano, Juan. (2005) Dictadura y democracia (1976-2001). Buenos Aires. Sudamericana; Svampa, Maristella. (2005) La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo. Buenos Aires. Aguilar; Viego, V. (2004). El desarrollo industrial de los territorios periféricos. El caso de Bahía Blanca. Bahía Blanca: EdiUNS;Zapata, B. (2014) Andamios de experiencias: Conflictividad obrera, vigilancia y represión en Argentina. Bahía Blanca, 1966-1976 (Tesis doctoral). UNLP, La Plata. 

Agradecemos a los integrantes del Archivo de la Memoria de la Universidad Nacional del Sur (AMUNS), Dr.José Marcilese y Mg. Celeste Napal haber contribuido con el material fotográfico con que cuenta la institución. 

MABEL NÉLIDA CERNADAS

Es profesora, licenciada, magíster y doctora en Historia. Se desempeña como docente de posgrado en los Departamento de Humanidades y de Economía de la Universidad Nacional del Sur e investigadora principal del CONICET. Es asimismo directora de la carrera de doctorado en Historia e integra el Comité Académico de la maestría en Sociología. En la formación de recursos humanos se destaca su trayectoria en la dirección de proyectos acreditados, investigadores, tesistas, becarios y pasantes. Autora y coautora de varios libros y capítulos de libros, ha publicado numerosos artículos y reseñas en revistas nacionales e internacionales, como también en actas de congresos sobre temas vinculados a la historia política y social argentina. Creó el Archivo de la Memoria de la UNS y dirige el Centro de Estudios Regionales «Profesor Félix Weinberg» del Departamento de Humanidades de la UNS. En 2017 fue distinguida con el título de Profesora Extraordinaria Consulta de la UNS. En 2018 fue reconocida como mujer destacada de la ciudad de Bahía Blanca en Ciencia e Investigación, por la UNS y el Honorable Concejo Deliberante de Bahía Blanca por su aporte al conocimiento de la historia local. 


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