Por Mabel N. Cernadas | UNS-CONICET
En este artículo se caracteriza el universo poblacional de Bahía Blanca, desde su transición de enclave fronterizo a urbe modernizada entre fines del siglo XIX y principios del XX, hasta la consolidación de su perfil como ciudad mediana y de intermediación en la primera década del siglo XXI.
En el desarrollo se da cuenta de las transformaciones operadas en la estructura y dinámica social, dos facetas aisladas con fines analíticos, pero que se presentan como interrelacionadas. Para su mejor comprensión se han establecido tres etapas.
La primera, entre 1828 y 1879, se inicia con la fundación de la Fortaleza Protectora Argentina junto al puerto natural sobre la ría denominado Puerto Esperanza, por el coronel Ramón Estomba, militar de la guerra de la independencia, hasta la expedición militar llevada a cabo por el Ministro de Guerra Julio A. Roca al Río Negro entre 1878 y 1879.
La segunda, entre 1880-1970, analiza la gradual incorporación de Argentina y Bahía Blanca y su región al modelo agroexportador como proveedora de materias primas, potenciando las posibilidades de su puerto de aguas profundas. Se aborda aquí la sociabilidad de esa población heterogénea y cosmopolita, hasta mediados de la década del setenta, cuando la crisis del modelo se produjo en el marco del régimen de facto que se inició en 1976 que promovió el terrorismo de Estado y la violación de las libertades públicas e individuales para eliminar la conflictividad social y remodelar “desde arriba” la sociedad y el Estado.
La tercera etapa que queremos caracterizar abarca desde los primeros años de la década del setenta hasta 2010, fecha del último Censo Nacional de Población y Vivienda. La última dictadura cívico-militar puso en marcha un conjunto de reformas de carácter neoliberal entre las cuales se incluyeron la reforma del Estado, la desregulación económica, la apertura comercial y la flexibilización laboral que sería concretada en los años noventa. Este proceso de hondas transformaciones estructurales agudizó la conflictividad social instalando en el espacio público nuevas demandas.
La inmigración de masas hasta mediados del siglo XX: la conformación y transformación de la sociedad urbana (1880-1970)
Las campañas militares, iniciadas por Adolfo Alsina y continuadas por Julio A. Roca, finalizaron con la incorporación de tierras vírgenes y el sometimiento de las tribus indígenas existentes en estos territorios.
La llegada del ferrocarril resultó fundamental en este proceso, ya que supuso una conexión y una circulación fluida de mercaderías y pasajeros con el resto del país. Del mismo modo, la infraestructura portuaria fue un elemento clave para la dinamización de la zona dado que, en articulación con el transporte terrestre, constituía la condición de posibilidad para la exportación de la producción de la región.
En 1884 la empresa Ferrocarril Sud inauguró la línea que unió Bahía Blanca con la Capital Federal; en 1896, al crearse el Puerto Militar, se extendió su red desde Grümbein hasta Punta Alta; y en 1899, ante la posibilidad de un conflicto con Chile, amplió sus líneas hasta Neuquén.
La empresa del Ferrocarril Bahía Blanca al Noroeste, por su parte, inició el enlace ferroviario hacia La Pampa y la región cuyana en 1887 y, finalmente, el Ferrocarril Rosario-Puerto Belgrano fue librado al servicio público en 1910.
A partir de su configuración como nodo ferroportuario, de las inversiones del capital inglés y en menor medida el francés, la expansión agrícola regional y la instalación de establecimientos industriales medianos, la localidad se convirtió en un centro comercial, financiero y de servicios de significativa gravitación en el sudoeste bonaerense, en La Pampa y en otros territorios patagónicos, al constituirse en la puerta de salida de los productos agropecuarios hacia el Atlántico.
El reposicionamiento del sudoeste de la provincia de Buenos Aires en la economía nacional a partir de la extensión de las vías férreas y de la fundación del puerto de aguas profundas, fue precisamente lo que permitió a Benigno Lugones afirmar en el diario La Nación que Bahía Blanca estaba protagonizando su “segunda fundación”, un proceso de carácter revolucionario que suponía la abrupta transformación de las estructuras productivas, del espacio urbano y de la vida social.
Entre 1869 y 1881 el poblado había duplicado holgadamente su población. De acuerdo al censo provincial realizado ese último año, 2.213 habitantes (69,13 %) eran argentinos en tanto que 988 eran extranjeros. Estos últimos representaban el 30,87 % de la población total.
La culminación del siglo XIX vino de la mano de una gradual incorporación de Argentina al mercado económico mundial como proveedora de materias primas, al tiempo que el Estado central en proceso de consolidación comenzaba a expandir sus esferas de influencia. La anhelada integración política, necesaria para el fortalecimiento del modelo agroexportador, determinó y condicionó políticas diferenciales hacia las distintas regiones, y en el sudoeste bonaerense, al igual que en el resto de la provincia de Buenos Aires.
La sanción de la Ley de Inmigración y Colonización en 1876 junto con la expansión de la frontera agropecuaria y de las obras púbicas promovió la irrupción de la llamada inmigración de masas. Llegaron a la ciudad y la región mayoritariamente personas de origen italiano y español y, en menor medida, franceses, británicos, alemanes, ruso-alemanes, judíos, sirios y libaneses.
En 1895 el componente extranjero conformaba el 45 % del total de la población, llegando en 1914 al 48 %. El flujo constante de extranjeros entre esas fechas redundó tanto en el aumento como en el rejuvenecimiento de la población, ya que predominaban los hombres jóvenes, de origen rural, introducidos a través de cadenas familiares o de base lugareña. Existió un gran interés de los inmigrantes ya establecidos por impulsar la llegada de parientes y amigos, fundamentalmente enviando pasajes a sus lugares de origen.
La inmigración contribuyó a la expansión del mercado interno y del mercado laboral. Debido a que la explotación agropecuaria requería cantidades reducidas de trabajadores, la mayor parte de los extranjeros engrosó la mano de obra ocupada en los sectores del comercio, la industria, los servicios públicos esenciales, el trazado de líneas férreas y las labores portuarias, entre otros.
El ámbito urbano presentaba atractivas ofertas laborales y posibilidades efectivas de ascenso económico y social. De manera paulatina, los inmigrantes se incorporaron a todas las ramas de las actividades económicas de Bahía Blanca y constituyeron diversas facetas generadoras de un rápido fenómeno de expansión.
Por otro lado, la necesidad de subsistir que agobiaba a los jefes de familia de los recién llegados, especialmente en momentos que escaseaba el trabajo, obligaba la colaboración de las mujeres y de las hijas para la integración a la sociedad receptora. A fines del siglo XIX las casadas y las niñas tenían altos índices de penetración en el mercado laboral, lo cual constituía una respuesta a situaciones críticas desencadenadas en las primeras etapas de inserción.
El arribo de población europea a gran escala desde fines del siglo XIX, además de incrementar el volumen de habitantes de Bahía Blanca, contribuyó a la extensión del radio poblado. Por ello, la pequeña ciudad vio desbordada su infraestructura, se fueron deteriorando las condiciones de habitabilidad y comenzaron a proliferar los conventillos, fondas, pensiones y casas de inquilinato, que albergaban a individuos y familias en condiciones de hacinamiento y de riesgo sanitario.
Los delitos, la vagancia y la mendicidad aumentaron, poniendo en juego la armonía social. Las casas de bailes públicos, los prostíbulos y otros sitios donde se jugaba y bebía eran a menudo escenarios de conflictos verbales y agresiones físicas.
Otro fenómeno, que se constató en períodos de recuperación económica al iniciarse el siglo XX, fue la radicación de los recién llegados en zonas despobladas donde los loteos a precios módicos y financiados estaban a su alcance para acceder a la propiedad, aunque estas construcciones fueran muy modestas. Así se conformó un conjunto de barrios aledaños al área central de la ciudad que crecerían ininterrumpidamente en los años posteriores, como los de Villa Mitre, Noroeste, Bella Vista, San Martín y Tiro Federal, entre otros.
Además de lo ya señalado, el fenómeno inmigratorio produjo una importante modificación de la estructura social. En una sociedad relativamente nueva, con escasa población, y sin una tradición colonial como, por ejemplo, Buenos Aires o Córdoba, muchos inmigrantes pasaron a formar parte de la élite local compuesta por los herederos de los primeros pobladores. La ausencia de una elite tradicional que obstaculizara la movilidad social ascendente fue uno de los factores que posibilitaron la aceptación de los recién llegados y su incorporación a las diferentes dimensiones de la vida urbana.
Dejemos que sea Estanislao Zeballos quien presente su penetrante observación sobre la vida lugareña de fines del siglo pasado:
La cultura general de Bahía Blanca se advierte en dos síntomas palpitantes: la política y el gobierno local… Hay en Bahía Blanca mayor pureza, desinterés y aptitudes políticas que en la Capital de la República…En Bahía Blanca, he visto a los vecinos más idóneos y dignos dirigiendo y presidiendo todo: municipalidad, clubes, sociedad rural, asociaciones de cultura y de recreo, hospital, templos, centro comercial y empresas de capitales considerables. Este acierto para elegir los mandatarios es una aptitud política inestimable en la decadencia moral por que atraviesa la República. (Estanislao S. Zeballos, “Bahía Blanca. Nota e impresiones en 1879 y 1891”, 1901).
Al mismo tiempo, los recién llegados contribuyeron a la configuración de las franjas medias y bajas urbanas y rurales de la sociedad regional. Integrados, con mayor o menor éxito, a la dinámica económica, los inmigrantes fueron modificando las costumbres, la sociabilidad y la lengua.
Su asentamiento dio lugar a la conformación de barrios obreros y a la formación de asociaciones étnicas, recreativas, culturales, corporativas y/o políticas. Así el asociacionismo de base étnica que había predominado en las últimas décadas del siglo XIX, combinando las funciones asistenciales con la conservación de la identidad cultural y de las relaciones con la sociedad de origen dio paso a formas de agrupamientos diversos, en defensa de intereses sectoriales o corporativos.
En el cambio de un siglo a otro y con el aumento de la conflictividad laboral, junto a las agrupaciones patronales, empresariales o profesionales surgieron una multitud de organizaciones obreras, que en sus comienzos revistieron un carácter mutualista para luego transformarse en las asociaciones gremiales y otras instituciones que, en momentos de crisis, canalizaban los reclamos de las clases trabajadoras de la mano de la prédica de socialistas, anarquistas y sindicalistas.
Paulatinamente, fueron perfilándose lazos asociativos de una vigorosa trama social sustentada en el florecimiento de un variado repertorio de asociaciones que, al participar en el espacio público por carriles distintos de la política partidaria, estimularon las relaciones interpersonales, constituyeron liderazgos, definieron prácticas de sociabilidad, formas culturales, valores y reflejaron los múltiples sentidos de lo político.
De este modo, sociedades de socorros mutuos, bibliotecas populares, asociaciones de beneficencia, cooperadoras escolares, círculos parroquiales, logias masónicas, centros recreativos, sociales y culturales y sociedades de fomento, entre otras, en mayor o menor medida articularon a la sociedad civil e incidieron en la configuración de las políticas públicas.
El conjunto de esas asociaciones ocupó un lugar destacado en la vida pública lugareña de las tres primeras décadas del siglo XX porque se constituyeron en entornos que favorecían la relación entre los distintos sectores y expresaban las nuevas formas de conflictividad por el poder. Sus dirigentes y miembros más prominentes compartían el espacio común en donde se generaban diferentes tipos de actividades e interacciones que incluían desde la asistencia a las fiestas patrias, banquetes, bailes y homenajes hasta la participación en movilizaciones, mitines, manifestaciones o acontecimientos ligados a la sociabilidad cotidiana.
En consecuencia, durante las primeras décadas del siglo veinte la sociedad civil local se mostró dinámica, vigorosa y capaz de configurar una esfera pública participativa, protagonizada por individuos y grupos que constituían un escenario plural donde se daban tanto los entendimientos y acuerdos como las controversias, los conflictos y los procesos de exclusión.
La crisis desatada en 1929 cambió las características y la orientación de la economía. El descenso de la demanda internacional de productos del agro y la retracción de la inversión de capital repercutieron negativamente sobre Bahía Blanca y su región circundante, al producirse un lento redireccionamiento de la economía argentina hacia el mercado interno y la industrialización por sustitución de importaciones.
La desocupación fue una de las implicaciones más evidentes de la crisis, tanto en el ámbito urbano como rural, ya que a la baja de precios de los productos agropecuarios se sumó, entre otras medidas, la aplicación por parte del gobierno conservador de disposiciones que buscaban frenar el ingreso de inmigrantes, lo cual produjo la retracción del flujo de europeos. Incluso, algunos de ellos retornaron a sus países de origen.
Esto no significó una mengua en el crecimiento poblacional de Bahía Blanca porque comenzaron a arribar a la ciudad argentinos provenientes de otras provincias y de la misma provincia de Buenos Aires, expulsados de las zonas afectadas por la falta de trabajo y los desalojos rurales.
El censo nacional de 1947 consignó para el partido un 19,92 % de extranjeros. Como consecuencia de la finalización de la Guerra Civil Española y luego de la Segunda Guerra Mundial se había reactivado parcialmente la inmigración europea, si bien ya no se trataba de un proceso de carácter masivo.
Durante el gobierno peronista se produjo el ingreso de trabajadores, refugiados y personas desplazadas provenientes de ultramar como consecuencia de políticas de tutela de la emigración, a través de acuerdos bilaterales entre gobiernos y con organismos internacionales como los firmados con Italia (1947 y 1948), España. (1948) y el Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas (1953).
Entre los recién llegados había artesanos y técnicos italianos que pusieron en marcha pequeñas industrias. Además, la presencia de las colectividades ya instaladas siguió siendo fuerte y se tradujo en actividades culturales y emprendimientos de diverso tipo como, por ejemplo, en el campo de la salud, la inauguración del Hospital Regional Español el 12 de octubre de 1946.
Puede decirse entonces, que en la década 1940-1950 continuó el flujo de individuos y grupos familiares de otros lugares del país estimulados por la oferta laboral, sanitaria y educativa de la ciudad.
El notable desarrollo de la educación primaria y secundaria propiciada desde el Estado y paralelamente del ámbito privado por medio de la orden salesiana incrementó el interés en la sociedad bahiense por establecer estudios superiores que estuvieran en consonancia con el desarrollo económico y cultural alcanzado por la ciudad. Fracasado los proyectos de la década del veinte y el treinta la aspiración se concretó en 1946 cuando se logró la creación del Instituto Tecnológico del Sur (ITS). En consonancia con el impulso que le dio el gobierno peronista a la educación técnica surgieron instituciones de nivel secundario y superior. Para promover la actividad industrial, en 1954 se creó la Facultad Regional Bahía Blanca de la Universidad Obrera Nacional.
En 1956, durante el gobierno de la llamada “Revolución Libertadora”, se creó la Universidad Nacional del Sur. Por otra parte, en 1960 los salesianos establecieron el Instituto Católico del profesorado Juan XXIII.
Esos factores de atracción operaron también sobre personas de países limítrofes que se aventuraron a trasladarse a la zona desde esa época y, en mayor medida, durante las décadas posteriores.
Como consecuencia de la política redistributiva puesta en práctica por el gobierno peronista, que favoreció la expansión de los consumos, se produjo la elevación del nivel de vida de los sectores populares y un ascenso social generalizado.
La acción del Estado basada en la justicia social estableció salarios mínimos, precios máximos, mejoras en la salud pública, planes de vivienda, construcción de establecimientos educativos, organización del sistema de seguridad, jubilaciones, posibilidades de esparcimiento y turismo social, de tal forma que se expandieron las ocupaciones vinculadas a las clases medias y las clases trabajadoras urbanas.
Algunas familias resultaron favorecidas por las políticas habitacionales del gobierno provincial orientadas a paliar el déficit en la materia. Estas incluyeron la erección del barrio Obrero de Villa Mitre (a partir de 1948) junto con otros similares localizados en Punta Alta, General Cerri e Ingeniero White, como también la financiación para la construcción de viviendas familiares por parte del Banco Hipotecario en todos los barrios de la ciudad.
La política implementada por el peronismo captó el apoyo de los trabajadores urbanos y rurales y se extendió a los sectores medios, pero donde mayor gravitación tuvo, fue en la población femenina con el patrocinio de la figura de Eva Duarte de Perón, quien en 1947 impulsó el reconocimiento de la igualdad de derechos políticos entre mujeres y hombres y estableció el sufragio universal que habilitó la presencia femenina en el espacio público.
Así, al mismo tiempo que se incrementaban notablemente las oportunidades laborales de las mujeres, aquellas con mayor educación formal pudieron ingresar en las tareas docentes, la atención de las comunicaciones, las tareas administrativas y el comercio.
Por otro lado, la mayor expansión formal de las mujeres impactó en la década siguiente cuando se incorporaron masivamente a la universidad, multiplicándose el fenómeno de la profesionalización femenina.
Desde esa época, la vida cotidiana se transformó a través de un consumo que promovía la idea de confort. Se difundieron nuevos aparatos tecnológicos para el hogar como heladeras, aspiradoras, enceradoras, radio fonógrafos y combinados, máquinas de coser eléctricas, cocinas a gas, batidoras y lavarropas. Otro elemento asociado al “buen vivir” era el automóvil, que se había difundido masivamente en las capas medias de la población junto a la posibilidad de disfrutar del turismo y las vacaciones.
La inmigración continuó siendo uno de los elementos definitorios del perfil poblacional de la ciudad, pero en la década del sesenta fue notoria la inmigración desde Chile y las provincias de la Patagonia y, posteriormente, la proveniente de Bolivia. Los arribos estuvieron impulsados por desajustes económicos y demográficos en los países emisores. En cuanto a las motivaciones personales, el traslado de los grupos de chilenos y bolivianos a la región estuvo muy relacionado con cuestiones laborales.
En esos movimientos tuvieron un rol importante las redes familiares, así como las vecinales e institucionales, generadas en torno a iglesias protestantes y pequeñas iglesias evangélicas ubicadas en áreas urbanas periféricas.
La mayoría de las personas de las comunidades inmigrantes de esta época, al igual que sus antecesoras, provenían de zonas empobrecidas, buscaban incrementar su calidad de vida en términos económicos y acceder a servicios sanitarios y educativos. Se incorporaron progresivamente a las diferentes dimensiones de la vida local y regional y si bien se distribuyeron en diferentes áreas de la ciudad, algunos sectores registraron una mayor concentración de inmigrantes de origen boliviano, entre ellos, los de Loma Paraguaya, Thompson, Villa Esperanza y Villa Italia. En Villa Harding Green se instalaron aquellos dedicados a la producción ladrillera.
Por otra parte, barrios como Villa Nocito y Villa Rosario se poblaron con numerosos habitantes de origen chileno. Por lo general, la baja capacitación de muchos de ellos los llevó a su inserción en segmentos del mercado laboral desechados por los nativos, con bajos salarios y condiciones de trabajo deficientes como el de la construcción o los servicios domésticos.
En otro orden de cosas, los avances tecnológicos en las comunicaciones que se produjeron a nivel mundial impactaron en la realidad argentina y Bahía Blanca no quedó ajena al cambio cultural en la moral, costumbres y vida cotidiana de los sectores medios, en especial los juveniles. La renovación de los medios de comunicación con la introducción de los televisores en la década del sesenta, aceleró y amplió la difusión de los cambios culturales.
Esta innovación transformó las interacciones familiares y la dinámica dentro del espacio hogareño y, además, quienes trabajaban en los medios de comunicación audiovisual de la ciudad (conductores, actores, modelos, disc jockeys, columnistas, periodistas y técnicos) se convirtieron en celebrities locales.
Se trataba de una “nueva elite” integrada por individuos jóvenes que no pertenecían a las clases acomodadas tradicionales, sino que provenían de la clase media y de los sectores populares, que se habían convertido en protagonistas de las principales transformaciones socioculturales que venía atravesando la ciudad desde la posguerra.
A ellos se agregarían, también en el marco de la juvenilización de la cultura de masas, los músicos de la nueva ola ligada al rock and roll, las misses elegidas en concursos de belleza, la Reina de los carnavales y Miss Bahía Blanca, y los deportistas más renombrados, sobre todo en el campo del básquetbol.
Entre los años 1960 y 1970 se registró un aumento rápido de la población, pero luego las tasas de crecimiento disminuyeron. Este proceso se desarrolló con diferentes ritmos, que estuvieron relacionados con las transformaciones económicas y tecnológicas en los contextos nacional y regional y con su rol de nodo de comunicaciones, transporte y comercio regional.
Según el Plan de Desarrollo de Bahía Blanca publicado en 1971 la ciudad en su conjunto contenía casi un 47 % de familias de clase media (empleados y pequeños comerciantes), un 35 % de familias de clase baja y un 12 % de clase media y alta (profesionales, jefes administrativos y empresarios).
La designación de la ciudad como polo de desarrollo produjo trasformaciones en la fisonomía urbana. Se destacó el avance de la propiedad horizontal, los denominados “rascacielos”, la pavimentación del radio céntrico y la infraestructura de los servicios esenciales.
En este recorrido por la conformación y transformación de la sociedad urbana de Bahía Blanca entre 1880 y los primeros años de la década del setenta se destaca el papel que tuvieron las políticas estatales en las transformaciones estructurales a nivel económico y social. La inmigración masiva y la llegada de capitales europeos junto con la Ley bonaerense de Educación Común de 1875 y la Ley Nacional 1420, de 1884, que establecía la educación primaria universal, obligatoria y gratuita determinaron el perfil de una ciudad moderna.
Las posibilidades económicas, la oferta sanitaria y las numerosas propuestas culturales junto con el posterior desarrollo de la educación secundaria y superior en la primera mitad del siglo XX constituyeron factores de atracción de migrantes argentinos y de los países vecinos, que se incorporaron a una sociedad compleja e inclusiva.
Sin embargo, la inestabilidad institucional desatada por las intervenciones militares, la violencia política, las actividades represivas aplicadas por el terrorismo de Estado de la última dictadura y el nuevo orden neoliberal dieron paso a una sociedad caracterizada por la heterogeneidad y la exclusión que será motivo de la tercera nota.
Sobre la etapa 1880-1970 puede consultarse, Lucía Bracamonte, Mujeres y trabajo. Voces y representaciones en la prensa de Bahía Blanca, 1880-1934, Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, 2006. [tesis doctoral inédita]; Lucía Bracamonte y Mabel N, Cernadas “La sociedad bahiense: evolución poblacional, movimientos inmigratorios y formas de sociabilidad” en Bahía Blanca siglo XX: historia política, económica y sociocultural, Bahía Blanca, Editorial de la Universidad Nacional del Sur, 2019; María Jorgelina Caviglia, Inmigración ultramarina en Bahía Blanca, Buenos Aires, CLACSO, 1984; Mabel N. Cernadas, “Estanislao Zeballos. Una visión optimista de la Bahía Blanca de fines del siglo XIX”, Res Gesta, Nº 33, Buenos Aires, Universidad Católica Argentina, enero-diciembre de 1994; Mabel N. Cernadas, “La idea de progreso en la Bahía Blanca de fines del siglo XIX”, en Mabel N. Cernadas y Roberto Bustos Cara (comps.), Estudios Regionales Interdisciplinarios II, Bahía Blanca, EdiUNS,2000; Mabel N. Cernadas, Bahía Blanca en el Centenario de su fundación: la sociedad civil y sus redes (1928), Buenos Aires, Academia Nacionalde la Historia, 2003; Mabel N. Cernadas y Roberto Bustos Cara, La cultura en cuestión. Estudios interdisciplinarios del Sudoeste Bonaerense, Bahía Blanca, Ediuns, 2004; Mabel N. Cernadas de Bulnes y José Marcilese (Eds.), Política, sociedad y cultura en el Sudoeste Bonaerense. Actas de las V Jornadas Interdisciplinarias del Sudoeste Bonaerense, EdiUNS, Bahía Blanca, 2009; Mabel N. Cernadas. y José Marcilese. Mundo de trabajo. Organizaciones sindicales y conflictividad. Bahía Blanca: Ediuns, 2012; Mabel N. Cernadas, Lucía Bracamonte, María de las Nieves Agesta y Yolanda de Paz Trueba, Escenarios de la sociabilidad en el sudoeste bonaerense durante la primera mitad del siglo XX, Bahía Blanca, Ediuns, 2016, Libro digital, PDF; Mabel N. Cernadas, Juliana López Pascual; María de las Nieves Agesta, Amalgama y distinción: culturas políticas y sociabilidades en Bahía Blanca, Bahía Blanca, Ediuns, 2017; Mabel N. Cernadas y José B. Marcilese (coord.) Bahía Blanca siglo XX: historia política, económica y sociocultural, Bahía Blanca, Editorial de la Universidad Nacional del Sur, 2019; Mabel N. Cernadas, “De la política a lo político: vecinos y ciudadanos en la esfera pública bahiense durante los años treinta “, Nro. 26 de PolHis. Revista Bibliográfica del Programa Interuniversitario de Historia Política; Mar del Plata; 2020; Marcela Diez, “Inmigración, identidad y religiosidad; la participación de los inmigrantes chilenos residentes en Bahía Blanca en las iglesias evangélicas pentecostales (1950-1955)”, en Mabel N. Cernadas, coord. Historia política y sociedad en el Sudoeste Bonaerense. Bahía Blanca: Ediuns, 2001: Graciela Hernández Juan P. Canoni y Laura Orsi. “Las migraciones desde Chile y Bolivia a Bahía Blanca. Delimitar un campo e identificar las prácticas en la historia oral (2007-2013)”. Barelli, Ana Inés y Patricia Dreidemie, dirs. Migraciones en la Patagonia. Subjetividades, Diversidad y Territorialización. San Carlos de Bariloche: Editorial UNRN, 2015; Félix Weinberg y Norma Buffa, “El aporte inmigratorio en la conformación de las clases medias de la ciudad de Bahía Blanca”, Cuadernos del Sur n° 15, Bahía Blanca, UNS, 1982; Félix Weinberg (Dir) Historia del sudoeste bonaerense, Plus Ultra, Buenos Aires, 1988.
Agradecemos a los integrantes del Archivo de la Memoria de la Universidad Nacional del Sur (AMUNS), Dr. José Marcilese y Mg. Celeste Napal haber contribuido con el material fotográfico con que cuenta la institución.
MABEL NÉLIDA CERNADAS
Es profesora, licenciada, magíster y doctora en Historia. Se desempeña como docente de posgrado en los Departamento de Humanidades y de Economía de la Universidad Nacional del Sur e investigadora principal del CONICET. Es asimismo directora de la carrera de doctorado en Historia e integra el Comité Académico de la maestría en Sociología.
En la formación de recursos humanos se destaca su trayectoria en la dirección de proyectos acreditados, investigadores, tesistas, becarios y pasantes. Autora y coautora de varios libros y capítulos de libros, ha publicado numerosos artículos y reseñas en revistas nacionales e internacionales, como también en actas de congresos sobre temas vinculados a la historia política y social argentina.
Creó el Archivo de la Memoria de la UNS y dirige el Centro de Estudios Regionales «Profesor Félix Weinberg» del Departamento de Humanidades de la UNS. En 2017 fue distinguida con el título de Profesora Extraordinaria Consulta de la UNS. En 2018 fue reconocida como mujer destacada de la ciudad de Bahía Blanca en Ciencia e Investigación, por la UNS y el Honorable Concejo Deliberante de Bahía Blanca por su aporte al conocimiento de la historia local.
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