Especiales
🍷⛔️🌞 Andrea y Jorge sin tinieblas: cómo zafar en Bahía de la locura del alcohol
“Soy mejor persona que antes”, dice él. Y ella agradece: hoy sus hijos la quieren.
Por Belén Uriarte / Editora de 8000
🙋♀️ Andrea
—Mi hijo me pidió plata para caramelos, le dije que no tenía y me contestó: “Pero tenés vino”. ¡5 años tenía mi criatura! Ahí vi que debía hacer algo sí o sí. Los hijos suelen ser una alarma: ya cuando no te quieren dar un beso por el olor a vino….
Pasaron 18 años de aquel episodio en el barrio Universitario y Andrea se lo detalla a 8000 como si fuese hoy. Por aquel episodio decidió arrimarse a Alcohólicos Anónimos (AA).
—Tocar fondo es encontrarse con que la vida te está diciendo que tenés que parar de tomar, y no podés. Estás clavado, y no podés —dice Andrea, cuyo apellido no publicamos para preservar su identidad—. En mi caso, no estaba haciendo muchas cosas. No me casé, no me desarrollé profesionalmente. Todo lo que tengo es un accidente: hijos, casa… Cosas que se dieron; no las busqué.
Andrea también consumía otras cosas. Y AA la salvó. Ya no toma. Nada. Aunque al principio fue complicado:
—Lloré mucho porque estaba consciente, porque estaba perdiendo al “compañero”. Casi toda mi vida estaba basada en esa locura de alcohol y drogas. Estaba desnuda sin la “pastillita mágica”.
🙋♂️ Jorge
El alcohol supo ser el refugio de una niñez muy triste para Jorge. Y luego se transformó en un camino directo al vacío.
Un día descubrió que ya no era él, y todas las cosas a su alrededor estaban mal: mentía, echaba a sus afectos para tomar tranquilo…
Los primeros indicios de la adicción se dieron en el taller. Era chico, trabajaba como ayudante y cada sábado llegaba su gloria: además de cobrar, se tomaba una copa.
—No tenía felicidad, pero ese día me iba contento a casa —le cuenta Jorge a 8000—. Después trabajé en la noche, aunque ahí no consumía y me casé. Después me empecé a quedar en casa y consumía un vasito al mediodía. Tomaba todos los días…
No andaba borracho por la calle: todo sucedía puertas adentro, en su casa del barrio Noroeste. Siempre tenía algo escondido para tomar y generaba las situaciones para quedarse solo.
De a poco el reloj empezó a correrse: la copita del mediodía pasó a las 10, después a las 8 y finalmente llegó a las 5. Y dejó de ser una copita…
—Mi cabeza estaba mal. Me sentía culpable por tomar, pero al otro día tenía que hacerlo porque si no, no funcionaba… Hacía cuentas en los almacenes: compraba una cerveza en uno y le pagaba al otro, después compraba una cerveza en el otro y le pagaba a este… Te destruís económicamente, destruís la familia…
😔 Hacia la perdición
Andrea tiene 58 años y empezó a tomar con frecuencia en su adolescencia. Según recuerda, la primera vez que probó tenía apenas 8: estaba jugando con unas primitas, agarraron una botella de alcohol y terminaron todas borrachas.
Los adultos se enojaron muchísimo, pero ella siguió. Consumía todo lo que tenía alcohol y ya a los 12 empezó a salir con amigos y las cantidades se incrementaron.
Así, empezó a perder. A quedarse sola.
—La soledad del alcohólico es impresionante porque uno la provoca para chupar tranquilo, pero después no se la banca o no sabe vivir con uno mismo.
Un mal de muchos, sin consuelos de tontos:
—Cuando llegué al grupo y los escuché hablar, parecía que hablaban de mí. Se generó una identificación muy rápida: somos gente que tenemos un montón de defectos comunes. Y ahí encontrás cariño, comprensión: yo tomaba y afuera la gente no me daba bolilla, o me decía: “¡Otra vez…!”.
En Alcohólicos Anónimos, Andrea descubrió que se podían hacer las cosas de otra manera. Y se prometió hacerlo: entonces tenía 40 años y era mamá soltera, con 2 chiquitos de 5 y 7.
—Los primeros días sin tomar son tremendamente largos porque uno con el alcohol anula la mitad del tiempo… Al no tomar, empiezan los recuerdos: empezás a hacerte cargo de tu vida y con el tiempo aprendés a vivir.
💰 Monedita por monedita
Jorge se dio cuenta en un viaje de que algo tenía que hacer. Estaba en la ruta y le agarró abstinencia: se bajó y mientras todos desayunaban, fue a buscar una cerveza. Arrancó a las 8 de la mañana y se la pasó “todo el día chupando”…
Fue justo para las Fiestas. Pasaron Navidad, Año Nuevo y el cumpleaños de su hija, en enero, y entonces decidió ir al médico. En esa consulta le hablaron de Alcohólicos Anónimos. Y hacia ahí fue, con 3 días de abstinencia.
—Esperaba que venga un arcángel a salvarme y aparecieron los compañeros. Y empecé a identificarme. Una compañera dijo: “Siempre me costaba más juntar dinero para tener para tomar al otro día que tomar”. Y es cierto: pensar en tener dinero al otro día para arrancar, juntar las moneditas en casa… Era terrorífico…
Hoy Jorge tiene 65 años, hace 17 que integra AA y aunque el alcohol arruinó su matrimonio, dice que mantiene una muy buena relación con sus hijos. Y eso se lo debe al grupo, “un lugar que no te pide nada y te da todo”. Especialmente lo más necesario te da: amor y comprensión.
—Fui pensando que era un borracho y ellos me cambiaron la palabra por “alcohólico”, me explicaron la enfermedad, y eso me ayudó.
El programa consiste en alcohol cero: si tomaste, volvé mañana.
—No importa la cantidad. Hay mucha gente que cree que es tomar 5 litros, pero no, yo con un vaso soy adicto porque tengo dependencia.
✊ Admitir y persistir
Jorge asegura que el primer paso es admitir que uno tiene un problema y que ese problema es el alcohol. Y luego hay que mirar a los compañeros que lograron recuperarse “a través de la permanencia, de estar ahí”:
—Es más fácil seguir tomando porque no tenés que hacer ningún sacrificio, pero terminás en la cama de un hospital, en la cárcel o con muerte prematura.
Cuando arrancó con el grupo, se propuso no mirar atrás. Y al principio estaba enojado, inquieto, molesto, pero comenzó a notar ciertos cambios y persistió.
—Nosotros hablamos de la famosa nube rosa. Cuando llegás, al otro día notás el cambio: te levantás bien, estás más activo… Yo siempre necesitaba dar lástima y cuando ingresé me di cuenta de que había perdido años de vida. Te cambia la mentalidad: soy mejor persona que antes, tengo una paz que nunca tuve.
😞 Del genio al no retorno
Andrea advierte que la edad promedio de llegada al grupo es cada vez menor por la enorme cantidad de droga que anda dando vueltas, que acelera los tiempos del alcohol. Y detalla todas las etapas a las que se enfrenta un adicto.
—Al principio está la etapa del payaso: sos el genio, todos te llaman. Pero pasa el tiempo, tomás más y tu estado de ánimo no es el mismo. Te das cuenta de que mentís y caés en una etapa que llamamos de tigre, donde estás de malhumor, te peleás con todo el mundo o te agarra una depresión de aquellas. Y hay una tercera etapa, la del chancho, en la que muy difícilmente tengas retorno, donde el alcoholismo está tan instalado en tu vida que si bien la ingesta es poca (porque cada vez tomando menos lográs el mismo efecto), perdés la capacidad de percepción, el control de esfínteres…
Andrea lo sufrió. Y aquel episodio con su chiquito fue el último de una serie de hechos que la movilizaron y le permitieron reaccionar.
No todos lo logran. Y quienes sí, pasan por distintas situaciones.
—Hay gente que choca con el auto, queda muy mal en el hospital y al estar tantos días en abstinencia se da cuenta de que algo está pasando y acepta ayuda. O gente que va presa y el hecho de estar privada de la libertad cuando nunca pensaste que ibas a hacer algo malo… Yo me creía superhonesta y en mi carrera alcohólica mentía y sentía tanta vergüenza que me mudaba: se llaman fugas geográficas.
🌤El día después
A Andrea le bastó un día en el grupo para notar cambios: ya no vomitó y sus ojos volvieron a ser lo que eran.
—Creía que era hija del demonio, porque siempre tenía los ojos rojos. Cuando me miré ese día al espejo y los vi blancos, dije: “Esos ojos, ¿qué son?”. Estaba muy enojada, peleaba conmigo.
No fue fácil.
El cuerpo le pedía alcohol, le temblaban las manos y sufría tentaciones: varias veces cruzó el pasillo que separa su casa de la calle con la intención de comprar alcohol en el quiosco. Pero no lo hizo: había decidido tener una vida distinta.
—La compulsión dura 1 minuto. Si en vez de darle bolilla a la compulsión ponés los medios para no tomar, podés no tomar. Yo me trepaba al techo porque arriba no tenía alcohol, y los nenes me miraban. Claro que hay que hacer un esfuerzo.
Y fue muy difícil porque venía de una borrachera casi permanente: porque el alcoholismo no está presente sólo cuando tomás.
—Entre copa y copa tampoco estás manejando tu historia. Estás pensando: “Cómo hago para juntar la plata para tomar” o “Qué cagada me mandé ayer”. El alcohol te rige la vida por lo que esperás hacer y por lo que hiciste, y te olvidás de vivir el hoy.
Dice que te maneja hasta tal punto que olvidás lo que antes hacías con frecuencia, casi sin pensar. En su caso, pese a manejar idiomas, no podía pensar en ninguno: se le mezclaban las palabras. Y tampoco podía leer ni escribir.
—El alcohol me fue comiendo todo, intelectualmente me hizo pelota. Recién en la pandemia terminé de estudiar algo que había empezado 20 años atrás…
¿Cómo lo logró? Peleando contra su propio cuerpo, con las maniobras que aprendió en Alcohólicos Anónimos. La primera es justamente ir al grupo, que atiende lo emocional, te contiene: el primer día ya te vas con un teléfono y alguien que te acompaña.
—A mí me adoptó una mujer que vivía muy cerca, entonces al mediodía pasaba por mi casa para ver cómo estaba —relata Andrea—. Después venía otro compañero, que me pasaba a buscar para ir al grupo.
Así fue saliendo adelante y pudo recuperar su familia… Y su salud:
—Llegamos al grupo sin ver una vaca a 3 metros, con la dentadura hecha pelota, porque lo que menos nos importa es todo eso. Entonces cuando estamos más tranquilos, nos hacemos un chequeo. Es fundamental, porque son todas cosas que uno va dejando de lado por tomar.
Andrea cuenta que cuando vas a esa consulta, el médico se da cuenta enseguida y lo primero que te dice es: “Usted toma”. Y advierte que no todos los profesionales están interiorizados en lo que es el alcoholismo: a ella le han dicho que puede tomar un vaso de vino al día, que no pasa nada, o que después de tanto tiempo sin consumir, un poco no es problema. Y nada que ver:
—Si nosotros volvemos a tomar, no salimos más. Lo hemos visto… Esta es una enfermedad crónica, progresiva y fatal, y para toda la vida. O sea que si yo empiezo a tomar hoy, arranco desde donde dejé. Gracias a Dios, no tuve recaídas.
Por supuesto, la clave es la permanencia. Hoy realmente entiende qué es ser alcohólico y no cambia el programa de AA por ninguna “pastilla mágica”.
🤝 Locura, alarma y recuperación
Andrea explica que los malos momentos están, pero ahora son excepcionales. Y se sobrellevan de otra manera gracias a la terapia, que es continua.
—Te suenan alarmas. Decís: “Uy, estoy haciendo pavadas, mejor me voy a una reunión”… Así evitás comerte a tus hijos, evitás muchas cosas… El tipo que recién llega, te escucha y dice: “Cuenta eso como si fuera grave, con todo lo que a mí me pasa”. Pero esa es la diferencia de haber transitado cierto tiempo.
También te ayuda a recuperar la capacidad mental, la cordura.
—El alcoholismo termina en locura. Si el cuerpo no te revienta antes, si no te matás en un accidente, si no te mandás una macana y terminás preso, terminás loco.
Y por eso se celebra tanto cada día de sobriedad.
Andrea destaca que en Argentina hay personas que llegaron a los 60 años sin una gota de alcohol.
—Todos los años se festeja el aniversario de AA y somos más de 1.000 personas que nos juntamos en un punto del país a festejar. Y se canta la sobriedad: este año, por ejemplo, cumplimos 70, entonces se canta “Quién tiene 69, 68…”. Así hasta llegar al que tiene 1 día sin tomar. ¿Quién tiene 1 día? Todos nosotros, porque esta es una enfermedad de 1 día a la vez.
Jorge asiente y destaca la filosofía que plantea AA:
—Vivir el hoy, porque ayer ya pasó.
Y aclara:
—Si mañana me ves pasar con una cajita de vino, no te sorprendas: no falló el programa, fallé yo.
🙌 Gratitud y servicio
Andrea y Jorge hoy son referentes de Alcohólicos Anónimos en Bahía y ayudan a quienes recién entran.
También hacen servicios como visitas a los hospitales, donde comparten sus historias con pacientes que sufren alcoholismo.
—Una vez que lográs entrar en su corazón y que entre en el tuyo, empezás a hablar de todo lo que puede hacer —dice Andrea—. Porque si yo te digo que pude recibirme, no es nada, ¿cuántos viejos se reciben? Pero que pueda contarles a mis compañeros que me recibí, ¡es increíble! Que les cuente que después de tomar y hacer todo lo que hice, hoy puedo no tomar, para ellos es sorprendente.
Y lo que siente es gratitud. Mucha:
—Un borracho en la casa les estropea la vida a todos, con violencia directa o indirecta, porque llega, golpea la puerta, no habla, no comparte… Que hoy mis hijos estén bien conmigo, me quieran y me cuiden, es un milagro.
👫 La ayuda
Alcohólicos Anónimos es una comunidad internacional, con presencia en 180 países.
Se mantiene con los ingresos que genera: si bien no es obligatorio, sus miembros suelen poner el valor de una copa dentro de una canasta para sostener al grupo.
Y si sobra algo, se envía a la región y a la oficina central de Buenos Aires, donde se impulsa la difusión general.
👉 Acá en Bahía hay 3 grupos:
- 12 de Octubre 762 (lunes, miércoles, viernes y sábado a las 19:30);
- Belgrano 355 (lunes a sábado a las 19:30);
- Estomba 2.351 (lunes a sábado a las 19:30).
- Guardia telefónica: 291513 8464.
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