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🔎 “En el zapato del otro”: Analía usa Facebook para ayudar a bahienses que pierden cosas

Nuestra gente, los barrios y las buenas historias que nos rodean.

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Por Belén Uriarte / Editora de 8000


Analía Pezzella no encontraba el documento por ningún lado. ¿Dónde lo había dejado? Pensó y pensó. Revisó y revisó. Y nada.

Entonces se le ocurrió armar un grupo de Facebook para ver si alguien le daba una mano.

Así nació el 20 de agosto de 2012 Documentos importantes perdidos o encontrados Bahía Blanca. Hoy tiene más de 75.000 miembrosel equivalente a un quinto de la población local. Y hay 12 personas que hacen de moderadores, sin cobrar un peso.

—Finalmente encontré el documento: no lo había perdido, estaba en mi casa —le dice Analía a 8000. Pero sirvió para hacer el grupo, que la gente se sume y empiece a usarlo.

Es que la iniciativa también dio respuesta a una necesidad colectiva: había algunos grupos de clasificados, pero se publicaba de todo y todo mezclado.

Algo así sucedió también en este:

—La gente publicaba documentos, pero también llaves, anteojos, celulares… —dice Analía, que tiene 48 años, vive en el barrio Kilómetro 5 y es pariente de Germán Pezzella, defensor del Betis y la selección. #OrgulloBahiense

Entonces lo charló con los demás administradores y abrieron otro grupo para todo lo que NO sean documentos, “excepto cosas robadas”. Y el 1 de febrero de 2017 surgió Objetos perdidos o encontrados Bahía Blanca, Argentina, que actualmente reúne a más de 30.000 personas.

En ambos grupos sólo se permite compartir información de Bahía Blanca, Cerri e Ingeniero White.

—Hace unos años me contactó un brasileño porque había encontrado el documento de un bahiense que había estado veraneando en Brasil. ¡No sé cómo encontró el grupo! Pudimos hacerle el contacto con los parientes.

El trabajo de Analía consiste básicamente en revisar las solicitudes para sumarse al grupo, controlar si los pedidos de publicación cumplen con los requisitos y etiquetar personas para formar cadenas y que sea más fácil resolver cada caso. 

—A veces se recuperan las cosas en horas. Y hay otras que no se recuperan porque, bueno, no toda Bahía Blanca está en el grupo y por ahí la gente que pierde algo no se entera de que existe…

La solidaridad y el compromiso van en aumento, dice: 

—Capaz en otro momento la gente encontraba un documento y no le daba bolilla o encontraba un celular tirado y se lo quedaba. Hoy lo publicaCreo que se contagian al ver que otras personas publican.

Y también destaca la gratitud habitual. 

—Hay personas que han devuelto las billeteras tal cual las encontraron, ¡con todo el dinero!

Analía está en la cocina de otras cosas, también: tiene el emprendimiento de pizzas y tortas LaNonninaa. Los dulces que más salen son la torta Matilda, el brownie, el cheesecake de limón y de frutos rojos y los budines de limón y de zanahoria con frutos secos.

Si bien esto le insume bastante tiempo y a veces termina cansada, siempre está para sus grupos:

—Nunca me voy a cansar de ayudar al prójimo. Uno siempre se tiene que poner en el zapato del otro: a mí me pasó esa vez, pensé que había perdido mi documento y después lo encontré. Pero me pongo en el zapato de esa persona que lo perdió y tiene que hacer todos los trámites…

Y hay satisfacciones, claro.

—Me pongo feliz cuando se encuentran cosas, porque es decir: “Hicimos algo que a la gente le sirve”.

🔎 Lo más perdido

👉 En el grupo de documentos: DNI, tarjetas verdes y azules, la SUBE.

—También papeles importantes, como recetas o estudios médicos, y sumas de dinero —detalla Analía.

👉 En el grupo de objetos: llaves, anteojos y celulares.

—Aparecen bastantes zapatitos de bebés y herramientas. Y los días de lluvia, ¡las patentes! Se ve que pasan badenes llenos de agua y se desprenden…

📝 Hay reglas

👉 Los mensajes que llegan no se publican automáticamente: los administradores aprueban o rechazan. Así evitan, por ejemplo, publicaciones sobre promociones o ventas. Esto es 100 % solidaridad.

👉 No repetir.

—No sirve que se publique 20 veces lo mismo, porque si no se desorganiza —dice Analía—. Con los puntos suspensivos, lo pueden levantar y que la gente lo vea primero.

👉 Otra cosa importante:

👉 Respetar qué elementos encajan en cada grupo.

👉 ¡Quedate! “Si entrás porque perdiste algo y lo encontrás, no te vayas: tratá de ayudar a los demás”.

  • 🔐 El grupo de documentos nació privado y así quedó, porque al pasar 5.000 miembros ya no pudieron cambiar la configuración. De todos modos, cualquiera puede sumarse. El de objetos sí es público.
  • 🙌 Además de Analía, 11 personas colaboran ad honórem para administrar los grupos: Celeste Castillón, Susana Santos, Verónica Giménez, Marite de Mella, Mariana Bart, Claudia Catini, Guillermina Machado, Elida Tombesi, Noelia Silva, Silvia Prost Diego Velázquez.

👀 ¡Cuidado!

👉 Pese a los controles y las denuncias, Analía cuenta que hubo casos donde se usaron cuentas truchas de Facebook e información del grupo de documentos para cometer estafas.

—Pedimos que tapen datos importantes como el número de trámite —dice—, porque del otro lado de la computadora hay gente buena… y mala.

👉 Otra recomendación: no entregar las tarjetas de crédito o débito sin constatar que se trata del titular con el DNI o un servicio a su nombre.

  • 🤝 Analía invita a sumarse a los grupos de Documentos y Objetos para usarlos en caso de perder o encontrar algo, y para ayudar haciendo cadena de las cosas perdidas.

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Abrazo bahiense.

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📖📸 “Libro Barco”, la historia familiar de Melisa que se comparte en las escuelas

Del trabajo de su papá en altamar al relato colectivo.

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Por Belén Uriarte | Editora de 8000


En 2000, Julio Depetris se quedó sin trabajo en la sodería familiar, se metió a hacer un curso en la Marina Mercante y de pronto se encontró navegando en buques pesqueros. Podía pasarse 1 mes y medio lejos de su casa, en Punta Alta.

Melisa era adolescente y no sólo lo extrañaba: también le daba miedo que su papá anduviera en el medio del mar.

Hoy Julio trabaja en un remolcador en el puerto de Ingeniero White y vuelve todos los días a casa. Y Melisa tiene 38 años, es docente, trabaja en gestión de eventos culturales y en el Museo del Puerto, y escribe.

Y escribió Libro Barco, donde cuenta aquellos años de Julio navegando lejos, y cómo ese trabajo fue cambiando la cotidianidad familiar.

La idea se le presentó al ver fotos que sacaba su papá en torno a los buques: le revelaron cosas y lugares poco comunes, y quiso compartirlas con el Museo del Puerto, que en sus redes sociales solía mostrar historias así.

―Con la directora Lucía Bianco empezamos a hablar de la posibilidad de una muestra de fotos y de epígrafes. Después terminó siendo el proyecto de libro, pero antes de entrar en contacto con el museo nunca pensé que esto iba a ser un libro.

Fotos: Libro Barco.

―¿Julio es fotógrafo?

―No, pero le gusta la fotografía desde muy joven, y el libro fue también una manera de reconocerle ese gusto, que siempre lo hizo como hobby. Me parecía que esas fotos venían de decisiones artísticas, enfoques o puntos de vista interesantes. La experiencia de su trabajo era una experiencia dolorosa o difícil para toda la familia y de repente la cuestión de la belleza de las fotografías también nos devolvía otra cosa, otro punto de vista desde donde mirar toda la situación.

  • Libro Barco es biográfico y contiene algunas fotos analógicas, otras de cámara digital y tomadas con el celular.

En esas páginas, Melisa narra su historia a partir de los recuerdos y una recolección de experiencias que obtuvo al entrevistar a familiares y vecinos:

―Y un poco se transformó en un relato colectivo.

El proyecto comenzó en 2019 y se extendió 2 años más, en un ida y vuelta con sus compañeros del Museo del Puerto.

Lo importante del proceso de escritura fue trabajar en equipo, porque hay una idea generalizada de que quienes escriben están solas o solos. Las charlas que tuvimos fueron haciendo que no sea solamente una historia enfocada en mí, sino que se abra a otras ideas. Eso lo hizo más interesante.

  • En el equipo del Museo del Puerto hay gente que de esto sabe, como los poetas Sergio RaimondiMatías Matarazzo y Lucía Bianco, más Carolina Montero, Matías Gil Robert, Cristina Kreiber, Maximiliano Díaz y Malena Corte.

Según Melisa, el puerto siempre fue un lugar difícil por el trabajo de su papá. Pero hoy lo ve con otros ojos: este es, además, su espacio laboral.

―¿El trabajo colectivo con Libro Barco te ayudó a resignificar?

―Sí, y también a pensar, a organizar. El libro me llevó a investigar sobre mi propia historia o sobre la historia de mi familia, y de alguna manera a establecer algunas relaciones que en el momento de la vivencia no podía. Generó un vínculo con mi papá; ahora a veces charlamos de algo y me dice: “Esto lo tenemos que escribir”. Como para tener un archivo de ciertos momentos…

―¿Cuál fue la reacción de tu papá cuando vio el libro editado? 

―Recontento. Lo que nos pasó como familia fue esta cuestión de sorprenderse al leer qué le había pasado al otroSe completó una visión panorámica, si se quiere, con lo que le iba pasando a cada uno: a mi mamá Graciela, a mis hermanos Emmanuel y Paula… Eso fue importante: hacer un relato común. Y mi papá también pudo ver qué pasaba en tierra cuando él estaba en el mar.

La relación de Melisa con la literatura viene desde hace tiempo. A los 10 empezó a escribir en un taller que se dictaba en un museo de Punta Alta. Y años más tarde, se animó a compartir sus palabras recitando poesías y leyendo en público.

Le gusta mirar en lo cotidiano aquellas cosas que parecen fuera de lugar o esos recovecos que parecen no verse. Ahí encuentra su inspiración:

―Es algo de lo que tomo apunte o en lo que me quedo pensando. Es un material de escritura.

  • Esta es su tercera obra publicada: antes salieron Vayonesa (2013, La Propia Cartonera / 2018, Villa Mora editorial) y Turista (2014, Gigante). Y también forma parte de la antología 30.30 poesía argentina del siglo XXI (2013, Editorial Municipal de Rosario).

Libro Barco no es poesía, pero: es un relato que también tiene prosa poética y otros materiales de escritura a través de ejercicios. Se presentó en diciembre de 2022 y este año se lanzó un cuadernillo para trabajar en las escuelas.

―¿Qué sensación te produce que llegue a estudiantes?

―Una alegría enorme. El libro fue leído por vecinos y vecinas de White, pescadores, escritoras con hijos, y empezamos a darnos cuenta de que podía llegar a escuelas secundarias, que tienen estudiantes en una edad acorde al relato: el libro trata algunas ideas sobre el trabajo y lo que el trabajo genera en una hija adolescente.

Y va dando sus frutos: hace poco, Melisa visitó la secundaria N°38 anexo 2, en el barrio Saladero, donde pudo compartir lindas experiencias con chicos que habían leído el libro y habían escrito sus propios relatos:

―Uno de los alumnos que tiene un papá camionero se sentía representado en el tema de la distancia, de las tareas repartidas en la familia y, sobre todo, con la parte de Libro Barco en la que mi hermano cuenta qué sentía como hijo varón, a sus 16 años.

También hay repercusión más allá de las escuelas. Se nota que Libro Barco toca ciertas fibras comunes.

―Personas que después de leer el libro me cuentan: “Ah, mi mamá trabajaba en tal lado y pasaba esto”. De alguna manera, esta historia que yo creía familiar es una historia que comparten un montón de personas.

  • 📖 En formato papel, con las fotos impresas a través de stickers, Libro Barco se puede conseguir en el Museo del Puerto (Guillermo Torres y Cárrega): martes y miércoles de 9 a 13, jueves y viernes de 10 a 19 y sábado y domingos de 15 a 19.
  • ⬇ En este enlace podés descargarlo gratuitamente, junto con el cuadernillo escolar.
  • 📲 Y acá tenés las cuentas de Facebook e Instagram del Museo del Puerto.

Video: Francisco Appignanesi

Fotos: Eugenio V.

Edición general: Tato Vallejos y Abel Escudero Zadrayec


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👷‍♀️👨‍🔧 “Con trabajo ves la vida de otra manera”: José teje redes para las búsquedas laborales bahienses

Nuestra gente, los barrios y las buenas historias que nos rodean.

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Por Belén Uriarte / Editora de 8000


Cintia Aliaga tiene 36 años y dice que está sola con sus hijos. En diciembre de 2021 se quedó sin trabajo, pero en apenas 15 días consiguió otro en una empresa de limpieza.

Fue gracias al grupo de Facebook Empleos pedidos Bahía Blanca, que también tiene sus cuentas en Instagram y WhatsApp.

No es la primera vez que Cintia encuentra trabajo así: ya la habían llamado de geriátricos y casas de familias.

Y recién le volvió a pasar. Quedó desocupada a fines de junio, postuló para un restorán que vio en el grupo de WhatsApp y el 15 de julio la contactaron.

Descubrió esta iniciativa un tiempito antes de la pandemia y después de buscar en varios sitios (clasificados, avisos municipales, otros grupos…) con muchas horas invertidas y sin tantos resultados decentes.

—En este tiempo tan difícil, lo bueno es ver que encontrás algo —le cuenta Cintia a 8000—. Con trabajo ves la vida de otra manera, porque tenés algo para sostenerte. Estoy sola con mis hijos y sé que gracias al trabajo puedo salir adelante… Yo quiero salir a trabajar, no que me regalen.

Ahora, cada vez que se levanta en su casa del barrio Ricchieri, lo primero que ve en el teléfono son los avisos que publica José Mulet, el administrador del grupo.

—Él no pide nada a cambio, lo hace porque le gusta ayudar. Realmente se lo tomó en serio: todos los días manda los enlaces para que la gente pueda encontrar trabajo. 

Cintia no lo conoce personalmente, pero le escribió por Facebook para agradecerle:

Es muy efectiva la página. Como le dije en el mensaje: es muy lindo el trabajo que él hace.

🙋‍♂️ Él hace

José Mulet armó la página de Facebook y el grupo de WhatsApp hace más de 6 años con una idea clara: facilitar las búsquedas laborales bahienses.

—Sé lo difícil que es… —le dice a 8000—. Estuve mucho tiempo buscando trabajo y me ha costado mucho conseguirlo.

José tiene 40 años; estuvo una década en una empresa de seguridad y hoy tiene un quiosco en Chiclana 621. El año pasado tuvo su impacto públicocuando llegó a los medios que ofrecía imprimir gratis el CV de quien lo necesitara.

Hay gente que estaba casi en situación de calle y les cambia la vidaporque tener un trabajo te cambia en un montón de aspectos… También están los que van a comprar y te dicen: “Dejá 100 pesos para el que necesite”. O los que te felicitan por la iniciativa, porque “hoy en día son cosas malas, nada más”.

También por eso José le mete tanto al grupo de Facebook donde sube desde los clasificados del diario hasta lo que ve en las redes.

Y hace todo desde el celular: captura imágenes, las recorta, les agrega marca de agua (“para evitar que lucren con los avisos”) y publica simultáneamente en WhatsApp, Facebook e Instagram.

Todo el día se la pasa con el teléfono. Y no se va a dormir sin dejar todo listo para el día siguiente, incluso de vacaciones…

—Lo tengo incorporado a mi vida —sostiene.

En comparación con los inicios del grupo, allá por abril de 2016, la cantidad de empleos pedidos bajó considerablemente: antes José publicaba cotidianamente unos 30 avisos y ahora son 10 o 12 en promedio, pero hay días de 3:

Encima hoy es más gente la que busca

Además de la pandemia y sus consecuencias, ve otros 2 grandes problemas: el trabajo mal pago y los despidos constantes.

—Hay avisos de ciertos lugares que no subo más porque son una tomada de pelo. Toman gente y a los días están pidiendo de nuevo…

Hay más desagradables con intenciones raras: cuando los detecta, enseguida mete la advertencia en las redes.

—Hace un tiempo pasó que cobraban un preocupacional y en la desesperación, la gente lo paga… Yo los denuncio, para que nadie caiga en eso.

Igual, José elige quedarse con lo bueno que se genera: en este contexto adverso, varias personas consiguen algún trabajo.

—Es lo más gratificante. Creo que se puede cambiar mucho.

Le sorprende la dimensión que alcanzó el grupo de Facebook (supera las 75.000 personas) y dice que a veces lo reconocen en la calle: “¡Vos sos el de los avisos!”.

—Son muchas historias, muchas cosas atrás, situaciones difíciles… Cuando consiguen trabajo, lo comparto porque es una forma de que los demás vean que se puede

Y aclara que su único objetivo es dar una mano: no recibe ni espera nada.

—Los grupos ayudan a mucha gente. Una vez los cerré por unos días y me decían: “Me era útil”… “No lo encuentro en otro lado”… Incluso, dueños de empresas. Realmente es una herramienta que sirve.

💁 Sirve, sirve

Grecia Rasjido tiene 21 años, vive en el barrio Maldonado y estudia la tecnicatura en Seguridad e Higiene. Debido a la difícil situación económica, tuvo que salir a trabajar.

En marzo, por una publicación viral, se enteró de que existía el grupo de Facebook. Se unió al toque y en 1 semana ya estaba trabajando, según le cuenta a 8000:

—Empecé en abril, en atención al público. Como me fue bien, me movieron a la parte de administración. Así que estoy mucho mejor.

Y también le agradece a José por lo que hace:

—Me gustaría conocerlo personalmente. El trabajo es salud: a mí me sacó adelante en todo sentido, incluso sentimentalmente.


🔗🔎 Enlaces para tu búsqueda

  • José Mulet administra 2 grupos de WhatsApp, que suman 450 participantes. En Facebook hay más de 75.000 y en Instagram, alrededor de 3.500.
  • 👉 Facebook
  • 👉 Instagram
  • 👉 WhatsApp: grupo 1 y grupo 2

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🥰 “La alegría de vivir”: Betty y Osvaldo, medio siglo caminando juntos desde Tiro Federal

Nuestra gente, los barrios y las buenas historias que nos rodean.

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Texto, fotos y video: Belén Uriarte / Editora de 8000


—Antes de la pandemia íbamos a todos lados —dice Betty—. Almuerzos, cenas, bailes…

¡Nos gusta mucho la joda! —interviene Osvaldo—. La gente se divierte, hacemos trencito, ¡todo!

Florentina “Betty” Dicchi De Conti está por cumplir 73 años. Osvaldo Pallotti tiene 79. Llevan más de medio siglo juntos.

Se casaron en 1969 y desde entonces viven en Tiro Federal, frente a lo que fue “El Viejo Tropezón”, aquel legendario bar de Liniers y Rivadavia; su nombre sobrevive junto a la puerta.

Osvaldo siempre vivió ahí. Betty es oriunda de White y se mudó tras la boda; dice que si bien ahora a Tiro lo siente más propio, también tiene su corazón allá en Comercial.

Los 2 coinciden en que lo más lindo del barrio son las relaciones que construyeron.

Tienen 2 hijos: Claudio y Vanesa. Y 4 nietos: FedericoCatalinaJuana y “una en el cielo, que se llamó Juliana”.

Si algo los identifica y une, es la energía y la pasión por lo que hacen.

Osvaldo pasó por un montón de trabajos.

Arrancó como lechero, estuvo en una casa de películas, pasó por una bodega, vendió golosinas en los cines, fue mozo, trabajó en un mayorista, hizo repartos en bicicleta y aún atiende el puesto de cubanitos “La Cabrita”, en el Parque Independencia. 

—Vendemos un montón, sobre todo los comunes —le dice Osvaldo a 8000—. Los domingos se venden 2 o 3 cajas, y cada una tiene 300 cubanitos. El secreto es el producto fresco, el buen dulce de leche y la atención.

Lleva 43 años en la misma: va sábados y domingos, y lo que más disfruta es hablar con la gente. Casi todos lo conocen y reconocen y para su cumpleaños recibió más de 100 mensajes.

Foto: “La Cabrita cubanitos”.

—No soy dueño, pero cuido el puesto como si fuese mío.

La verdadera pasión de Osvaldo es la música. Desde que era chico: un día su mamá lo mandó a comprar un lavarropas y él volvió con una batería

Fue la primera que tuvo y lo acompañó en sus primeros pasos:

—Me gustaba más la orquesta que trabajar de mozo, y cuando podía rajar con la orquesta, rajaba. Estuve como músico en Telenueva, íbamos a fiestas por todos lados y hacíamos carnavales. El último grupo fue el Trío Bahía.

Dejó de tocar hace unos 6 años por falta de compañía: necesita alguien con acordeón.

—Cuando consiga, voy a empezar de vuelta. Extraño tocar. Ojalá tuviéramos lo de antes. Recorrimos todo con la música, la gente apoyaba, era todo familiar… Nunca me cansaba: acompañaba tangos, milongas, ¡todo!

Mientras Osvaldo relata sus pasos como músico, Betty recuerda algunos de sus grupos: Los Caballeros del Ritmo, Los Pernanbuco, Habana Jazz…

—Antes hacía bailar a la gente, ahora me gusta bailar a mí. Estoy un poco embromado de las piernas, pero vamos a arrancar de vuelta —promete Osvaldo.

Tiene una voluntad bárbara y eso es lo que lo salva: la voluntad de querer salir a hacer cosas —asegura Betty—. Si es por él, no está nunca dentro de la casa.

—No sirvo para estar encerrado. Si viene uno con un acordeón, ¡vamos! Llevo la música adentro: me siento en la batería y me olvido de todo

Osvaldo no para, pero Betty no se queda atrás.

Integra el coro municipal de mayores, forma parte del Centro de Jubilados que está dando sus primeros pasos en Tiro Federal y participa de la asociación Sembrando Sueños en la Bahía, que promueve la lectura en voz alta.

—Como Osvaldo es un apasionado por la música, yo soy una apasionada por la lectura —dice Betty—. Con la asociación vamos a leer a las escuelas. En la pandemia, yo leía, Osvaldo me filmaba y le mandaba los videos a la coordinadora.

Foto: Sembrando Sueños.

Cuenta que ahora están en el punto digital de Villa Mitre (Garibaldi 149) e invita a la comunidad a acercarse los miércoles a las 15: no hay límite de edad.

—Estar con los chicos es lo más lindo que hay, son tan inocentes, tan lindos. Ellos no se fijan si sos grande. Hay muchos chicos carentes de afecto; cuando nos vamos, nos preguntan “¿Cuándo vuelven?” y se agarran, ¡no quieren que nos vayamos!

Foto: Sembrando Sueños.

Con tanta actividad, la cuarentena estricta se les hizo insoportable. 

Betty y Osvaldo sufrieron mucho. Al principio tenían miedo, se asomaban por la ventana y saludaban a los gendarmes que pasaban por la calle. Después, de a poco, empezaron a salir.

Ella destaca que tanto en los buenos como en los malos momentos han estado juntos. Y asegura que la clave es la paciencia, de un lado y del otro.

—Hemos tenido nuestras cosas, porque en 53 años no voy a decir que nunca tuvimos un “sí” ni un “no”… Pero lo principal es estar juntos.

Y tirar para adelante. Siempre.

—Ahora nos frenó un poquito la pandemia y la salud de Osvaldo, pero vamos a volver, tenemos esa esperanza. Quizás más lento caminaremos, pero seguimos.

El paso de los años

Osvaldo conoce Tiro Federal como la palma de su mano. 

Recuerda que cuando era chico todos pasaban por la calle Liniers: era la pasarela principal, el arroyo estaba descubierto y había un puentecito. 

Con sus amigos pescaban bagre, hacían fogatas y corrían carreras en una pista de bicicletas que habían construido en Parchappe. 

—Era todo tierra y había un solo farol, pero acá no había problema. Eran las 12 de la noche y todavía estábamos jugando.

El hoyo pelota, el balero, el salto de rana, la arrimadita, los carnavales y las figuritas también formaron parte de su infancia y juventud.

Foto: Archivo La Nueva.

Y por supuesto, el club Tiro Federal, que cobró otro sentido cuando se agrandó la familia.

—Mi hijo jugaba de arquero y todos los padres íbamos —recuerda Osvaldo—. Yo hacía chorizos, vendía caramelos, juntábamos plata para los pibes.

Hoy la dupla tirense también frecuenta otros lugares, como Las Tres Villas, donde su nieto practica atletismo, y la Plaza del Algarrobo, que “la acomodaron y quedó linda”.

El aguante de Tiro

El bar “El Viejo Tropezón” tuvo momentos complicados. Y, cansados de las peleas que se armaban, Betty y Osvaldo pensaron en mudarse.

—Estábamos decididos. Ya casi habíamos alquilado un departamento en el centro, teníamos las cajas para guardar las cosas y él se puso mal —recuerda Betty—. Entonces dijimos: “Algo tenemos que hacer”, y empezamos a hablar con los vecinos.

La gente del barrio les pidió que no se fueran. Y entre todos juntaron firmas.

—Pudimos quedarnos… Menos mal, porque él iba a sufrir.

—Yo estoy feliz en Tiro —dice Osvaldo—. Y acá nos vamos a quedar.

—El año que viene, si Dios quiere, él cumple los 80, así que ya estoy pensando en hacer una linda fiesta, divertirnos, bailar —anticipa Betty—. Siempre nos hemos disfrazado y todos se prenden.

—A nosotros nos gusta todo eso: alegría, alegría, ¡la alegría de vivir! 

Foto: Capovilla Elena.

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